CAPÍTULO DIECISIETE

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Atenas, Grecia.

Viernes a las 16:00 horas.

DAMON


El moderno aeropuerto de Atenas nos recibió con un aire menos pesado que el de Sephane. Leah estaba nerviosa, el constante movimiento de su pierna y de sus dedos me lo hacían saber sin necesidad de preguntarle nada. 

Nos veíamos muy distintos y los documentos que necesitamos para viajar y dentro del aeropuerto no causaron problema alguno. Si algo hacía bien Amanda era falsificar todo a la perfección sin errores.

Lástima que su maldita existencia sí fuera un error. 

La peluca roja de Leah hacía juego con sus lentes de contacto color gris y su ropa holgada. Por mí parte, tenía una peluca rubia y lentes de contacto color café. Éramos una versión de Daphne y Fred ridícula y que sorprendentemente pasaba desapercibida.

Estábamos esperando a que su padre la recogiera, ese era uno de sus mayores motivos para encontrarse en esta situación.  

- Estarás bien, preciosa. - Me miró por primera vez dentro de horas. - Estoy aquí para cualquier cosa que necesites. - Acuné su rostro entre mis manos y ella asintió en silencio. 

- No puedo creer como llevo tantos problemas con auto control pero cuando se trata de mamá o papá me derrumbo, vuelvo a ser una niña pequeña e indefensa incapaz de defenderse y eso es frustrante. 

- Lo sé, Leah. - Tenía los ojos llorosos. - Pero acá vas a combatir todas tus frustraciones y problemas. - Le di un leve beso. - Vas a dejar el dolor acá y llegarás fuerte e invencible. 

- ¿Por qué no te conocí antes? - Susurró para sí misma pero la pude escuchar. 

Sí supieras.

- No te habría prestado atención. - Bromeé y ella me pegó un puñetazo en el hombro. - Auch, no te molestes si la verdad duele.

- Eres un idiota. - Se cruzó de brazos sobre su pecho. 

- Solo los idiotas como yo pueden atraer a encantos como tú. - Saqué el teléfono para tomarnos una fotografía, se veía más linda cuando estaba molesta. 

- Tus frases de ligues baratos no cuentan conmigo. - Se puso los audífonos ignorándome. 

Estúpida niñita.

Después de una media hora, llegó Myles Floros en su camioneta. Se bajó a recibir el equipaje y ayudarnos a subirlo en el carro. De lejos se le notaba que sus piernas flanqueaban, tenía unos lentes de sol así que no podía verse mucho de su cara. 

¿De quién habrás heredado la belleza, pequeña Leah?

El hombre subió todo con nerviosismo, Leah estaba estática en su lugar, no había pronunciado palabra alguna y no sabía como romper el hielo.

- Hola, señor. - Lo saludé serio. Él me dio una mirada de pies a cabeza y frunció el ceño. 

¿Qué carajos? Todavía le ayudo y le salgo a deber. 

Menudo tonto, ya entiendo por qué lo dejaron.

- Hola, joven. - Pronunció receloso mientras miraba detalladamente mi peluca y luego desviaba su atención a su hija.

Parado desde la camioneta se quitó los lentes y se acercó a nosotros que estábamos ubicados en el anden, pero un paso en falso hizo que tropezara y se cayera al suelo. Leah reaccionó de inmediato y se agachó a ayudarlo. 

Impredecible tentación | #Wattys2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora