― ¿Estás bien? ― asentí hacía Reed mientras cargaba mi arma y me colocaba bien el arnés en la cintura, de nuevo en el campo de tiro al que habíamos logrado llegar sin más incidentes ― siento mucho no poder haberte ayudado, habrías muerto si no fuera...
― Está bien, estabas ocupado tratando de que no te mataran ― le corté, forzando a mi garganta magullada a escupir toda la frase de un tirón, el dolor debió de notarse en mi cara porque volvió a disculparse ― mañana estaré como nueva.
― Aun así...
― ¿Hacemos un trato? ― él asintió, sin dudarlo, cosa que me sorprendió, quizás se sentía más culpable de lo que creía ― si alguno de los dos muere, el otro irá a por él, para que no tenga que pasar el primer día solo.
Asustado, y confundido fue lo que no añadí.
― Hella, pensaba hacer eso con trato o sin él ― asentí, conmovida por sus palabras, con lágrimas acumulándose en mis ojos, él se acercó hasta abrazarme, me recosté unos segundos contra él, recordando lo asustada que había estado de empezar de nuevo sola, me aterraba, más que la muerte en sí ― Somos un equipo ¿no es así?
― Sí, lo somos.
― ¡Eh parejita!, tenemos que irnos ― esa era Anabel, gritando desde la puerta del almacén de armas donde los dos estábamos.
― ¿Lista? ― asentí alejándome de sus brazos.
Eran las tres de la tarde así qué teníamos tres horas para recorrer la zona asignada para ese día, antes de tener que volver a casa de Frank con una sola hora de margen, siempre que fuera posible, claro. Incluso teníamos un plan C, que trataba básicamente de que, si estábamos en grave peligro mortal, tendríamos que hacer todo lo que estuviera en nuestras manos para que uno de nosotros sobreviviera y recordara esa repetición, esperaba que no llegáramos nunca al extremo de tener que usar ese plan.
El avance era lento, metódico y estresante, recorríamos cada calle dividiéndonos en dos grupos cuando era necesario, nunca nadie se debía quedar solo bajo ningún contexto, y siempre con un tirador, Anabel o Reed, en cada uno, entramos solo en algunos de los edificios, no tuve muy claro en que se basaban para elegirlos, aunque todos los potencialmente mortales quedaban descartados, como los que estaban llamas, se notaba que a ninguno de ellos les gustaba descartar lugares, eran huecos en su, nuestra, búsqueda, sospechaba que si no había existo tras haber recorrido toda la ciudad volverían a esos puntos, además pese a la repetición de los días, siempre había múltiples factores que cambiaban, cada persona no-rabiosa que actuaba diferente a la vez anterior provocaba una reacción en cadena, así que el edificio que ahora mismo ardía podía ser que en la siguiente repetición no lo hiciera.
En toda nuestra partida de búsqueda, de algo desconocido, vi disparar múltiples veces a Anabel, siempre se ocupaba ella cuando íbamos en un solo grupo, eran a rabiosos sí, pero personas, al fin y al cabo, sin duda no parecía disfrutarlo, pero conforme pasaban las horas cada vez lo hacía más deliberadamente, no la juzgaba, lo hacía para protegernos, y solo cuando era necesario, además el silenciador en su arma descartaba el inconveniente del ruido, y por su puntería y la tranquilidad con la que sujetaba el rifle, tenía mucha práctica.
Las calles eran un caos digno de una película apocalíptica, había tantas cosas en llamas que con eso, unido el atardecer, el mundo tenía un tinte anaranjado y las calles estaban llena de sombras y brillos, jugando con nuestra visión, creando siluetas de personas donde no las había y ocultando a otras que estaban al acecho de una presa fresca a la que hincarle el diente, no literalmente por suerte, aunque bueno, había visto a más de un rabioso usar los dientes para matar. También con el paso de las horas había más y más cadáveres en el suelo y charcos de sangre en el suelo, incluso vomito y orina, y aunque había visto ya cientos de ellos desde que todo había comenzado, no terminaba a acostumbrarme a la visión, ni al hedor de muerte, algo parecido debía de sentirse en un campo de batalla, aunque al menos allí solía haber dos bandos, no miles.
ESTÁS LEYENDO
Rabia
FantasíaNadie se esperaba que algo como aquello llegara a la ciudad. En cuestión de segundos la Rabia se apoderó de las personas y la sed de muerte los consumió hasta la locura, desatando el caos y tiñendo las calles de rojo. Hella y Reed, dos completos des...