EPÍLOGO

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DAMON

Sujetando su cadera con mis manos, corrí su hilo de encaje y embestí con fiereza. Dentro, fuera, sin piedad. Sus manos estaban apoyadas en el escritorio de mi estudio.

—¿Te gusta así? —Gruñí en su oído.

— Me encanta. —Respondió entre jadeos.

De un halon de su melena azabache pegó un grito, echando la cabeza hacia atras. Se contrajo y la estrechez me hizo morder su hombro, excitado de placer.

— Jamás me cansaré de esto. —Tomé uno de sus pechos magreandolos.

Sentía una vibracion de pies a cabeza,  con mis dedos empecé a masajear su clitoris a la vez que la embestía.

Una palmada fue a dar a su nalga, ella ahogó el gemido, sentía sus piernas temblar, estaba a punto de correrse.

Me prendía, se movía como una diosa, su néctar era dulce, jamás me cansaba de probarla, de las sensaciones que me recorrían al estar dentro de ella.

La volteé y cargué encima mío, ella pegaba brinquitos con sus brazos aferrados a mí cuello mientras me besaba. Tiré todas las cosas para despejar el escritorio y la senté ahí.

Apoyo sus brazos en el escritorio arqueandose, subió una pierna a mi hombro. Se relamió sus labios, cerró los ojos soltando un largo jadeo.

Mordisqueé sus piernas, seguía entrando fuertemente, estaba a punto de venirme excitado por sus gestos y sus gemidos.

Una vibracion perpetró mi cuerpo y me vertí dentro suyo.
Nos quedamos unos minutos en la misma posición, tratando de recuperar el aire. Siento la vista nublada aún con sus piernas temblando sobre mi cuerpo.

Ella se cubrió la cara con una de sus manos, se dejó caer en el escritorio y sonrió.

Me separé de ella para limpiarme los restos de nuestros fluidos y luego  me coloqué el traje.

La puerta se abrió y por inercia la cubrí con mi cuerpo.

—¡Papi! ¡Mami! — Junne vino corriendo hacia mí.

Leah se levantó rápido y trató de bajarse su vestido. Junne frunció el ceño, miró a su madre y luego a mí.

— Papá, ya les he dicho que no jueguen sin mí, es de mala educación.

Tragué saliva ante su comentario y empecé a toser bajandola de mis brazos. Ella estaba de brazos cruzados esperando una respuesta.

— N-no hij...

— Papá estaba ayudando a vestirme, mi amor. — Leah la levantó y dándole un beso en su pequeña nariz.

— Mamá, pero ya estás muy grande, eres mayor y yo ya me visto sola. —Refutó.

— Tienes razón, ¿me enseñas a vestirme sola? — Ella se quedó pensativa unos momentos y asintió sonriendo y abrazando a su madre.

Ambas salieron del lugar y Leah me guiñó un ojo antes de cerrar la puerta. Yo solté una risa, las ocurrencias de mi pequeña princesa eran fascinantes. Cada día ella aprendía algo de nosotros, pero lo cierto es que terminábamos aprendiendo más de ella y su puro corazón.


Los coches en el parking estaban estacionados en una fila casi perfecta, abrí la puerta y di la vuelta para tomar a mi pequeña en brazos. Le di la mano a Leah para que pudiera bajarse y a pocos segundos se estacionó la camioneta con mis padres y los de Leah.

Llegamos al auditorio donde se realizaría la ceremonia de graduación. Ya había culminado la carrera, hace una semana Leah se había graduado de Leyes y hoy era mi turno con Negocios.

Con ayuda de contactos Leah pudo establecer la única oficina de Abogados en Sephane. Era un éxito en la pequeña ciudad y teníamos lo necesario para expandernos a las demás ciudades.

Comenzó la ceremonia, palabras del rector, de los decanos, y llegó el momento de recibir el diploma.

— Beckett Allen Damon. —Me levanté de mi puesto, orgulloso de mí.

Caminaba con una sonrisa estampada en la cara, recibí el diploma y los reconocimientos adicionales y tomé de la mano a mi familia, no me iba a quedar escuchando los nombres de personas que no me importaban.

Tomé de la mano a mi mujer y a mi hija y nos largamos del aburrido auditorio.

Subí a mi pequeña al coche, abroché su cinturón de seguridad.

— Felicidades, papi. — Me felicito y pellizque sus mejillas.

—Gracias, princesa.

Le abrí la puerta a Leah y ella se acomodó en el puesto de piloto.

— Súbete. —Ordenó y rodé los ojos, ni con los años se le iba a quitar lo mandona.

Condujo con canciones de su banda favorita mientras Junne tarareaba las canciones.

— Tu madre tiene pésimo gusto. — Me quejé.

— Tu entras dentro de sus gustos, papá, entonces es mejor que guardes silencio porque te estarías diciendo feo. — Se encogió de hombros mientras le quitaba el envoltorio a un dulce. — Y tu no eres feo papá, ¿cierto mami?

— Claro que no, amor. — La miró por el retrovisor sonriendo.

Yo sacudí la cabeza, era imposible que una pequeña de casi 5 años me estuviera diciendo todo esto.

— Llegamos.

Di un vistazo, era una cabaña enorme de dos pisos, pero no era eso lo que asombraba, era la tremenda vista que tenía al frente. Al lado se podía observar una pequeña cascada, los pastos verdes, todo lleno de flores y el ambiente natural me hizo curvar mi sonrisa.

— Bájate. — Ella abrió la puerta y luego sacó a nuestra hija.

Junne se bajó de sus brazos y llegó corriendo hacia mí con una venda.

—Es una sorpresa, papi. Pontelo. —Estiró sus pequeñas manos para que lo tomara y me quedé quieto. — Ya mismo.

Se exasperó y me agaché.

—Ponmelo, mandona.

Ella afirmó con su cabeza y me puso la venda de seda en los ojos.

Leah y Junne me tomaron de la mano guiándome por el lugar. Caminamos por un prado cercano a la cascada.

— Puedes ver.

Me solté la venda y un árbol estaba frente a mis ojos.

— Sé que esparciste las cenizas en una montaña, pero quería que tuvieras un recuerdo de ella y puedes venir y sentarte en la sombra de este árbol, te prestará protección y cobijará cuando lo necesites, tal como lo hacía Jane.

Leah me tomó de la mano y me dio un beso en los labios.

— ¡Acá puedes visitar a la abuela Jane, papá! — Exclamó Junne y yo asentí con un nudo en la garganta.

— Daría mi vida por ambas, son las reinas que gobiernan mi alma y mi corazón.

Las abracé fuertemente, no estaba solo, Jane nos cuidaba desde donde quiera que estuviera y en la tierra tenía a las más bellas criaturas siendo parte de la vida que un día consideré innecesaria.

Un abrazo recompone el alma y yo recibía dos al mismo tiempo. Ambas reconstruían las partes rotas que una vez conservé en una cajita de cristal.

Ambas rompieron mi escudo y lo reconstruyeron a partir de hilos de amor.

Ambas eran la sanación de un ser que una vez estuvo repleto de oscuridad.


Impredecible tentación | #Wattys2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora