CAPÍTULO NUEVE

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Le di una sonrisa forzada, sin poder disimular mi cara de molestia. Yo no tenía derecho a estar molesta pero no era capaz de controlarme.

¿Molesta porque no pudiste controlar tus hormonas o porque te interrumpieron mientras se comían con la ropa?

Pasé por su lado sin darle mirada alguna e ignorándola totalmente y sin importarme su reacción.

Nunca había tenido amigos, era estúpido creer que de un momento a otro cambiaría y dejaría de desconfiar de las personas.

Este era el resultado de pasarme de copas, mi mal genio aumentaba y no me detenía a pensar lo que quería decir, solo me fluía y podía llegar a ser muy hiriente que hacía que todos se alejaran.

—Creí que éramos amigas. –Su voz dolida me hizo detener y dar la vuelta, quizá tendría razón en sentirse así, pero en estos momentos no me importaba en lo absoluto.

—Y yo creí que mis padres durarían toda la vida y ya ves que no. A lo mejor Damon no es el chico que crees y simplemente no quiere estar contigo. Es dura la verdad, pero prefiero que te duela por un momento el sabor de la decepción a que te agarren de juguetico, amiga. —Ella negó en silencio y se dio la vuelta. – No sirvo para tener amigos porque o me lastiman o los lastimo yo primero, así que no me iba a quedar de brazos cruzados esperando otro duro golpe.

Bufé molesta y saqué mi celular del bolso al sentir la vibración.

Tenía un mensaje de texto de mi papá, pasé saliva y dudé en abrirlo.

De: Papá.
Para: Mí.

Hola, mi niña. Solo te escribo para saber cómo estás, llevas días ignorando mis mensajes y lo comprendo. Pero, si estás bien envíame aunque sea un emoji, quedaré tranquilo al saber que te sientes cómoda y tranquila.

Lo último que quiero es que te sientas mal o que yo sea el causante de esa tristeza.

Una vez más, lamento todo y te amo.

Te envío una foto juntos, en tu cafetería favorita.

Extraño tanto el sonido de tu risa...

Sentí que la vista se me nublaba y que las lágrimas estaban próximas a deslizarse por mis mejillas, si bien el alcohol me tenía sin pelos en la lengua, también aumentaba mi sensibilidad respecto a temas que me dolían. Sin embargo, no me permití llorar, no quería llorar este día.

Unas voces me sacaron de mi trance y era un grupo de chicos que iban corriendo hacia sus autos mientras reían, unos codeaban a otros y se tomaban del pelo. Guardé mi celular.

—¡Corre, Jhay! ¡Las peleas ya van a empezar! – Era extraño que en este pueblo que parecía tan acogedor y tranquilo existiesen espacios para peleas que claramente, eran clandestinas.

—¡Hey! –El chico se detuvo a verme y yo corrí hacia su auto, sentí que me quedaba sin aire debido a mi pésimo estado físico y cuando llegué respiré con dificultad colocando mis manos en las piernas y mirando al suelo.

Se me quedaron mirando raro. Cuando me recompuse les pregunté.

—¿Puedo ir con ustedes? – Ellos ladearon la cabeza confundidos y negaron —No subestimen a una chica –continué —Muchas veces los puede dejar callados.

Ellos se compartieron miradas, no dudaron en recorrer mi cuerpo con sus ojos y luego aceptaron abriéndome la puerta de la camioneta.

—Se atreven a tocarme o hacerme daño y lo lamentarán. –Amenacé mientras sostenía mi bolso dramáticamente y ellos se rieron.

Impredecible tentación | #Wattys2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora