Que el cacao tiene propiedades maravillosas, eso es archi conocido. Ayuda a dilatar las arterias, y por ende a oxigenar y nutrir mejor nuestros órganos. Logra reducir el colesterol, por contener ácido oleico. Por su alto porcentaje en fibra, hace que sintamos sensación de saciedad, después de comerlo.
Y es un antidepresivo natural, por su alto contenido de serotonina y su capacidad para estimular endorfinas, responsables de las hormonas del placer. Entre muchos otros prodigios que maneja.
Sin embargo, la característica que más se le atribuye en la cultura popular, es falsa. El chocolate, no es un afrodisíaco en sí mismo.
Sucede que posee una conjunción de sustancias que son estimulantes y otro tanto de esas como la feniletilamina, que podría ser la responsable, en gran medida, de las sensaciones y modificaciones fisiológicas que experimentamos cuando ocurre el enamoramiento, tales como excitación, taquicardia, acaloramiento y deseo sexual.
Y otra vez la química vuelve a estar detrás de algo tan simple y placentero como comer chocolate, como lo estaba detrás del maravilloso acto del beso.
Lali y Peter desconocen de estas sustancias y su acción sobre sus cuerpos y sólo se limitan a sentir todo lo que ellas les producen.
Las manos inquietas de ambos, tratando de encontrar un resquicio de piel del otro, para acariciar. Las bocas con sabor a chocolate, buscándose como locas, tratando de comerse vivos y la sensación de querer abarcarse completamente, mucho más allá de los besos.
- ¡Vamos a mi casa! – le susurra él entre jadeos. Y aunque ella está absolutamente vulnerable a sus deseos, después de unos segundos, recobra algo de lucidez y recuerda que sigue puteando a la que le vendió el tratamiento de depilación definitiva como una maravilla, por el que pagó una fortuna, pero que finalmente no le quitó ni un solo pelo, por lo cual la maquinita de afeitar sigue siendo su mejor aliada al momento de depilarse.
Pero los aliados también tienen un lado B, y el de la maquinita de afeitar, aunque sea rápida y eficaz, es que la inconstancia se paga en "cardos". Eso es lo que Lali recuerda que tiene en las piernas en ese momento.
Y como no llegó a ese nivel de adhesión a la era "unshaved", (igual que quien escribe), ella prefiere seguir pensando que es mucho más cómodo NO tener pelos, aunque tenga que vivir esclavizada de una máquina o de la cera el resto de su vida. Por eso, le pareció una fabulosa idea, el tratamiento definitivo... lástima que la hayan estafado como a media población femenina de Mar del Plata.
(Nota de autora: Aclaro que no me molestan quienes adhieren a esa postura, pero yo no la comparto. Sé que no sólo es una moda, sino una nueva construcción social, relacionada con la autonomía de los cuerpos, y la no dependencia al sistema que nos exige como mujeres cumplir con ciertos cánones de belleza establecidos. Pero yo elijo no compartirla, y mi personaje también)
- No, no... paremos acá – Pero enseguida recapacita - quiero decir que paremos acá y retomemos en otro lugar y momento. (No es tan boluda chiques)
- ¡Por eso!, vayamos a mi casa – y no deja de besarla y acariciarla mientras ella está a horcajadas sobre su cuerpo tratando de apagar el incendio que prendió con la idea de la cata de chocolate. Aunque a juzgar por como venían, aunque le hubiese dado a catar brócoli, hubiesen terminado igual.
- No, no... enserio – se aleja apenas y lo abraza, y él entiende que es momento de parar. La acomoda mejor sobre su cuerpo y deja que ella se hunda sobre él en ese abrazo, mientras le rodea la cintura con sus brazos.
- ¿Pasó algo que te incomodó? ¿Estás bien? – Y Lali sale del hueco de su cuello, lo mira apenas sonriendo y le besa la punta de la nariz - ¡No, claro que no!, estoy, uff, ¡estoy muy bien!, lo que pasa es que no es el mejor lugar ¿viste? – Y acude a cualquier pretexto, que puede ser cierto, pero que de no haber sido por sus cardos en las piernas, quizá hasta le hubiese encantado inaugurar.
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Mis cinco sentidos
FanfictionMi abuela decía que el amor nacía en el estómago. En su época si querías enamorar a un hombre, la condición excluyente era que supieses cocinar. Pero además, que supieses hacerlo bien, y esa era la fórmula perfecta para garantizar el amor, un matrim...