Fragmentos de una historia (7)

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Dos años y medio después de partida de Isabella

Sus hermanos rara vez se ponían de acuerdo. Podía contar esas veces con los dedos de una mano. Cinco en el momento presente.

Los fulminó con la mirada, mientras ellos se ahogaban en la risa. Decidió ignorarlos y volvió la mirada a su padre, quien la miraba con diversión.

- No es tan malo. – se defendió y los idiotas rieron más fuerte.

- Cariño, ha sucedido cinco veces en medio año. Y ya tienes a Val y a las gemelas. ¡No puedes salvar a todos los niños por tu cuenta! – le explicó usando la voz que había usado cuando tenía cinco años y hacía algún berrinche.

- Pero no puedo simplemente ignorarlo. – gritó exasperada. Las risas aumentaron. ¡Cállense ya! – pararon por un segundo, para volver a estallar en carcajadas aún más estruendosas. ¡Idiotas!

Había atendido cinco niños más que estaban en condiciones similares a las dos niñas que ahora llamaba hijas y se había involucrado en sus casos tan profundamente que estaba volviendo loca a la trabajadora social. Por eso su padre la había llamado para informarle que había formado una fundación para niños abusados y estaba en proceso de construir una casa refugio que iba a proporcionarles techo y comida y uno que otro pequeño placer de la vida.

La intención de su padre era buena y la idea le encantaba. Pero empezar la conversación diciendo que se sentía como cuándo veinte años atrás le explicaba que no iba a poder traer a cada cachorro que encontrara en la calle y ella le respondió que si ellos no podían vivir con ella, entonces ella iría a vivir con ellos y se dirigió a paso digno hacia la puerta, no era la mejor manera.

Como mínimo, había provocado que sus hermanos rieran sin parar por veinte minutos, sus risas interrumpidas solamente por tirar algún comentario y volver a reír como poseídos.

- Por eso creo que esta es la mejor opción. Además, Carla (la pobre mujer que tenía la desgracia de llevar esos casos) me pareció muy entusiasmada con la idea de llevar el proyecto. Ella también quiere ayudar a esos niños, pero las vías legales no son las más fáciles para manejar.

Isabella asintió. No había nada para refutar. Su padre estaba desprendiendo una gran parte de su fortuna para financiar el proyecto y ella se sentía orgullosa de él. Tal vez sí podía hacer algo para hacer del mundo un lugar un poquito mejor.

Rescatados (#1 Santa Ana) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora