Capítulo 8

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— Oh, vaya — dijo Nela mientras se abanicaba— ¡Qué calor hace aquí!

Poché se echó a reír.

—Ustedes querían saber.

— Como he dicho antes, esta es la mejor historia de la primera vez que he escuchado.

— ¿Qué hubiera pasado si las hubieran atrapado?—preguntó Amalia.

La sonrisa de María José se desvaneció.

— Su mamá me habría matado.

— ¿Qué hay de tu mamá?

Su sonrisa regresó.

— Mi mamá me habría matado—asintió con la cabeza hacia Nela, quien preguntaba en silencio si quería más café.

—Creo que es romántico, Majo —dijo Marianela.

— ¿Romántico? ¿Hormonas descontroladas a los dieciséis años? No sé cuan romántico es eso —dijo— Ninguna de nosotras sabíamos lo que estábamos haciendo.

—Evidentemente aprendías rápido —dijo Amalia con una sonrisa—Supongo que eso fue antes de que pudieras simplemente buscar en Google por todo lo que querías saber.

— ¿Hace veinte años? Sí. Estábamos por nuestra cuenta.

—Pero Sam seguía en el cuadro, ¿Cómo te conciliaste con eso?

— Era lo que era. Samuel estuvo siempre en el cuadro. Conocía mi lugar. A pesar de lo que hubiera querido para nosotras, sabía que nunca podría ser.

— ¿Qué crees que ella quería para ustedes dos?

María José miró a Amalia pensativa.

— Pensé que habías dicho que no ibas a ponerme en tu sofá, Dra. Andrade.

La mencionada sonrió.

—Lo siento. Es solo que acabo de encontrar tu historia muy intrigante. Me sorprende que hayas podido manejar todo eso tan bien como lo hiciste a esa edad.

— Como he dicho, sabía cuál era mi papel en su vida. Sí, estaba enamorada de ella. Locamente. Ella también estaba enamorada de mí. Pero eso llegaría hasta donde podía llegar. No teníamos futuro. El suyo ya estaba planeado. Robamos momentos, eso fue todo.

— Eso es muy triste, Poché.

— Sí. Fue difícil. Traté de no pensar en sus citas con Samuel y lo que ella estaba haciendo. Ya no preguntaba. No quería saberlo.

—Entonces ¿con quién perdió su virginidad? ¿Contigo o con Sam?

Poché recordó muy bien esa noche. Era uno de esos momentos especiales que siempre llevaría con ella.

— Conmigo. Fue un Sábado. Tenía diecisiete años.


Flashback


Era una rara ocasión en que ellas tuvieran la mansión para ellas mismas.

Bueno, a excepción de Octavio, pero él nunca subiría a la habitación de Calle. Su mamá estaba en un baby shower y los Calle habían salido temprano esa mañana para un viaje de una noche hacia Chicago.

Ella y Daniela no habían tenido mucho tiempo a solas en las últimas dos semanas y extrañaba su cercanía. Tenía muchas ganas de pasar el día con ella.

Cuando llamó a su puerta todo lo que escuchó fue un murmurado "pase" desde el otro lado.

— ¿Calle?

— Aquí.

Se dirigió al dormitorio, sorprendida al encontrarla acurrucada en la cama, con un pañuelo empuñado en su mano.

Majo se detuvo en seco al ver las lágrimas en los ojos de su mejor amiga.

— ¿Qué pasa, Calle?

Daniela rodó sobre su espalda y palmeó el espacio a su lado. Poché se sentó, sus ojos buscaron en los avellana una pista que explicara sus lágrimas.

—Salí con Sam anoche.

—Lo sé — asintió.

— Él quiere tener relaciones sexuales.

Poché miró hacia otro lado, consciente de que este día llegaría. Tuvo un momento difícil tragando ya que su garganta estaba obstruida por los celos.

—Me sorprende que haya esperado tanto tiempo — dijo con sinceridad.

— Exactamente, él no había estado esperando pacientemente. Sé que voy a tener que hacerlo, pero Dios, no quiero— dijo ella, las lágrimas formándose nuevamente en sus ojos.

—Entonces no lo hagas — rogo — Rompe con él.

—Oh, Poché, sabes que no puedo hacer eso. Después de todos estos años, ya sabes cómo es.

—Es tu vida, Daniela, no la de tu mamá ¿Por qué permites que ella controle todo? ¿Es como la universidad? ¿Por qué ahí?

Calle sonrió con tristeza, no le gustaba cuando su mejor amiga le decía Daniela, y porque sabía que lamentablemente su vida ya estaba planeada y ella no podía hacer nada.

—Ivy League. Nunca hubo alguna duda...o elección...a dónde iría.

La pelinegra se puso de pie y caminó pasando las manos por su cabello.

— Así que Sam quiere dormir contigo.

Calle se levantó de la cama y se acercó a ella, deteniendo su caminata, envolvió sus brazos alrededor de ella y Poché se hundió en su abrazo.

— No puedo soportar la idea de que te toque, Calle— murmuró.

— Lo sé, Poché.

Se abrazaron firmemente la una a la otra, sus cuerpos tan cerca cómo les fue posible, cada centímetro de sus cuerpos muy unidos.

María José cerró los ojos, respirando el aroma familiar. Sus labios viajaron lentamente por el cuello de la castaña, deteniéndose debajo de su oreja. Fue recompensada con un suspiro silencioso. Calle se apartó, mirándola a los ojos con igual intensidad.

— Quiero...quiero que seas...mi primera vez, Poché. Quiero que estés...dentro de mí, no él.

Poché no pudo apartar su mirada.

Con todo lo que habían hecho los últimos dos años...los besos, las caricias, las exploraciones...nunca lo había hecho.

Conocía cada centímetro de su cuerpo, pero nunca había estado dentro de ella.

Así como Daniela no la había tocado de esa manera.

Era algo que nunca habían hablado.

Pero muchas veces... cuando los dedos de la pelinegra se recubrían con su humedad... quería deslizar los dedos dentro de ella, hacer el amor de esa manera.

Muchas veces había estado a punto de preguntar, pero siempre se había retirado, tomando lo que la castaña le había ofrecido y nada más.

Ahora, Calle estaba ofreciendo más.

— ¿Estás segura?

— Tú has sido mi primera vez en todo, Poché. Además, hemos hecho todo, menos eso.

Asintió.

Era cierto.

Sus manos, incluso su boca, habían estado por todas partes en el cuerpo de Calle, por todas partes menos enterrada en su interior.

La idea de hacer el amor de esa manera hizo que sus piernas temblaran.

La atrajo hacia ella nuevamente, besándola lentamente, a fondo, obteniendo un gemido cuando su mano ahuecó su pecho y con su pulgar rozó su pezón. Sintiéndose en control otra vez, la llevo a la cama.

Vio un atisbo de nerviosismo en sus ojos y le sonrió tranquilizándola.

— Estoy tan nerviosa como tú Calle.

Ella también sonrió.

— Bien.

Se desnudaron la una a la otra, sus manos trabajando torpemente con los botones y cremalleras, provocando risas silenciosas entre las dos.

Daniela sacó el cobertor de la cama y empujó a María José con ella.

Esto era lo que Poché amaba...estar completamente desnuda y en contacto, algo que ellas rara vez tenían la oportunidad de tener.

Momentos breves y robados eran por lo general lo que se podían permitir.

Hoy no.

Hoy era para sí mismas.

Hoy ellas no retendrían nada.

— Me encanta como se siente—murmuró la castaña contra sus labios mientras se besaban interminablemente— Me encanta estar contigo de esta manera.

La más pequeña se inclinó aún más, capturando un pezón con su boca. Los senos de Calle eran muy sensibles y sabía exactamente cómo complacerlos mientras su lengua se movía a través de la punta.

Daniela la abrazó con más fuerza mientras sus caderas comenzaban un roce familiar y lento.

Como siempre, el fuego entre ellas saltó a la vida.

La pelinegra sostuvo su peso sobre sus manos, permitiendo que la mitad inferior de sus cuerpos se movieran juntos.

Las manos de Daniela vagaron por su espalda, estableciéndose en sus caderas, guiando a su amiga más firmemente entre sus piernas.

—Bésame.

Majo hizo lo que le pidió, poseyendo su boca con un beso húmedo y caliente, su lengua rodeando mientras se batían en duelo. Interrumpió el beso, regresando al pecho.

Tenía hambre de ella, de toda ella, y bajó por su cuerpo, sus labios trazaron un camino hacia el lugar que más amaba.

A Daniela también le encantaba, y ya estaba gimiendo, sus muslos se separaron tentadoramente para ella.

La más pequeña separó sus piernas, deslizando su lengua por la humedad que sabía encontraría. Zumbó de placer con su primera probada, sus ojos cerrados mientras su boca se cerraba sobre su intimidad. Como había hecho con su pezón, lo succionó dentro de su boca, haciendo que las caderas de Calle se frotaran sobre su rostro.

Ella la sujetó, dándose un festín, sintiendo las manos en su cabello, sosteniéndola en su lugar.

Cuando sintió temblar los muslos alrededor de su rostro, se apartó.

Daniela gimió, instando a María José con sus manos a regresar entre sus piernas, pero Poché se incorporó, entrando en ella con dos dedos, sintiendo la tensión de las paredes que se cerraban a su alrededor.

Sus ojos se encontraron, cada una manteniendo a la otra cautiva.

Hizo una pausa, luego se sumergió profundamente en su interior.

Sólo sintió algo de resistencia cuando entró en ella, entonces Daniela se abrió completamente, anhelando a Poché.

La pelinegra se ubicó dentro de sus brazos, usando ahora sus caderas para guiar su mano, saliendo lentamente y luego entrando nuevamente.

La castaña jadeaba en su oído, abrazándola con fuerza mientras sus caderas imitaban el ritmo que Poché estaba marcando.

Dentro y fuera, sus dedos se deslizaron con facilidad, cada movimiento iba más profundo dentro de ella mientras se encontraban con cada empuje.

Poché volteó su cabeza encontrando la oreja de Calle. Con su lengua imitó sus dedos, entrando y saliendo, adorando los sonidos de placer que Daniela expresaba libremente.

Sus caderas se sacudieron contra su mano y metió sus dedos profundamente, ahora más rápido, tratando de seguir el ritmo de los movimientos frenéticos.

Las caderas de Calle se arquearon hacia arriba y sintió como sus músculos se contraían, sintiendo que sus dedos eran succionados con fuerza dentro de ella. Daniela gritó, sacudiendo sus caderas una vez, luego otra vez y otra vez, antes de hundirse sin fuerza.

Poché estaba respirando pesadamente por su esfuerzo y besó el rostro de Calle, su cuello y sus cuerpos estaban humedecidos por el sudor. Se movió con la intención de sacar sus dedos pero Dani la detuvo, apoyando su mano sobre la de ella.

— Todavía no. Quiero sentirte dentro de mí.

— ¿Te he hecho daño, Calle? — murmuró.

— No —Calle volteó su cabeza mirando intensamente a la pelinegra—Te amo, Poché.

María José sintió que las lágrimas escocieron sus ojos. Eran palabras que nunca se habían dicho la una a la otra. El corazón casi estalló cuando Daniela las expresó.

—Yo también te amo, Calle.







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