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—¿Y bien? ¿Qué tal estás dos semanas de escapada romántica con mi hermano?
—Escapada romántica exactamente...no.
—¿Max?
—Claramente —responde con gracia—. ¿Tú qué tal?
—Muy tranquila sin mi hermano —acepta—. Deberías llevártelo más a menudo.
—Pero si se pasa el noventa por ciento del tiempo en mi apartamento —explica Mia.
—También es cierto —se encoge de hombros—. ¿Algo más que contar a parte de que habéis hecho de niñeros de Maximilian?
—Pues... Mi padre tiene novia.
—Interesante. ¿Y qué tal?
Aquella confesión había sacado a la luz el lado más cotilla de Leah, quien se había recolocado en la cama para quedar asi cara a cara con su amiga, a la vez que dejaba el bol de palomitas sobre su regazo para disfrutar mejor del momento.
—Es maja. Me ha caído bien y...mi padre está feliz.
—Eso es lo importante —apunta.
—Y Lukas le ha pedido matrimonio a Laura.
—¿Estás de coña? —la mira sorprendida.
—No, no lo estoy. El niño se hace mayor.
—¡Bodorrio a la vista! —exclama Leah emocionada— Estaré invitada, ¿no?
—Me encargaré de que sí lo estés —responde riendo—. ¿Tú tienes algo que contarme?
En ese momento la joven Christian dejó de lado las palomitas, y tras pensar bien como explicarle a su amiga lo que había sucedido esas dos semanas, inspiró con profundidad y habló:
—He estado hablando diariamente con Dylan, la verdad. Y...bueno, creo que puedo confirmar que siento algo bastante fuerte por él.
—¡Eso es genial! —la mueca que tenía Leah implantada en su cara decía lo contrario—. ¿No?
—Sí, sí lo es.
—¿Pero?
—Hubo una noche... Hace cinco días.
—¿Con Dylan?
—No. Ahí está el problema.
En ese momento Mia creyó entender el porque de la angustia que había mostrado su amiga.
