El camino de vuelta a casa de la morena se hizo en silencio, pues Henry se había quedado dormido en la parte de atrás. Pero ambas tenían en mente como el destino había confabulado para que ambas se encontrase y acabará debatiéndose entre dejarse llevar por esa pasión convertida en locura o reprimirse y reducir su contacto a una mera relación profesional. Decisión que parecía atormentarlas mucho más de lo que había llegado a imaginar.
Una vez que llegaron a la mansión, Emma se ofreció a coger al chico en brazos para que Regina pudiese abrí la puerta, lo llevo hasta su dormitorio seguida por la morena que le indicaba donde dejarlo para descansar. Regina cambio al niño mientras que Emma se entretuvo un momento observando la increíble colección de cómic que Henry, tenía dándose cuenta de que los suyos había sido destruidos por el incendio en su casa y viniendo a su mente aquellos dolorosos momentos. Tras eso se giró y al no ver a Regina bajo las escaleras y se disponía a marcharse ya que sabía que si se quedaba unos minutos más en esa casa cometería un error que no sabía si podría superar.
– La he visto muy concentrada mirando los cómics de mi hijo y no quería interrumpirla.- Dijo Regina algo nerviosa aunque sin saber muy bien porque pero queriendo que la rubia no se fuese.
– Yo tenía una colección muy buena... ver todos esos clásicos me ha recordado otra etapa de mi vida.- Respondió Emma dejando ver cierta nostalgia y dolor en sus ojos.
– ¿Tenías? Has hablado en pasado... ¿ya no los tienes?- Preguntó Regina aun de piel en el salón y sin saber muy bien como dirigir esa conversación.
– Si... se quemaron en el incendio de mi casa y... - Emma perdió la voz en ese momento y no pudo continuar hablando.
– Entiendo... no tiene que hablar de ello, ¿Quiere tomarse la última copa? - Dijo Regina intentando arreglar la situación. Y quitándole la tensión que el ambiente había tomado en ese momento.
– No creo que sea lo adecuado, Señora Mills.- Dijo Emma mirando a los ojos de la morena quien se había quitado los tacones y quedaba algo más pequeña que la rubia.
– ¿Por qué no? Nos ha invitado a cenar y nos ha traído a casa, es lo menos que puedo hacer.- Dijo la morena acercándose al bar y sacando dos copas llenas de vino.
– Regina.... - Decía Emma con la voz entre cortada.- Si me quedo aquí voy a acabar cometiendo una locura, y mañana cuando vengas a trabajar no vamos a poder ni mirarnos a la cara.- Respondió mirando como la morena se acercaba y le tendía la copa. Esa mujer la volvía loca, le provocaba cosas que no sabía explicar ya que no había sentido antes. Estando con ella no necesitaba nada más, llevaba meses pensando en ella a cada rato ni siquiera podía estar con otra mujer sin pensar en ella. Nunca había creído en el amor ni mucho menos en el amor a primera vista pero con esa mujer todos sus esquemas se había roto. Había hecho acelerarse su corazón con una mirada, a que le temblases las piernas con un simple roce de su piel.
– Venga, Señorita Swan. No creo que sea para tanto, solo nos vamos a tomar una copa.- Decía Regina intentando rebajar la tensión que se había generado en la habitación. Realmente quería que Emma cometiese esa locura. Quería saber que se sentía al probar esos labios. Es cierto que tenía pánico a la situación, nunca había estado con una mujer y nunca se le había pasado por la cabeza encontrarse en esta situación y no salir corriendo. Pero ahí estaba, mirando fijamente a unos ojos que la deseaban y que no podían ocultar esos sentimientos.
– ¿No te das cuenta? Si me quedo voy a acabar sucumbiendo a tus labios, al aroma de tu pelo, a la suavidad de tu piel, te voy a besar y me romperás el alma cuando me rechaces. Cuando no quieras nada más que olvidarlo todo.- Dijo Emma dándose la vuelta y dirigiéndose a la puerta. Realmente había desnudado su alma con esas palabras y aunque las dudas fuesen infinitas, sabía que todo lo que había dicho solo le corroboraba que se había enamorado de una mujer que el destino decidió colocar en su camino tras aquella dolorosa tragedia.
Tras esa declaración Regina no sabía que sentir o que pensar. ¿Se podía sentir algo así por alguien a quien conoces desde hace tan poco tiempo? ¿Eran reales esos sentimientos? ¿Era pasión o amor? Esas preguntas pasaron por las mentes de ambas, llegando a nublar sus juicios y provocando un largo silencio entre ambas en el cual barajaron todos sus sentimientos.
Regina nunca se había planteado tener una relación con otra mujer, realmente intento hacer un repaso rápido por su vida y nunca se había interesado por ninguna, y mucho menos con una mujer como Emma, una mujer irresponsable, mujeriega e infantil o al menos esa era la imagen que las revistas daban de ella. En el fondo era esa parte infantil y sin preocupaciones la que admiraba de Emma, era una mujer que buscaba su felicidad y que conseguía sacarle una sonrisa con cualquier tontería y que aunque lo negase, era una mujer que luchaba por lo que quería, la tenía delante de ella admitiéndole que se moría por besarla. Pero para Regina todo era muy complicado, no había tenido ninguna relación desde la muerte de su marido, empezar ahora la atemorizaba y la hacía sentir vulnerable, sensación que odiaba y contra la que no podía luchar.
Emma por su parte se hizo la misma pregunta, como había pasado de mujeres de una noche a querer tener algo con una mujer como Regina, a desear sentar cabeza, cambiar su forma de vida y buscar en ella el apoyo que siempre ha necesitado y que nunca había encontrado. Regina era una mujer estricta, exigente, incluso algo cascarrabias y que parecía tener una coraza demasiado gruesa como para poder romperla, además de tener un hijo y muchas responsabilidades a su espalda. Pero era precisamente todo eso lo que le gustaba de ella, su profesionalidad, su rigidez, su forma de tratar a su hijo. Esa sonrisa que le derretía el alma.
Era el destino quien les jugaba una mala pasada a ambas, pues se gustaban y había una atracción que era innegable pero era polos opuestos, personas tan distintas que podía encajar a la perfección o todo lo contrario. Yin y Yang, unidas por un destino que se burlaba de ellas pero que parecía ser imposible de esquivar.
Emma se encaminaba hacía la puerta tras esos segundos en los que pasaron mirándose y barajando sus sentimientos. Pero Regina no quería que se fuese, quería ese beso, lo necesitaba. Necesitaba probarse a sí misma que aquello era solo algo pasional o si era mucho más profundo.
– No sabes si te rechazaría.- Respondió Regina agachando su mirada hacia la copa de vino que tenía en sus manos, dejando a Emma con la boca abierta y con el pomo de la puerta en la mano. Regina perdió la valentía que momentánea se había apoderado de ella.
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Cruce de destinos
FanfictionRegina Mills y Emma Swan se encontraran para cambiarse la vida mutuamente. Regina Mills una prestigiosa abogada y Emma Swan una futura mujer de negocios.