34- Trigésima Repetición

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30º Repetición

Fue como cuando te despiertas de un sueño, no recuerdas haberte quedado dormida, solo te queda un recuerdo borroso de tus últimos instantes despierta, y luego simplemente abres los ojos y estás ahí de nuevo, totalmente consciente, pero algo desorienta, como las veces que sientes que no ha pasado más que unos minutos entre una cosa y otra cuando sin duda no es así.

Así se sintió morir, en un momento estaba allí tirada en el suelo de aquel sótano, desangrándome hasta la muerte, con Anabel luchando por su vida y Reed lamentando ya mi perdida y la de mi memoria, luego simplemente abrí los ojos y estaba allí de nuevo, en ese autobús, recordando cada instante de mi vida y la Rabia, y sin tener ni idea de por qué lo hacía cuando se suponía que no debería, que mi mente debería haber borrado cada recuerdo de la Rabia, de Reed, y el resto del grupo, no supe hasta algo más tarde que hubo motivos para que aquello pasara de esas forma, y poco tenía que ver realmente conmigo.

Había estado tan aterrada de morir y que mis recuerdos me fueran arrebatos, ya mucho antes de saber con certeza que no sobreviviría hasta la siguiente repetición, que no me paré ni un segundo a cuestionar lo extraño de todo aquello en aquel momento, ya tendría tiempo para ello más adelante, una vez Reed, quien debía de estar pensado que lo había olvidado, supiera la verdad y estuviéramos salvo.

Jamás podría olvidar su Rabia y dolor, su grito aun resonaba en mi mente.

Salí de allí tal y como lo había hecho la anterior vez, antes de que todo comenzara realmente, y corrí más rápido que me permitieron mis piernas al encuentro de Reed, deseando abrazarlo con fuerza y consolarlo, al final era él quien estaba sufriendo por mi perdida cuando al final no había sido así, no tuve que hacer mucho camino hasta encontrarlo, cuando me vio se detuvo a unos metros con el rostro surcado por una mueca de dolor, puso las manos en alto, tratando de mostrarme que era inofensivo, pensando que me asustaría al verlo, no le di tiempo a decir nada o hacer algo más, corrí y me lance sobre él, rodeando su cuello con mis brazos, no tardó ni una décima de segundo en sujetarme de la cintura y apretarme contra él, elevándome hasta estar unos centímetros por encima del suelo.

― ¿Me... me recuerdas? ― preguntó con confusión, su voz llena de miedo e ilusión, asentí contra su hombro, rompiendo a llorar, agradecida, y aliviada de tener una segunda oportunidad, él no tardó en hacerlo por los mismos motivos.

― Supongo que eres inolvidable ― susurré en su oído, Reed soltó una breve carcajada entrecortada por el llanto, dejando que mis pies tocaran de nuevo el suelo.

― No sabes cómo cuanto lo siento, yo....

― Te quiero ― dije interrumpiéndolo, necesitaba decírselo sin estar al borde de la muerte, que le quedara claro que no lo había dicho solo por eso, como una despedida o forma de suavizar mi perdida, no, realmente era lo que sentía por él, y ahora que lo tenía tan claro, quería gritarlo a los cuatro vientos, que no tuviera ni una pizca de duda de ello.

― Yo también te quiero ― asentí con una sonrisa y limpié las lágrimas de sus mejillas con ayuda de mis pulgares, odiaba verlo así, y por mí.

― Vámonos a casa ― susurré, y supe que casa solo era un lugar donde me sintiera a salvo con él, no importaba donde fuera.

― Reed soy yo quien te debería pedir disculpas ― dije una vez estábamos a salvo en el sofá del salón de su casa, me sentía terriblemente culpable, y ni su perdón podría cambiar eso, sabía que ya lo tenía, pero necesitaba decirlo para poder algún día perdonarme a mí misma, y esta solo era una de los puntos que componía la larga lista de cosas horribles que había hecho para sobrevivir ― soy yo quien todo este tiempo te has estado proponiendo ir de aquí para allá, y mira para que nos ha servido, morir ambos.

RabiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora