Capítulo 22

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Los días se habían vuelto mucho más fríos en el Norte. La luz del sol apenas calentaba el cuerpo de los norteños. La mayoría llevaban gruesas capas y guantes de cuero para cubrirse del frío. En la gran estancia de los reyes del norte las ventanas estaban cerradas y el fuego crepitaba con fuerza en la chimenea. Cuando Sansa abrió los ojos lo primero que hizo fue voltearse para ver a su esposo. Tras el cambió de temporal y los constantes ataques de los hijos del hierro a su tierra Gendry había caído enfermo tras salir varias veces a su encuentro. Aún dormido Sansa podía ver las grandes ojeras que había bajo sus ojos, podía ver su rostro empapado en sudor, varios mechones de su pelo pegados en su frente y su cuerpo tiritando. Cuando Sansa extendió su mano y le tocó la frente pudo comprobar que estaba ardiendo. Había pasado más de una quincena y la fiebre no remitía. El maestre aseguraba que el rey era fuerte y su vida no corría peligro pero ninguno de sus remedios tenía efecto, lo único que consiguió es que remitiese la tos y tuviera las fuerzas necesarias para que se levantase en algunas ocasiones. Pero eso no era suficiente. Con un pequeño trapo Sansa empezó a limpiar delicadamente el sudor de la frente de su esposo cuando este abrió los ojos.

- Qué hora es?- preguntó Gendry.

- Está empezando a salir el sol, descansa- dijo Sansa.

- No puedo- dijo Gendry.

En ese momento Gendry haciendo acopio de sus fuerzas se quitó las mantas y pieles y se levantó de la cama. Sansa se levantó de la cama, cogió el manto de su esposo que se encontraba en un baúl, se puso a su lado y se lo puso sobre sus hombros.

 Sansa se levantó de la cama, cogió el manto de su esposo que se encontraba en un baúl, se puso a su lado y se lo puso sobre sus hombros

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En ese momento haciendo acopio de sus fuerzas se quitó las mantas y pieles y se levantó de la cama. Sansa se levantó de la cama, cogió el manto de su esposo, se puso a su lado y se lo puso sobre sus hombros.

- Claro que puedes, estas enfermo.- dijo Sansa preocupada

- Tenemos cientos de hijos del hierro como prisioneros y se debe dictar sentencia.- dijo Gendry.

- Pero no lo harás tú.- dijo Sansa.

- Fui yo quien les capturó.- dijo Gendry

- Es cierto y por eso estas así. Pasaste demasiados días fuera, luchaste y te expusiste demasiado. Yo me encargaré de los prisioneros, ya he decidido su castigo.- dijo Sansa.

- Sansa...- dijo Gendry.

- Está decidido- le interrumpió Sansa.

- Pues déjame acompañarte.- dijo Gendry

- No puedes.- dijo Sansa

- Entonces me quedó aquí sin hacer nada.- dijo Gendry.

- Te quedarás aquí recuperando fuerzas.- dijo Sansa

- Enviaré un mensaje a Puerto Blanco para que nuestra armada zarpé y bloqueé la costa oeste- dijo Gendry.

Cielo y Mar- Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora