― Supongo que mejor no digo nada al respecto ― dije con un toque de amargura mientras aceptaba el revolver que Reed me tendía, me había asustado bastante al no verle aparecer, aun mas cuando tampoco estaba en el cruce donde solíamos encontrarnos tiempo atrás, no me atreví a avanzar mucho más y que acabáramos perdiendo la pista el uno del otro, así que no me quedó de otra que esperarle escondida hasta que apareció por su cuenta, al parecer se había entretenido consiguiendo armas por el camino de él sabría dónde.
― Que haya aceptado ir no significa que vayamos a hacerlo indefensos ― contestó, terminando de poner los cartuchos en el rifle de caza que llevaba consigo, me habría asustado sí, pero sin duda no había en vano, ni había perdido el tiempo.
― Lo entiendo ― afirmé con un asentimiento acompañado de un suspiro, maldita sea si lo entendía, la última vez que había estado en casa de los Bonner había acabado literalmente muerta y ni siquiera hacía demasiado de aquello, ni veinticuatro horas.
― Vamos, nos espera un largo camino.
Durante nuestro trayecto dimos tantos rodeos como pudimos y nos atrevimos, sin contar aquellos que nos veíamos obligados a dar para huir de los rabiosos que iban a apareciendo cada poco tiempo en busca de próximas víctimas, nos mantuvimos vigilantes por si estos decidían seguirnos a nuestros destino y tendernos un trampa de nuevo, porque estaba segura de que eso era lo que había pasado en la otra repetición, aunque cabía la posibilidad de que tanto esfuerzo no valiera para nada, ya sabían que habíamos estado allí una vez, mínimo lo que no hubieran muerto, así que siempre podrían volver cuando quisieran para ver si seguía habiendo gente, lo que hacía mi plan terriblemente peligroso y estúpido, incluso era posible que los Bonner no estuvieran allí, sin duda lo mas inteligente sería no volver a aquel lugar, y sí, era consciente de que estábamos haciendo justo lo contrario a lo que consideraba más racional de hacer, y quería golpearme a mi misma por ella, pero necesitaba la verdad.
Esquivamos una trampa a la entrada de la calle donde estaba la casa de Frank, Reed me detuvo agarrándome del brazo y apuntó al balcón de una de las casas revestidas de piedra, había una figura con rifle, lo bajó tras unos segundos y nos hizo señas con una mano para que nos acercáramos. En la puerta nos recibió Anabel con un arma en su mano derecha y el ceño profundamente fruncido, tuve claro con solo un vistazo que no se alegraba ni una pizca de vernos allí, lo que me pareció como poco extraño.
― Me alegra saber que sobreviviste ― le dije a modo de saludo, casi queriendo lanzarme a abrazarla, aunque no estuviera nada contenta de tenerme en frente, sin ella encargándose de los rabiosos mientras Reed estaba pendiente de mí, cubriéndole la espalda, él no lo habría logrado, y quién sabe dónde y cómo nos habría dejado eso...
― La traes a hacer las presentaciones de nuevo o ¿qué? ― preguntó bruscamente a Reed, ignorándome por completo, supe con eso que ella creía que la había olvidado, lo que significaba que su abuelo y el resto de los que habían muertos en aquella casa la misma repetición que yo lo habían hecho, entonces ¿por qué yo no? ¿qué tenía de especial? Realmente, nada.
― No será necesario, te recuerdo, lo recuerdo todo ― Anabel devolvió su afilada mirada a mí, con el ceño aún más fruncido si era posible, pareció debatir algo internamente, y tras unos segundos, nos hizo pasar, cerrando la puerta tras nosotros.
― Estabas mas que muerta, lo comprobé ― pareció explicarme lentamente, como si no me hubiera enterado de mi propia muerte y solo por eso siguiera recordando.
― Lo sé ― dije con un encogimiento de hombro, ¿qué quería que le respondiera eso? ¿no, solo fingí? o ¿no me digas?
― Venid para dentro ― indicó casi en una orden, guiándonos por el estrecho pasillo hacia el interior, hasta un anticuado salón llenos de figuritas de porcelana en cada superficie plana disponible, en uno de los sillones marrones estaba Cameron sentado junto a su abuelo, Charles venía bajando las escaleras que había justo en la misma sala, llevaba un rifle así que él debía de haber sido la figura en el balcón.
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Rabia
FantasyNadie se esperaba que algo como aquello llegara a la ciudad. En cuestión de segundos la Rabia se apoderó de las personas y la sed de muerte los consumió hasta la locura, desatando el caos y tiñendo las calles de rojo. Hella y Reed, dos completos des...