Capítulo 7: Las reglas

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Resulta que la noche del intercambio, mientras Lali traía de la heladera los profiteroles cargados con crema de avellanas y cacao, Peter se lo pensó dos veces y no aceptó su invitación, retractándose de lo que él mismo ya había pensado antes que ella se lo insinuara.

Prefirió no hacer semejante diferencia ante los ojos de sus empleados. Y entonces ella, tomó una cajita de las que usan para el delivery, y colocó el plato con las 4 delicias redondas que había preparado para su momento de relax. Él le agradeció, y le dijo que las iba a degustar en su casa y que mañana ya le contaría cuál era su reseña acerca del postre.

Por un instante ella pensó que realmente iba a acompañarla en su cena de lujo, pero también tejió la posibilidad de que no fuera, un trato demasiado equitativo para con el resto de la plantilla. Al fin de cuentas ¿Qué tenía ella de especial como para acceder a cenar con su jefe?

Entonces Peter tomó su cajita, y se despidió con un "gracias", y una sonrisa, a través de la cual, se podía adivinar su placer por probar esos profiteroles cuanto antes.

Lali se tomó el tiempo hasta de cerrar los ojos mientras la carne jugosa y sabrosa, se le deshacía en la boca. El plato era literalmente un viaje. Las distintas texturas vagaban entre la cremosidad del puré, las batatas crujientes y la suavidad de la carne en su punto justo. Hasta aprovechó para tomar una copa de vino que amalgamaba a la perfección, los sabores en su boca.

- Lali, buen provecho, ¿Cómo te vas? – Candela entra en la pecera para ofrecerle que en 10 minutos están saliendo con Agustín y Esteban por si quiere unirse a ellos.

- Ah, y... dada la hora que es, en un taxi... todavía no sé viajar de noche. ¡Bueno, ni de día!... pero si salen, vamos juntos.

- ¿Dónde estás parando?

- Cerca del obelisco, en un hotel, pero tengo que aflojar a esta vida de reina, porque hace rato que se me cayó la corona ¿viste?

- Jajaj... ¿y qué idea tenés?... ¿vas a alquilar, compartir? ¿Qué onda?

- Quisiera alquilar algo chiquito, cerca de acá, para no tener que estar viajando tanto, y para poder tener la vida de alguien normal, que puede comer comida casera y no las mierdas que estoy comiendo desde que llegué, ¡excepto este plato de lujo!, claro... - Y mira lo que todavía le queda de su cena exquisita, porque va a terminarse todo.

Entonces Candela resolutiva y empática le suelta casi sin pensarlo – ¡Venite a casa!, yo estoy en el departamento de mis abuelos, soy de Tandil, y cuando llegué estaba en la misma que vos, excepto que yo, ya tenía donde ir a parar. Es chiquito... no te creas que es gran cosa, pero podés dormir en el sofá cama, que tengo en el living, hasta que encuentres algo... - Y le lanza todo el discurso entusiasmada, porque hace mucho que quiere compartir espacio con alguien.

Candela lleva muy mal la soledad. Es temerosa, no se acostumbra a la ciudad, a pesar de llevar 3 años en Buenos Aires, y por eso sus abuelos decidieron invertir todos sus ahorros en ese departamento que ocupa a sólo 4 cuadras de "Akelarre", sobre Justiniano Carranza.

Es un dos ambientes que al ser viejito, parece que fuera de tres, porque tiene una cocina enorme apta para el gusto de cualquiera que se dedique a la gastronomía.

- Todas las noches me alcanza cualquiera de los chicos en auto, y venir, vengo caminando... ¡dale!, decime que sí, hasta que consigas algo... o no sé, vamos viendo cómo nos llevamos ¿no?

Lali se sonríe... no sabe que decirle aunque le entusiasma la idea de dejar el hotel y estar tan cerca del trabajo.

- Mirá, cuando mis abuelos lo compraron, yo ya estaba trabajando acá desde hacía un mes... y la verdad es que al estar en medio de un circuito gastronómico, no la íbamos a pifiar... por eso se decidieron... ¿Qué me decis?... no me gusta estar sola, ¿sabés? Ya te vas a dar cuenta de que tengo algunos tocs... y bueno, hace mil que busco una compañera de piso para ver si entre la terapia y alguien que esté conmigo, voy mejorando.

Mis cinco sentidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora