Capítulo 21: La estrella

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- ¿Y cuándo vas a venir entonces?

- Y... no sé Má, no me dá el tiempo para ir a verlos y volver, ¡Vengan ustedes!

- ¡Ya sabés que papá no cierra ni aunque lo estén encañonando hija!... ¡Yo pensé que ahora que te habían puesto un ayudante, aunque sea te darían un fin de semana!

- Má... los fines de semana es cuando más se trabaja. ¿Cómo están los abuelos?, ayer cuando hablé, el nono tenía tos...

- ¡Están bien!, lo que pasa es que en invierno, es preferible que no salgan... ¡tienen los achaques del frío, no más!

Lali habla con su familia a diario, si no es con uno, es con otro, o con todos a la vez. La extrañan mucho, como ella a todo lo que conlleva haberse despegado de la vida Marplatense que conocía, y haberse ido a Buenos Aires a buscar otras oportunidades.

Todo lo que ocurrió con Peter fue tan fugaz, que pareciera que Lali lleva 1 año allí, pero tan sólo se están por cumplir los dos meses. Dos meses que ella llegó, y la inminente partida del Chino, que ya está a punto de cumplir su mes de pasantía.

Después de esa descolocante confesión de Peter, acerca de su anhelo matrimonial a futuro, algunas cosas cambiaron entre ellos, y otras se mantuvieron igual.

A pesar de la contundencia de ofrecerle que "quizá algún día, ella pudiese ser la novia que él esperase en el altar", ambos saben que ese es un camino que está por andarse, y que ni siquiera se plantearon comenzar a transitar. No hubo respuesta de Lali a semejante planteo, quizá porque le parece tan lejano frente a lo que tienen, que prefirió sonreírle, besarlo y recibir la madrugada en su casa, enredados en la cama y exultantes por el reencuentro.

La dinámica de las relaciones es diferente para todos. Tan variada como los seres que se vinculen. A algunos sólo les basta con conocerse por una red social, para entablar un vínculo de afecto. Otros llevan años siendo amigos, compañeros de trabajo que ni siquiera se miraron con deseo, hasta que algo ocurre y los hace verse de otro modo.

Otros esperaron largo tiempo en silencio, sintiendo que no eran correspondidos, hasta que la otra parte reacciona y todo sucede. Y algunos que se conocieron, se enamoraron locamente, se juraron amor eterno, y sintieron ser almas gemelas, después de un tiempo no sólo se olvidaron, sino que en el peor de los casos, pasaron a aborrecerse.

A veces la chispa es el sexo, otras la cantidad de cosas en común, o la cantidad de cosas dispares. Nunca sabés que será lo que haga decidir con esta/e sí, y con esta/e no.

Particularmente tengo clarísimo qué no puede faltar jamás para enamorarme de alguien. Puede hasta resultarme poco atractivo/a físicamente, (con la subjetividad que eso conlleva) pero si logra que le admire... ¡ya me ganó absolutamente en todo!

Admirar a alguien implica que ves en esa persona, todo aquello que quisieras ser. Como te gustaría verte, y que otros te vieran. Tal vez es la forma de expresarse, la de no hacerlo, la de trabajar, la de relacionarse con el resto, la de enfrentar la vida, la de sobreponerse a las adversidades, no sé... a mi me atrae ver la capacidad de desenvolvimiento de las personas, no importa que estén haciendo, siempre que vea que lo hacen con pasión.

Desde arreglar un cajón de frutas para que se vean más bonitas, hasta pasarse horas haciendo ejercicios de física cuántica con tal de encontrar la solución. Y estos rasgos son los primeros que empezaron a despuntar esa primer noche del reencuentro, en que Mariana y Pedro siguen sin etiquetar lo que tienen, y en cambio se ocupan de disfrutarse.

Pero a medida que avanzan, incluso el encuentro del sexo va tomando otro sentido para ellos, uno que no sólo implica el deseo de gustarse a rabiar, de tener más experiencia y complicidad en lo que a cada uno lo excita del momento, sino la necesidad de saber más acerca del otro.

Mis cinco sentidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora