La palabra "décima" retumbaba en mi mente desde que inició la repetición, era la décima vez que estaba en este autobús destinado al caos, la décima vez que la Rabia comenzaría provocando el caos, la décima vez que vivía este día.
Corrí por las calles de la ciudad en plena batalla campal, en la repetición anterior habíamos acordado que tenía que llegar lo más rápido posible al apartamento de Marie, el cual no quedaba demasiado lejos y que además estaba cerca del centro de tiro, allí tendría que esperar a que Reed llegara tras conseguir las herramientas para forzar la cerradura de nuevo y conseguir las armas.
Esta vez no podía alejarme a toda prisa del centro de la ciudad, no podía huir como había estado haciendo, así que estaba en el ojo del huracán, por todas el partes reinaba el caos, había gente matándose mirara donde mirara, con grupos de hasta treinta personas luchando a muerte entre sí, en lugar de las usuales peleas de unas dos o tres personas que estaba acostumbrada a ver, puede que fuera porque ahí había muchas más personas reunidas, o puede que tuvieran razón, que las cosas estuvieran empeorando, ¿era posible que hubiera más gente con la Rabia? ¿o es que había cambiado el comportamiento de estos? ¿de alguna forma había aumentado su Rabia?
Me mantuve siempre que pude en movimiento, huyendo de mis atacantes para salvar mi vida, tuve que esconderme más de una vez para perderlos de vista, una de ellas dentro de un contenedor de basura, nada que recomiende salvo si tu vida depende de ello. Por suerte, para mí, la mayoría de las personas que me encontraba por el camino estaban bastante ocupadas evitando ser asesinados y a la vez asesinar a otros como para prestar a atención a la chica que corría como si la persiguiera el diablo.
Tras media hora llegué a la calle que me indicaron, había edificios de apartamentos de unas diez plantas la mayoría de ellos pintados de distintos colores, fui mirando el número de cada uno hasta llegar al veintinueve, un bloque amarillento que había visto días mejores, me acerqué a la puerta de hierro negro justo cuando unos cristales sonaron sobre mi cabeza y algo se precipitó contra el suelo, grité y salté alejándome cuando sentí la sangre salpicar mi rostro y el viento azotarse por unos segundos, había un cuerpo frente a mí, sobre un charco de sangre, sus miembros retorcidos en formas imposibles, el mango de un cuchillo sobresalía del costado de su sanguinolenta camisa azul oscura, vomité con solo un vistazo de su cabeza o lo que quedaba de ella.
Alguien lo había apuñalado y empujado por la ventana, quizás había tropezado y caído, miré hacia arriba, de un noveno piso adiviné por la ventana rota, había alguien en ese edifico dispuesto a hacerme algo similar y se suponía que yo debía entrar ahí, y para añadirle tenía un cadáver justo en la puerta, simplemente genial. El apartamento estaba en la primera planta, por lo que aun habría varios pisos ente mí y el o los rabiosos del noveno, así que reuní todo mi valor y entré en el edificio pasando con cuidado por encima del cadáver para ni siquiera rozarlo.
El portal estaba vacío y en silencio, todo el edificio parecía estarlo, descarté el ascensor no queriendo alertar a nadie de mi presencia y me dirigí a las escaleras, subí cada escalón con extremo cuidado, evitando que el tacón de mis botas hiciera ruido contra el mármol, llegué al rellano de la primera planta y por suerte estaba vacío, una de las puertas estaba abierta, esperé unos minutos, agudizando el oído en busca de cualquier señal de peligro, pero todo permaneció en calma. Me dirigí con el mismo cuidado hacia la maceta en la esquina junto a la puerta del apartamento de Marie, levanté la falsa planta y dentro de la maceta estaba la llave, justo como me había dicho, la usé para abrir la puerta y cerré con cuidado tras de mí.
Aunque Marie había asegurado que no habría nadie en casa, agarré un cuchillo de la cocina que estaba al entrar y examiné los dos dormitorios y el cuarto de baño, me aseguré de que el balcón estuviera cerrado, solo por si acaso, en lo que se había convertido el mundo nunca se sabía, y de correr el seguro extra de la puerta de entrada.
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Rabia
FantasyNadie se esperaba que algo como aquello llegara a la ciudad. En cuestión de segundos la Rabia se apoderó de las personas y la sed de muerte los consumió hasta la locura, desatando el caos y tiñendo las calles de rojo. Hella y Reed, dos completos des...