Capítulo 3

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El viento y la nieve caían con fuerza sobre la Bahía de los Cangrejos, una larga bahía en las costas orientales de Poniente. Y con ello la muerte. Esto permitía su avance sin ser vistos. Desde lo alto de una colina, montado sobre un caballo putrefacto había una criatura de piel grisácea, cuyo cráneo formaba una corona, con ojos azules intensos y vestido completamente de negro. Éste, de las alturas observaba como los muertos avanzaban. Llegarían a Pozo de la Doncella a mediodía. Marchaban hacia el suroeste. Las tierras llanas y húmedas, un erial de dunas arenosas y salinas se transformaba en un campo de nieve a su paso.

Al llegar observaron un pueblo con murallas de piedra rosada, dentro de las cuales se encuentra una colina en la que está el castillo de los Mooton. Los guardias al ver lo que se acercaba dieron la alarma y todos empezaron a correr y a esconderse. Los soldados ascendían a las murallas y muertos de miedo preparaban sus armas.

Un caminante se acercó a las murallas seguido de miles de muertos, cuando este giró su cabeza y ver como su líder asentía, levantó en silencio su espada de hielo y todos aquellos muertos que le seguían se lanzaron al ataque contra las murallas.

Un caminante se acercó a las murallas seguido de miles de muertos, cuando este giró su cabeza y ver como su líder asentía, levantó en silencio su espada de hielo y todos aquellos muertos que le seguían se lanzaron al ataque contra las murallas

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Los arqueros empezaron a disparar, sus flechas surcaron el cielo y cayeron sobre los muertos pero no les hacía el menor daño, avanzaban sin parar. Empezaron a escalar las murallas y muy pronto llegaron arriba. Los soldados desenvainaron sus espadas para hacerles frente, cuando vieron sus rostros putrefactos algunos gritaron. Cada muerto luchaba como diez soldados y sin armas de vidriagon no podían hacerles frente. Tomaron las murallas y las torres en cuestión de minutos, los masacraron. Empezaron a saltar desde las murallas para estrellarse contra el suelo pero se levantaban al instante y empezaban a marchar.

Los habitantes del pueblo se escondían en sus casas, en las posadas, incluso atrancaron las puerta del septo. Pero todo era inútil, nada detenía el avance de los muertos. Los muertos mataban sin piedad todo aquello que había a su paso. Despedazaban a los hombres, a las mujeres y los niños. A algunos incluso se los comían.

Lord William Mooton y su hija Eleanor, observaban desde una de las ventanas de su castillo la destrucción de su hogar. Sus dos hijos habían bajado a defender la puerta con el resto de la guardia del castillo. Muy pronto se escuchó una gran explosión, las puertas habían caído, y le choque de las espadas tuvo lugar, sustituido por los gritos de los hombres y al final silencio.

William y su hija escucharon cientos de pasos acercándose, se escuchaba como subían las escaleras, con dos simples golpes la puerta cayó. Los ojos de Lord Mooton y su hija se llenaron de lágrimas y su rostro de miedo al ver quien había derribado la puerta, sus hijos, sangrando por cien heridas y con los ojos azules los contemplaban en silencio, dejaron pasar a varios caminantes blancos y por último al rey. Con su sola presencia se podía sentir el frío, el fuego de la chimenea se apagó. Él se acercó viendo a Lord Mooton y a su hija abrazados sabiendo que ese era su fin.

- Lord Mooton- dijo el rey.

- Aunque su voz era demoniaca y solo escucharla hacia que se le erizara la piel sabía quién era- Rey Bran.

- Gracias por aumentar mi ejército. Necesito que hagáis un favor, en realidad, necesito la ayuda de los dos- dijo Bran.

- Que podemos hacer?- preguntó Lord Mooton.

- Bran lo tomo por el cuello y lo levantó con una mano y separó la cabeza de su cuerpo con un golpe dejando caer la cabeza de Lord Mooton frente a su padre.

- Eleanor Mooton estaba horrorizada de ver aquello, vio como Bran cogía la cabeza de su padre y se la entregaba.- Envió a sus hijos a la muerte, era un cobarde.- dijo Bran señalando a los hermanos de Eleanor. -Quiero que marches a Desembarco y le digas a Daenerys lo ocurrido aquí.

- Eleanor asintió mientras cogía la cabeza de su padre.

Bran acompañó a Eleanor fuera del castillo, allí vio a todos los muertos de pie observándola con ojos azules. Uno cuya cabeza solo era hueso le entregó un caballo y esta subió. Todos los muertos la dejaron pasar.

- Dile que la espero aquí- dijo Bran y Eleanor asintió y se fue ante la mirada del nuevo rey de la noche y su ejército.

-          Dile que la espero aquí- dijo Bran y Eleanor asintió y se fue ante la mirada del nuevo rey de la noche y su ejército

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Cielo y Mar- Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora