Prólogo.

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Ciudad de Filadelfia, hace 9 meses atrás.

— ¿Y si te dijera que el mundo está lleno de esquinas oscuras donde los cuerpos sin almas invaden? ¿Cambiarías tu manera de ver la vida? El tiempo es corto. La vida es un juego que juegas sin un manual para que forjes tu propio destino; cuyo destino, te guiará al final que mereces. ¿Cómo crees que terminarás? — le leo a la hermosa anciana que tengo tendida en la cama frente a mí. Por múltiples problemas de salud, no puede levantarse. Esta anciana es mi abuela, madre de mi fallecido padre. Tiene 87 años y es increíble que aún viva a pesar de sus condiciones, ya que también está ciega. Cierro el libro del que le he leído este párrafo y concentro mi mirada en ella, en lo tranquila que está después de escucharme.

— ¿Tú terminarás como tu padre? — su pregunta me da escalofríos. Me acerco más, tomo su mano y la acaricio suavemente.

—No pienses en esas cosas. Nada malo me pasará. No tendré el mismo final que papá, ¿de acuerdo? — trato de quitarle esos horribles pensamientos de su cabeza.

—Si no detienes a tu hermano, lo hará. Hará que tengas el mismo destino que Williams y destruirá lo poco bueno que tienes en la vida. No tendrás escapatoria. Este es el final de los Connor: ¡la muerte! ¡siempre la muerte! ¡muerte! ¡muerte! ¡muerte! — le ha comenzado esos ataques de pánico y locura que ya son comunes en ella. Los enfermeros entran de inmediato a la sala para controlarla mientras sujetan sus brazos a la camilla y le inyectan algo que la duerme al instante.

Estoy muy preocupado esperando noticias afuera, hasta que, después de varios minutos, salen.

— ¿Está mejor? — les pregunto de inmediato.

—Lo estará. Pero será mejor que esté en reposo algunos días. — me duele verla en estas condiciones. — Hacemos todo lo que podemos, señor Connor.

—Lo sé. Estaré eternamente agradecido con ustedes por ello. Tengo que regresar a Washington esta noche, pero necesito que me mantengan al tanto de cualquier novedad.

—Por supuesto. Cuente con ello. — miro por última vez a mi abuela a través del cristal de su habitación y salgo del asilo. No soy de tomarme muchas vacaciones y aunque esta evidentemente no lo fue, es lo que todos creen en el departamento federal. La salud de mi abuela no mejora pero al menos sigue con vida y soy el único que no la ha dejado sola. Si fallece sabré que hice todo lo que estuvo en mis manos para ayudarla y recordarle que sigue teniendo un nieto que la ama.

Después de este intenso viaje, es hora de regresar. A ver qué más me tiene Washington. 

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