27- Vigésimo cuarta Repetición

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Corrí hacia el encuentro con Reed, sintiéndome de alguna forma ligera, y pese a todo, con una chispa de felicidad en mi interior, lo que parecía ser un sentimiento raro y nuevo en la Rabia, así que lo abracé, atesorándolo por el tiempo que pudiera, porque ya todos sabíamos que las cosas entonces, sobre todo las buenas, no duraban demasiado.

― Hola ― me saludó Reed tomando mi mano e inclinándose para dejar un suave beso en mis labios, que me tomó totalmente desprevenida ­― ¿pasa algo?

Había cerrado los ojos casi por instinto al sentir su toque y debía de tener una enorme y boba sonrisa en mi cara, tristemente nada de eso evitaba que el miedo acechara sobre mi hombro, susurrando cosas que no quería oír, pero que sonaban muy ciertas como para ignorarlas, y Reed se estaba convirtiendo un experto en leerme o yo había empezado a ser un libro abierto en algún momento.

― Solo que todo parece demasiado bueno para ser cierto ― últimamente las cosas habían ido demasiado bien, sin más amigos muertos o al borde de ello, o grandes complicaciones con los rabiosos, habíamos tenido hasta un bonito recuentro con Silvia y su hermana, Kassandra, y luego estaba lo que sea que hubiera entre Reed y yo, que, aunque no estaba nada claro, era lo que mas hacía temblar mi corazón.

― ¿Eres consciente de que acabamos de besarnos junto a un cadáver? ― abrí los ojos a tiempo para ver una sonrisa curvando sus labios, tenía razón, había un cuerpo de un hombre al que habían degollado a un metro o dos de distancia, su sangre aun medio fresca estaba bajo nuestros pies ¿Cuándo se había convertido eso en lo normal?

― Sería pedir demasiado que no hubiera cadáveres, soy realista después de todo ― argumenté apretando sus dedos, con una pequeña sonrisa.

― Además Hell, te mereces todo lo bueno que pueda pasarte ― dijo casi en un susurro, llevando su mano libre a mi mejilla, en un cálido toque que acepté gustosa.

― No es eso a lo que me refiero ― no es que me considerara un ser de luz que mereciera cosas buenas, o, al contrario, simplemente me resultaba difícil que pudiera ser feliz, aunque fuera en pequeños momentos, en aquella situación, que pudiera haber cosas buenas y puras en tanto caos y horror.

― Lo sé, solo quería recordártelo, y si uno de los dos es demasiado bueno para el otro esa sin duda eres tú.

― Te rebatiría eso en cualquier momento, pero definitivamente deberíamos empezar a correr ― añadí con urgencia, mirando detrás de mí, sin ver aun nada.

― Sin duda ― dijo dando un paso atrás y comenzado a correr sin soltar mi mano, él también había oído la multitud de pasos acercándose.

La turba de rabiosos no tardó en aparecer en la calle detrás de nosotros y descubrirnos, comenzaron a perseguirnos, como cazadores a su presa, nuestros zapatos golpeaban con fuerza contra el pavimento, no teníamos armas y eran demasiados, no quedaba otra que correr, mi respiración no tardó en desestabilizarse y el sudor comenzó a empaparme mientras la sangre tronaba en mis oídos, la adrenalina inundando mi cuerpo, mientras los rabiosos no desistían en su cacería, y en lugar de conseguir dejarlos atrás poco a poco, cada vez que me atrevía a echar un vistazo hacía atrás parecía haber más de ellos, como si todos los rabiosos se unieran contra una presa común, nosotros.

Al final cogimos tantos desvíos en un desesperado intento de perderlos de vista, que todo lugar seguro que conocíamos quedó demasiado atrás, ni siquiera íbamos ya en dirección a donde habíamos quedado aquella vez con Anabel y Cameron, tampoco era lo mejor para ellos, pero eso nos dejaba solos, desarmados, sin apenas opciones, y esa realidad me golpeó con fuerza.

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