Capítulo 29

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Alejandro había llevado a las dos niñas hasta el apartamento, sin hacer caso a las protestas de Isabella. Todavía la sentía temblorosa a su lado. Agradeció la ayuda de Valeria al indicarle donde estaba la habitación de las niñas y caminó hasta ahí, dejando a Isa sentada en el sofá. Las puso en sus camitas y le quitó los zapatos y la chaqueta a una, mientras Valeria hacia lo mismo con la otra.

- Pueden dormir así por una noche. No creo que nadie quiera que se despierten ahora. - le dijo la muchacha cuando le preguntó por los pijamas.

- ¿Te encuentras bien? - le preguntó.

- Fue aterrador. Pero, aunque tú no hubieras aparecido, Isa habría encontrado la manera de sacárselo de encima. - Alejandro asintió, no dudaba de la capacidad de Isabella de defenderse, pero eso no hacía que se sintiera mejor con la idea de aquel desgraciado lastimándola.

- Gracias por llamarme. - le dijo y ella negó con la cabeza.

- Iba a llamar a Fran, pero las manos me temblaban tanto que no pude buscar su número. Tú fuiste el primero en la agenda, como ya dije.

Alejandro le sonrió y ella le devolvió la sonrisa. Agradeció la valentía de la muchacha, otra persona en su situación podría haberse paralizado de miedo, incapaz de hacer nada.

- Ve con ella. - le dijo mostrando con la mano hacia la sala. - Yo me quedo un rato aquí con las niñas y después me voy a dormir.

Alejandro le hizo caso. Isabella estaba sentada en el sofá donde la dejaron, con las rodillas pegadas a su pecho. Se mecía de adelante atrás y la imagen revivió sus ganas de volver a buscar al bastardo y golpearlo un poco más.

Se sentó en el reposabrazos, temiendo su reacción si se acercase más. Ella entendió su intención y le regaló una sonrisa temblorosa.

- No me voy a poner histérica contigo. - le dijo, todavía luchando por mantener la sonrisa en sus labios - No te quiero lejos, Ale. Es más, te quiero lo más cerca posible para así saber que lo que pasó esta noche no es mi realidad. Mi realidad eres tú y esto fue solo un lamentable accidente.

Alejandro se levantó y después se dejó caer a su lado, ella no perdió tiempo para acercarse y abrazarlo.

- Ni siquiera estoy mal por lo que pasó. Sabía que cosas así podrían pasar. No digo que estoy bien con eso, pero tampoco me engañaba diciendo que todo sería perfecto aquí. Lo que me molesta es que había niños ahí. Y no le importó. ¿Te imaginas si las gemelas estuvieron despiertas? Se habrían traumado más de lo que están. Y eso me hace quererlo matar.

- ¿Quieres poner una denuncia?

- ¡No! No serviría de nada. Solamente para arrastrar mi nombre por los periódicos y alentar a los demás pervertidos. Dejémoslo como un incidente.

- Vale. - aceptó e Isabella lo miró sorprendida. Había esperado una batalla al respecto. - Pero prométeme que si vuelve a suceder me lo vas a decir. Y que entonces si vamos a poner una denuncia. - ella asintió, por el simple hecho de que eso era lo que pensaba hacer de todos modos.

- Nunca te vi como alguien que usara sus puños. - dijo después, tratando de aliviar un poco el ambiente. Todavía estaban abrazados en el sofá y los temblores se habían calmado.

- Los usé exactamente tres veces en mi vida. - confesó. - Y dos de ellas fueron por ti. - su sorpresa era evidente, una pregunta muda en sus ojos - Damián. - le dijo finalmente y suspiró al saber que le pediría detalles.

Unos ruidos desde la puerta lo salvaron de contar la historia. Francisco entró, tiró su sacó en el sofá individual que estaba frente al donde estaban sentados ellos y lo miró con el ceño fruncido.

Rescatados (#1 Santa Ana) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora