Capítulo 12: El deseo

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Que vértigo maravilloso, ese que experimentás cuando te gusta alguien, y a la vez no sabés si al otre le pasa lo mismo verdaderamente, o sos vos que estás tan manija, que todo lo que lanza, te parecen señales inequívocas de que siente lo mismo.

Muchas veces queremos resumir esa sensación, acortarla, y esclarecer de una vez por todas, si sólo es uno... o si las señales son certeras, porque la sensación de vértigo viene acompañada de incertidumbre, algo de miedo y angustia por un posible rechazo, y la ansiedad de que si es correspondido, empecemos a disfrutarlo desde YA.

Pero... ¿que quieren que les diga?... yo me considero fan del momento "vértigo", ese en el que estamos tan, ¡pero TAN! enfrascados en cada acción de esa persona, que todo lo de alrededor gira, y se mueve ilusoriamente sin poder centrarnos en nada más que en las sensaciones que nos provoca.

Mariana y Juan Pedro, están en ese momento "vértigo", sólo que ni ellos mismos saben de las intenciones del otro. Y se están sirviendo de su "sexto sentido" para intuir lo que desean. Y no quieren dar el primer paso, por miedo al rechazo, o a arruinar la relación laboral... o simplemente porque ambos son fans de ese momento en que TODO son GANAS del otro.

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Después de ese almuerzo, en que volaron como dardos las indirectas, Peter deja a Lali en casa de Candela y los dos siguen tratando de hilvanar todas esas señales que les permitan descifrar si lo que sienten es:

1- Deseo

2- Histeriqueo

3- Calentura

4- Todas las anteriores

Ni siquiera se despiden con un beso. Ella se baja y le agradece el almuerzo, y él le sonríe tomando ese agradecimiento pero restándole importancia. Ella siente un calor emergente desde algún lado del interior de su anatomía y él, otra vez, esa tirantez en su entrepierna.

Hay sensaciones que no radican en un solo órgano... sino que se irradian sin permitirnos saber dónde se originan, pero hacen onda expansiva en todo lo demás, hasta quemarlo íntegro.

La llave gira en la cerradura y Candela se alegra de saber que Lali está de vuelta. – Hola, hola... ¿Cómo te fué? ¿Te mojaste? ¿Compraste algo?

Lali la encuentra en el sofá, comiendo semillas de girasol y mirando la tele. Ya tendría que estar activándose, porque son las 17 y en una hora empiezan a trabajar, pero el domingo lluvioso y el cansancio de la semana la hacen resistirse.

Lali no le contesta... sólo le sonríe apenas y se sienta a su lado. Candela la observa mientras escupe cáscaras de pipas en un cuenco. Duda entre contarle o no sobre el encuentro con Peter, sabe que quizá puede ser algo complicado para el trabajo, pero a la vez tiene esa necesidad de compartir toda la euforia contenida, porque él la haya ido a buscar, e invitado a almorzar, hayan hablado, reído tanto, y se hayan tirado la cantidad de "señales" que se tiraron como misiles dirigidos.

- No compré nada, y tampoco me mojé. (Bueno Mariana... no por lo menos, a causa de la lluvia) y lo pasé muy bien...

- ¿Y porque tenés esa cara de drogada? ¿Tomaste sake? – Lali larga una carcajada y se muerde el labio como si fuese una púber a punto de confesar que se masturbó por primera vez.

- ¿Sabés a quien me encontré?

- No, ¿a quién? – Pero inmediatamente grita y se corrige - ¡No me digas!... ¡A la china que te iba a entrevistar para el restó de Avellaneda!

- Ni siquiera la conozco Cande... ¿Cómo la voy a encontrar?

- Ah... es verdad, pero seguro andaba por ahí. Ahí andan los domingos, todos los chinos migrantes... - Lali se ríe y se toma el tiempo para decirle – ¡Prometeme que no vas a decir nada a nadie!... ¡por favor!- Y esa frase, en sí misma, ya es una incitación a la ventilación.

Mis cinco sentidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora