XIX

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"Al recuperar el sentido lo primero que ví fue a mi hija, adormilada en una silla, dando cabezadas sobre su pecho, intentando infructuosamente, mantenerse despierta. La llamé suavemente, aún estaba muy débil por la pérdida de sangre. Ella se desperezó de inmediato y me abrazó con fuerza, habían temido por mi vida y todos, en el centro, rezaban por mi recuperación.

Al principio no me dijeron nada de la escisión, no querían preocuparme. Quizá, si me lo hubiesen dicho inmediatamente hubiese podido salvarles. Sin embargo, Dios quería que volviera a sufrir. Hasta ese día, sólo había perdido a uno de mis hijos, en ese tiempo perdí a más de treinta.

Me lo contaron cuando ya habían partido. Recuerdo haber escuchado el sonido de los motores, y el movimiento de muchas personas. Recuerdo haber oído lloros en la lejanía, y algunos gritos, pero desde el hospital no se puede ver la entrada principal y yo aún estaba muy convaleciente como para levantarme. Ese día mi hija estuvo en todo momento muy inquieta, hablando constantemente con Roser, discutiendo con él, pero tratando, ambos, de que yo no me enterara. Me enfadé con ellos y utilicé mi autoridad paternal para que me explicaran el por qué de tanto revuelo y aunque, en principio, se resistieron, por aquel entonces aún eran demasiado jóvenes, y terminaron por confesar.

Desde mi marcha en busca de la colmena de las bestias, se habían incrementado las tensiones entre algunos grupos de mayores. Ya las habían tenido antes, a mis espaldas, sin embargo, hasta mi viaje no habían explotado. Un grupo de quince parejas, con sus doce hijos, había abandonado 'La Fortaleza', por no estar de acuerdo con la forma de llevar las cosas y habían decidido escindirse y comenzar de nuevo en otro sitio.

El terror se apoderó de mí. Las bestias se habían reunido para exterminarnos, ellas venían hacia nosotros y un pequeño grupo de chavales, ignorantes de todo, salían a su encuentro.

Alexia no lo pensó ni un momento y organizó un escuadrón de regulares para intentar interceptarlos. Llegaron tarde, murieron todos mis hijos, incluso casi pierdo a mi querida niña. Aquellos fueron unos momentos aciagos.

Roser me contó que mi hija sola detuvo durante el tiempo necesario, para la llegada de los regulares, a los demonios, protegiendo a los niños en una pequeña cueva, mientras que con su cuerpo y espada cubría la entrada. Cada cicatriz que recorre el cuerpo de mi amada niña marca uno de mis innumerables errores. Esta acción la convirtió instantáneamente en nuestro líder. Algunos piensan que ella se entretuvo en llamar a los regulares, piensan que dejó que murieran los adultos eliminando así un grupo discrepante y dando una lección el resto. No quiero creerlo, es indudable que lo que si hizo fue salvar a los niños, y lleva mas de veinte años haciéndolo.

Cuando volvieron, Alexia tenía heridas por todo el cuerpo. La cosieron los cortes y la transfundieron sangre, pero no dejó que la ingresaran, por supuesto, nadie se opuso, ya nadie podría jamás, ni siquiera yo. Sabía, después de lo que le conté, que los engendros se reagruparían y volverían a atacar, no habían tenido tantas bajas. Así que reunió a más hombres y mujeres, los armó bien, por entonces no éramos muy numerosos pero poseíamos armamento antiguo, y salió a su encuentro. Yo fui con ella, aunque en un principio se mostró en desacuerdo, soy un buen tirador, quizás no podría luchar cuerpo a cuerpo, pero por Dios que defendería a mis hijos.

Los localizamos en el túmulo de Enteros, doce kilómetros más al este. Estaban recuperándose de la batalla anterior. Aun nos superaban veinte a uno.

No tengo mucho que decir de una batalla que todos recuerdan, y de la que se ha contado todo. Fue la más bestial que haya ocurrido jamás, y mi hija fue el vórtice de todo. Desde el primer momento, la mente colectiva de nuestros enemigos, la identificó como el macho alfa dominante y se lanzó contra ella, ese día se convirtió en la Libertadora. Desde ese momento su fuerza y valor, su coraje y arrojo, la transformaron en algo más a los ojos de todos los que estuvimos allí. La batalla fue cruenta entre los dos bandos, y duró hasta casi el anochecer. No se hicieron capturas. Al final las bestias rehuían el combate con mi hija, que parecía no cansarse nunca.

Allí perdió su infancia, se dejó su adolescencia y se convirtió en lo que es ahora, el jefe guerrero de nuestro clan. Una leyenda viviente.

Los funerales por los muertos duraron días, todos habían perdido a alguien especial , pero yo había perdido a tantos... Los recordaba el día en que los encontré asustados, cuando me ayudaron a poner en marcha la presa, cuando empezamos los primeros cultivos. Aun ahora, recuerdo sus sonrisas y lloros, como venían a mí para contarme sus pesadillas siendo pequeños, a recordarme sus cumpleaños.

Nadie debería jamás sobrevivir a sus hijos, no hay mayor dolor.

Pasé una larga depresión, incrementada por la infección de mi pierna, que me mantuvo postrado en la cama muchos meses. Mis hijos y nietos me visitaban y me traían flores, juguetes hechos por ellos mismos, y me enseñaban a los recién nacidos para que les diera mi bendición. Trataron en todo momento de ayudarme a superarlo, sin embargo, lo que no sabían era que mi depresión también se debía a lo que no había visto durante la batalla. Hubo bestias, cientos de ellas, pero ni un tentáculo, éstos, no habían intervenido.

Seguían allí, en la mina, esperando."

"LA FORTALEZA"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora