Capítulo 10

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Isabella tocó la puerta y después se removió inquieta. Tal vez no fue una buena idea ir ahí después de todo. Casi cedió al ataque de cobardía y se preparó para irse, cuando escuchó su voz desde el otro lado de la puerta. Suspiró.

- ¿Puedo pasar? – Alejandro sonrió al verla y le mostró la silla delante de él con un ademán. Era extraño que ella estuviera ahí, nunca lo había buscado con intención. Se sintió un poco asustado al recordar lo que pasó la noche anterior. ¿No iba a renunciar?

- Alejandro, con respecto a lo que paso anoche... yo... lo siento mucho... sé que no debí decir eso, pero... – las palabras murieron en su boca cuando él se levantó y se detuvo a su lado, apoyándose en el escritorio.

- No tienes que explicar nada. Sé cómo es mi esposa y de lo que es capaz de provocar en las personas. Pero, tampoco sé qué hacer al respecto. Está embarazada y me temo que tantas discusiones le hagan algo al bebe, por eso trato de no pelear.

Ella sonrió, negando con la cabeza.

- No vine para quejarme. He vivido estas escenas casi toda mi vida de adulta. Sé cómo manejarlas. Solo que ayer no fue un buen día y rompí mi propia regla de no pelear. Por eso quería disculparme.

Reprimió las ganas de preguntarle por qué no fue un buen día, quería que le contara todo lo que la entristecía y él sería capaz de resolver todos sus problemas personalmente. Pero, no tenía ningún derecho a hacerlo, él era solo su jefe, no podía tomarse esas libertades.

- Ah, una cosa más – un rubor tiñó sus mejillas obligándolo a moverse de su actual posición y esconderse detrás de la seguridad del escritorio de roble. – Lo que ella dijo, sobre yo yendo al club...

- Como les dije a ellos, lo que haces o dejes de hacer en tu tiempo libre no nos incumbe. Pero, si te deja más tranquila, nunca pensaría eso de ti. Sé lo que te costó salir de ahí.

La chica soltó un suspiro audible y lo miró con una sonrisa en los labios.

- Gracias. – se levantó para irse, dejándolo confundido. ¿Por qué le había dado las gracias, exactamente?

Isabella se sentía un poco más tranquila después de la conversación con Alejandro. Se había convencido de que iba a disculparse por responderle así a su mujer, pero en el fondo sabía que quería aclararle porque había ido al burdel.

En realidad, no le debía explicaciones de ningún tipo, pero no había podido dormir en toda la noche imaginando qué pensaría él de ella. No le gustaba preocuparse por lo que piensan otras personas, pero no podía evitarlo. Le estaba dando a Alejandro un lugar especial en su vida. 

El día siguiente amaneció soleado

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El día siguiente amaneció soleado. Se levantó a regañadientes de la cama, gruñendo al ver la hora. Tendría que ducharse rápido si iba a llegar a tiempo para ver a Daniela. Y ella odiaba ducharse rápido. Los primeros años que pasó en el burdel pasaba las mañanas en la ducha, con agua caliente quemándole el cuerpo, tratando de borrar los recuerdos y el dolor con el agua. Se convirtió en una costumbre a través de los años y ahora prefería no ducharse a hacerlo con rapidez.

Rescatados (#1 Santa Ana) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora