V

732 98 27
                                    

"Después de este encuentro, toda mi obsesión, era localizar un lugar verdaderamente seguro en el que poder proteger a mi hija. Cada noche soñaba con miles de esas aberraciones devorando el edificio de la comisaría, donde dormíamos, y llegando hasta los pies de la cama de Alexia.

Los sueños son los que nos mantienen cuerdos en el caos, de eso no me cabe ninguna duda. Puntos de esperanza que nos unen a una exigua soledad. Recuerdo que ellos, y no mi hija, me mantuvieron consistente y me forzaron a madurar, aún más, de lo que la vida me había exigido. La muerte de mi esposa, aunque no era la madre de Alexia, fue un duro golpe para mí. Yo la quería, y todos sabéis que no hay nada más duro que perder a una persona amada.

Pero disculpad este lapsus, achacadlo a la edad y dadle una pequeña tregua a este viejo enfermo.

Después de pensármelo mucho y no encontrando otra solución, me apropié de una caravana en un punto de venta de las afueras. Escogí una enorme, de casi diez metros, con doble batería, y la que tenía el depósito más grande de agua. Si era necesario no entraríamos en ninguna población más que para aprovisionarnos de alimentos, por aquella época, aún había comida comestible en casi cualquier sitio. Cargué la camioneta con todo lo que podríamos necesitar, desde latas de combustible, hasta la emisora de radio y me dirigí hacia el norte.

Esta decisión me costó mucho tomarla, en aquel momento, pensaba que era más probable encontrar supervivientes en una gran ciudad que en una pequeña población, con menos lugares donde esconderse. Sin embargo, me equivocaba. Ahora comprendo que todo seguía un plan divino y los Santos me guiaban por éste, porque gracias al conjunto de estos acontecimientos y mi decisión de huir, encontré a los niños. Gracias a esto, salvé a la siguiente generación, a la generación futura, y me convertí en el "Mulá", el "padre de todos".

Esto que voy a narrar lo llaman, hoy en día, mi cruzada: "La Cruzada del Mulá". Mi hija lo ha mitificado, en su beneficio, hasta tal punto que los jóvenes sacerdotes se arrodillan a mi paso y me piden que les imponga la mano, como si fuera un santo o qué sé yo, cuando realmente lo único que hice es lo que hubiese hecho cualquiera en mi lugar.

No es tonta mi hija, la adoran y la temen, no hay ningún sacerdote en la comunidad que no diera su vida por salvar la de ella. Hoy por hoy si faltara todo se vendría abajo, como ocurrió en Sínola. A veces pienso que ella dejó que pasará, aunque como padre no deseo creerlo. Para mí es lo más importante del mundo. Yo creé la comunidad para protegerla cuando no estuviera.

Pero ya no es la niña que se abrazaba a mí por las noches en la camioneta, asustada por los ruidos que provocaba el viento al chocar contra sus laterales. No, en el túmulo de Enteros perdió su inocencia y yo me hice viejo de repente. Me demostró que era el jefe absoluto de nuestro clan, una guerrera nata, una asesina. Jamás ví tanta furia en una persona tan pequeña, ni yo, ni nadie de los que luchamos allí. Ella sola destrozó con sus manos más bestias que nadie de los presentes, y había jóvenes realmente corpulentos y fuertes. Ya era nuestro líder, entonces se convirtió en la "Libertadora".

Pero no debo divagar tanto, no se por cuánto tiempo voy a poder seguir escribiendo.

Semanas después de partir nos quedamos sin  apenas comida y casi sin combustible y agua. No habíamos dejado de movernos ni un solo día. Nos aprovisionábamos en cualquier población que cruzábamos, pero, esta vez, había calculado mal las distancias y nos encontramos en un pequeño apuro. Comprobé en un mapa de zona cuál era nuestra situación y la población más cercana. Resultó ser un pequeño pueblo montañés, prominentemente agrícola, pero también minero. Estaba envuelto por una cadena montañosa que le proporcionaba una defensa natural impresionante. El pueblo recorría la ladera de una de las montañas hasta un precioso afluente que regaba lo que en su día fueron huertos. La carretera no estaba en mal estado, aunque sí el puente que cruzaba el río. Aún así logramos pasar, con dificultades, pero lo atravesamos y jamás volvimos a salir. Acabábamos de llegar, sin saberlo, a lo que en el futuro llamaríamos 'La Fortaleza'."

"LA FORTALEZA"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora