CAPÍTULO UNO

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Cambiarme de ciudad no estaba en mis planes, pero mamá se quería alejar de papá tanto como pudiera, así que hice mi mayor sacrificio y ordené mis preferencias a pesar del dolor y caos mental que me causaba.

Me fui con mamá y ni siquiera sabía si esa era la mejor decisión que estaba tomando, pero ya no había vuelta atrás. No habían quedado en los mejores términos después de descubrirlo en la cama -que habían compartido por quince años- con otra mujer mucho más joven que él. Aún lo recuerdo porque fui yo la que los encontré y seguidamente fue mamá.

No podría decir que con aquella escena conocería el dolor, pues este se había arraigado a mi como una segunda piel desde años anteriores.

No me arrepiento de la decisión que tomaron de separarse, porque si bien hicieron el intento de seguir como si nada, mamá vivía atormentada y no es lo que yo deseaba para ella, era una mujer maravillosa y nadie se merece pasar sus días preocupándose de que su pareja le continúe fallando, a pesar de seguir extrañando a la feliz familia que solíamos ser. Además, no solo mi vida familiar estaba arruinada, yo estaba perdida en el dolor desde hace mucho tiempo, tenía la esperanza de poder salir de ese hueco vacío en el que me había sumergido.

No estaba segura si un cambio de ciudad serviría, pero empezar de cero después de tantos recuerdos dolorosos no sonaba mal.

- Mamá, ¿estás bien? - Pregunté preocupada al notar su mirada perdida mientras conducía al aeropuerto.

Lira, mi madre, volvió a la realidad y parpadeó rápidamente moviendo su cabeza tratando de despejar su mente.

- Sí hija, estoy bien, solo me distraje pensando en una cosa.

No piensas en una cosa, piensas en él.

En papá.

No la culpaba, había sido el hombre de su vida por tanto tiempo, seguramente se la pasaba en su mente a cada instante, pero el reprimirlo la estaba jodiendo y mucho.

- Estaremos bien. - Es lo único que pude responder, tratando de convencerme más a mí que a ella.

El resto del viaje transcurrió en un silencio no incómodo sino reconfortante. Llegamos al aeropuerto y tomamos el avión que nos conduciría a la nueva etapa de nuestras vidas.

Luego de un largo vuelo, llegamos a Sephane, un pueblo que las revistas relataban ser tranquilo y ansiaba que así fuera, tanto caos urbano de Grecia me iba a enloquecer. Nos bajamos del avión y me puse la chaqueta de cuero negro que llevaba en las manos, para así no tener problemas con el equipaje.

Mamá imitó mi acción, pero en lugar de usar una chaqueta de cuero, ella tenía puesta una gabardina color arena. Su elegancia y belleza perteneciente a otro mundo, me hacía preguntar cómo un hombre no la pudo valorar, si aparte de tener un cuerpo lleno de curvas, era la persona más bondadosa e inteligente que cualquier persona pudiese conocer. Era maravillosa detallándola desde su parte emocional como externa.

Errores que te arruinan la vida, me repetía en la mente.

Mamá tenía su cabello color azabache, los ojos claros, sus labios eran rosas carnosos y con las prendas que llevaba se remarcaba su cintura de avispa.

Salimos del aeropuerto, pero no sabía a dónde iríamos exactamente.Sonó el timbre de su celular y ella lo contestó con una sonrisa de oreja a oreja.

- ¡Hola, querida! ¿cómo estás? - El tono de voz con el que respondió era de pura y plena felicidad y me sorprendía verla en ese estado tan eufórico, porque hace mucho no la veía emocionada con absolutamente nada. Pero le hallé razón, estaba hablado con su mejor amiga, Aurora.

Impredecible tentación | #Wattys2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora