Tras tres meses en Europa, Emma volvió a la ciudad con el fin de luchar por su vida, por su futuro y por su felicidad. Ya no soportaba ser la portada de las revistas por haber sido vista con una u otra mujer de una noche, ya no quería ser conocida por ser la hija de los difuntos Swan. Quería que sus padres estuviesen orgullosos de la mujer que era y para eso tenía que empezar a tomar las riendas de su vida y eso empezaba por hacerse cargo de las grandes empresas de sus padres, estas estaban repartidas por todo el país y tenían una gran variedad desde tiendas de ropa hasta de cosméticos. Sus padres habían trabajado mucho para llegar hasta donde estaban y poco a poco estas eran menos rentables.
Esos tres meses fuera del país se le habían hecho eternos, no podía negar que necesitaba volver a ver a la morena, que había pensado en ella más de lo deseado, y que se había obsesionado con demostrarle que podía ser una mujer distinta.
Apareció una mañana de abril en el bufete Mills y asociados con el fin de arreglar todo. De empezar de cero y de volver a ver a la morena que tres meses atrás la había dejado hipnotizada. Esos meses fuera la había ayudado a sentirse mejor y querer ser mejor persona.
– Buenos días, Ruby. ¿Qué tal?- Preguntó sonriendo a la secretaria que parecía sumamente sorprendida por la apariencia de la rubia.
– Hola, estas muy cambiada, casi y ni te reconozco. Estoy muy bien, ¿Tú?- Decía observando a la rubia de arriba a abajo.
– Estoy bien, necesitaba hablar con la señora Mills, siento haber venido sin avisar pero acabo de volver a la ciudad y no podía esperar. Si esta muy ocupada vuelvo más tarde. Dijo mirando hacia el despacho de la morena.
Ruby apareció unos minutos después diciendo que Regina podía recibirla ahora. Emma sonrió y entro al despacho donde vio como Regina se levantaba para recibirla, le tendió la mano y esta la correspondió. Regina en ese momento se quedó sin palabras al ver aparecer a una rubia tan cambiada a la que había visto la última vez. Había cambiado su atuendo de vaqueros desgastados y chupa de cuero por un exclusivo y ceñido traje negro con una camisa blanca. Fue en ese momento cuando Regina se enrojeció al no poder apartar la mirada de la figura de Emma y cuando alzo la mirada se encontró con esos profundos ojos verdes que la dejaron casi sin respiración. La Emma de tres meses atrás la había dejado encandilada pero la de ahora había conseguido captar todos sus sentidos, algo que no se producía desde hacía tantos años que casi ni lo recordaba. Regina no pudo evitar pensar como ser vería esa espectacular mujer sin ese ceñido traje. La sensación de Emma fue muy similar, dándose cuenta que en estos meses había pensado en la morena más de lo debido. En esos ojos infinitos en los que se conseguía perder muy fácilmente, en esos labios siempre impolutamente pintados y ese cuerpo perfecto que debió ser esculpido por auténticos maestros.
– Buenos días, señora Mills. ¿Qué tal su hijo?- Dijo la rubia rompiendo el contacto visual y sentándose en uno de los sillones.
– No la esperaba, señorita Swan. Muy bien gracias. ¿Qué desea?- Preguntó mientras tomaba asiento.
– Quiero primero agradecerle que no me dejase cometer el error más grande de mi vida, segundo terminar aquello que dejamos a medias antes de irme y tercero necesito su asesoramiento para hacerme con una casa.- Dijo Emma pasando sus ojos por todos los espacios del despacho pero evitando los ojos oscuros de la morena.
– Bueno, entonces empecemos cuanto antes. El testamento que dejaron sus padres le permite tomar posesión de sus bienes hoy mismo por lo que será mejor hacerlo efectivo cuanto antes, le mandaré por correo todas las transacciones más relevantes de los últimos meses ya que su sustituto ha estado haciendo de las suyas en las empresas sin que haya podido evitarlo. Y sobre la casa, solo tiene que mandarme la información que yo me encargaré de realizar el contrato y todo lo necesario.- Respondió viendo que la rubia se tensaba y comenzaba a ponerse nerviosa.
– Vaya, creo que el puesto me queda demasiado grande. Deberé ir poco a poco.- Contestó colocándose detrás de la oreja un mechón de pelo que había caído sobre su cara.
– No se preocupe para eso estoy yo, si le parece el lunes nos vemos en el despacho de su padre y le pongo al día de todo lo acontecido.- Respondió Regina con una sonrisa de satisfacción al ver a la rubia tensarse por todo el trabajo.
Tras una hora de reunión en la que Emma se sentía cada vez más desbordada y en la que la abogada intentaba ser lo más clara posible. Las dos intentaron dejar de lado los sentimientos que comenzaban a aflorar entre ambas.
Emma salió del despacho agotada y se marchó a su hotel con el fin de descansar y preparar la ajetreada semana que le esperaba.
Regina paso todo el fin de semana con su hijo a quién le había contado de la vuelta de Emma, por lo que el niño se sintió muy contento. Y comenzó a notar como a su madre se le había cambiado el carácter, desde la marcha de Emma había estado irritable y casi siempre que hablaba de ella le respondía de muy malas maneras. Henry a pesar de su corta edad era un niño muy inteligente y se dio cuenta de que algo sucedía aunque no quiso decir nada.
El sábado por la mañana Emma salió a correr por la ciudad, pues necesitaba descargar todo la energía que tenía acumulada y así poder pasar el día más tranquila. Cuando llevaba algo más de media hora corriendo vio como dos niños discutían y hacía llorar a otro en el parque, al ver que ninguna de las madres parecía estar por ahí se acercaron y vio que el niño que lloraba era Henry.
– ¡Chico! ¿Qué te pasa?- Dijo Emma arrodillándose y poniéndose al mismo nivel que el niño.
– Eso niños mayores me han quitado mi cómic, y no me lo quieren devolver.- Dijo el niño limpiándose las lágrimas que caía por sus mejillas.
– Tranquilo, ven. Vamos a hablar con ellos
Emma cogió al niño de la mano y se acercó a los chicos que accedieron a devolverle el cómic y a no meterse más con él. En ese momento se volvió a arrodillar frente al niño y vio en sus ojos agradecimiento y tranquilada cosa que le encogió el corazón.
– Muchas gracias, Emma. Eres como un caballero sin armadura.- Dijo Henry abrazando fuertemente a la rubia.
– ¡Henry! ¡Henry!- Se escuchó a la morena gritar a lo lejos.
– ¡Mama! Estoy aquí.- Dijo Henry levantando la mano.
– ¡Cariño! ¿Dónde estabas? Me has asustado, ¿Señorita Swan?- Dijo Regina mientras abrazaba a su hijo pero sin poder quitar de su cara la expresión de sorpresa.
– Regina, ¿Qué tal?- Respondió la rubia rascándose la nuca y sin saber realmente que decir.
– ¿Qué hace aquí con mi hijo?- Dijo la morena algo nerviosa por la situación.
Emma miro a Henry que parecía asustado de nuevo y ella le guiño un ojo de manera cómplice para que el niño se relajara.
– Iba corriendo y me encontré con Henry leyendo uno de mis cómics favoritos y me detuve a hablar con él.- El niño pareció relajarse al ver como Emma obviaba el problema que había tenido con los otros niños.
Fue en ese momento cuando Regina se percató de que Emma llevaba un ceñido chándal y una camiseta de tirantes blancas. Regina tuvo que cerrar la boca para que no se notara el efecto que la rubia acaba de tener en ella.
– Creo que deberíamos irnos.- Dijo Regina intentando desviar sus ojos de las magníficas curvas de la rubia.- ¡Henry! Despídete de Emma, nos vamos.
– Me gusta ser Emma y no señorita Swan-. Dijo la rubia agachándose y despidiéndose del chico.
Siguió su camino y vio como Regina se quedaba petrificada por su comentario.
El resto del fin de semana paso sin sobre saltos para ninguna de las dos. Ambas en sus respectivas rutinas y sin poder quitarse de la cabeza como sería volver a verse el lunes.
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Cruce de destinos
ФанфикRegina Mills y Emma Swan se encontraran para cambiarse la vida mutuamente. Regina Mills una prestigiosa abogada y Emma Swan una futura mujer de negocios.