Mis cinco sentidos

Capítulo 19: Empate

"Hay heridas que en vez de abrirnos la piel, nos abren los ojos" – Pablo Neruda

..................................................

- ¿Enserio sos de Miramar?... ¡No te puedo creer!

- ¡Síi! ¿Por?

- De Mar del Plata...

- ¡Noo, que bueno!, las veces que nos habremos cruzado ¿no? - (No necesariamente Chino, pero cuando alguien nos dice que es de un lugar cercano al nuestro, esta frase es el típico cliché bobo)

Miramar es una localidad en la costa Bonaerense, a tan sólo 45 kilómetros al sur de Mar del Plata, con playas inmensas, y mucha tranquilidad. Es elegida en muchos casos, para veranear lejos de la locura de Mardel, porque es mucho más pequeña, pero concentra varias actividades, deportivas y culturales. Además de un paisaje natural, y una apacible estancia durante todo el año, porque viven muchas familias con residencia fija.

Y de allí llegó el aprendiz de pastelería. Como si un destino caprichoso, les hubiese unido en profesión, lugar de nacimiento, y una complicidad natural para empezar a conocerse.

- Quedate tranquilo... ¡son todos muy copados!, además, se trabaja con todas las comodidades... es una suerte que hayas caído acá... - Se lo dice con mucha seguridad, y un tono cálido, mientras se toman un capuccino espumante con una porción de tarta de manzanas, que oficia como bienvenida al "Akelarre".

Ricardo se vé tranquilo, pero por dentro es una especie de bomba de relojería con su trabajo. No suele expresar demasiado lo que le pasa, con esa misma soltura arrolladora que Lali exhibe naturalmente. Él en cambio vá más por la paciencia, y el metodismo. En su arte, es creativo, sumamente simpático, pero sin caer en la intensidad. Se nota en su forma de trabajar que ha sido adoctrinado en una escuela de pastelería, eso que Lali odia, porque al ver como se mueve por la cocina, claramente se hace notar la rigurosidad y profesionalismo, que le inculcaron.

En las escasas dos horas que llevan juntos, han logrado coincidir muchísimo. Él la observa como si fuese realmente una maestra, porque ella logra que todo ese profesionalismo con el que viene de la escuela, se deshaga ante sus recetas faltas de rigurosidad.

- Tengo que preparar un merengue ¿te animás?

- ¡Claro! – Y se encamina a la alacena a buscar termómetro, y balanza. Lali lo observa mordiéndose la lengua, porque no puede exigirle que abandone todos sus conocimientos, para que se pase a su religión falta de preceptos pasteleros, pero sin dudas le enseñará acerca de cómo intuir a través de los sentidos, mucho de lo que ocurre en con la alquimia de los ingredientes.

- ¿Usas merengue en polvo? – Y a Lali se le brulea la cara con semejante pregunta. - ¿¿¿Queeeee??? ¿estás loco?... ¡el merengue con claras querido!... ¡Ni se te ocurra usarme esas porquerías químicas que vienen en bolsita! – agarra una cacerola con violencia, porque nada la saca más de su eje que usar cosas envasadas para ganar tiempo.

El chino abre los ojos como el dos de oros pero se sonríe por la reacción... pareciera como si a Drácula le hubiesen revoleado una ristra de ajos por la cabeza.

- ¡Es práctico! ¡pensé que te sacaba de apuros!

- ¿Eso te enseñan en la escuelita?... ¡Gracias a Dios me ahorré esa estafa!

- jajaj... nooo, pero hay miles de productos que te agilizan las tareas, el huevo en polvo, el merengue, algunos gelificantes y espesantes...

Todo lo bien que le había caído el chico mientras charlaban, lo está derrumbando a manotazos con esas aberraciones a las que adscribe.

- No, mirá... por este mes, vamos a tratar de que te olvides que la industria, nos beneficia con todas esas mierdas... ¿dale?, porque si se te ocurre volver a decirme que eso te saca de apuro, sin evaluar el producto final... llamo a la escuelita esa de donde venís, y les digo que te manden a cocinar para la NASA, haciendo puchero en píldoras... ¿estamos?