XVI

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Sólo la Libertadora entró en la mina, mientras los cruzados vigilaban el exterior. Todo estaba cubierto de vegetación, con numerosos árboles poblando lo que en el pasado era una explanada yerma. Alexia apenas pudo reconocer la boca de la excavación, estaba tan camuflada, por las plantas, que parecía una depresión natural del terreno.

Cuando salió, dos horas después, estaba descompuesta y no podía disimularlo. La joven pareja de sacerdotes lo notó enseguida y empáticamente se asustaron. No dijo una sola palabra, simplemente montó en su cabalgadura, y partido en dirección a 'La Fortaleza'. Sus guerreros la siguieron mirándose entre si, algo que podía causar ese efecto en la Monseñor era, sin duda, peligroso... Muy peligroso.

La vuelta se desarrolló a destajo, una carrera constante para llegar cuanto antes al destino, tan sólo se detenían para que sus monturas descansarán lo justo, y siempre en el límite antes de morir reventadas. Se movían muy deprisa, ni siquiera descansaban de noche, apenas dormían, la prisa de Alexia por llegar cuanto antes, a 'La Fortaleza', preocupaba a los jóvenes. Quizá, estaba ocurriendo algo horrible en casa en ese momento y sólo ella lo sabía, la visión de sus familiares en peligro azuzaba la voluntad de los cruzados que seguían, con frenesí, a su incombustible líder.

Cuando ya divisaban las montañas que rodeaban el pueblo, la Monseñor se detuvo, rastreó el suelo buscando huellas, o señales y desvió el grupo al sur, hacia el valle del túmulo de Sínola. 'La Fortaleza' desde esa distancia parecía en calma y esto relajó a los sacerdotes, fuese lo que fuese lo que iba a suceder aún no había ocurrido. Desmontaron muy cerca de la depresión que se hundía para formar el túmulo, cruces talladas en piedra a lo largo de la ladera recordaban la matanza que había tenido lugar allí hacía ya más de dos décadas.

Los sacerdotes miraban con veneración este lugar. Los pecadores que encontraron la muerte aquí, no habían seguido los preceptos del Mulá, y no había escuchado las palabras de su hija. En aquélla oscura época, ella, aun no era el líder de la comunidad. A las nuevas generaciones de sacerdotes no les cabía la menor duda que el Altísimo había castigado, de esa manera tan brutal, la herejía de dudar de la Monseñor.

La batalla había sido salvaje. Las tropas de la Libertadora habían salido detrás del grupo separatista. La propia Monseñor había sido la exploradora de vanguardia. Había seguido las huellas que dejaban los carros y vehículos que utilizaban para la marcha, adelantándose al grupo y manteniéndose en contacto con éste, a través de walkie-talkies. En aquella época aún funcionaban este tipo de aparatos fabricados por los antiguos. Ella había calculado el tiempo de acción del grupo de rescate y por eso, había algunos herejes que, la culpaban de no haber llegado a tiempo para salvar a los adultos.

Pero las historias que los cruzados veteranos contaban a los novatos, hablaban de cómo al llegar al túmulo maldito, sólo estaba en pie Alexia, sobre una montaña de cadáveres de engendros y hombres; enfrentándose ella sola, con su espada, a decenas de bestias, mientras los niños, aterrados, gritaban detrás, abrazándose entre ellos, cubiertos con la sangre de su defensora. Los regulares se lanzaron sobre las bestias gritando con furia, en el momento en que la hija del Mulá, desangrándose por sus innumerables heridas, desfallecía por el esfuerzo. Desde ese momento se convirtió en una leyenda viva, la vencedora de las bestias en Sínola, había nacido la Libertadora.

Todos estos pensamientos bombardeaban la mente de la joven pareja de sacerdotes, mientras se arrastraban por el suelo sagrado de la depresión de Sínola, asomándose al túmulo. Pensamientos del pasado glorioso de su líder, que se cortaron abruptamente cuando vieron lo que se concentraba allí de nuevo.

Alexia se mantenía relajada, estudiando a la riada de bestias que se agrupaban allí, formando escuadras regulares de individuos que se perdían en la lejanía. La primera vez que las localizó aquí, cuando era adolescente, y esperó, observando el combate con los adultos que no comulgaban con su padre y que morían uno a uno, eran cientos de demonios. Ahora, eran miles.

"LA FORTALEZA"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora