Capítulo 38

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María José estaba dando vueltas en el mismo punto y lo sabía, pero al parecer había obtenido su terquedad de su mamá.

— Te lo dije, me siento bien, Majo —dijo su mamá por cuarta vez.

— El doctor dijo que lo tomaras con calma —le recordó ella.

— ¿Y para ti eso significa que debo estar en cama de reposo?

— Sí.

— Dani y Ashton van a venir y prefiero compartir con ellos aquí que en mi habitación —dijo su mamá mientras se sentaba en el sofá— Después del almuerzo, te prometo que iré a acostarme, Majito.

Aunque Poché no quería tratarla como a una enferma, había estado presente cuando el doctor le había dicho que descansara. Aún no tenían ninguna explicación de su desmayo.

Pero no tuvo más tiempo para discutir.

Un par de golpes a la puerta le dijeron que Daniela...y Ashton ya estaban ahí.

Y no le importaba admitir que estaba un poco nerviosa.

Calle le había dicho que planeaba decirle a Ashton acerca de ellas, no quería escondérselo...a nadie.

Poché podía enfrentar a la mamá de Calle, a su papá, incluso a Samuel.

¿Pero su hijo?

Sabía que lo que realmente temía era que si él no apoyaba esto, si no lo aceptaba, entonces Daniela huiría de todo nuevamente, rehuyendo a lo que sentía en su corazón por el bien de otra persona.

Su mamá debió de notar su vacilación.

— Ashton ama muchísimo a su mamá —dijo ella— Lo único que él quiere es verla feliz.

— ¿Oh? ¿Así que ahora puedes leer mi mente? —dijo mientras se dirigía hacia la puerta.

— Siempre pude leer tu mente —dijo su mamá riendo.

Tomó una rápida respiración, entonces abrió la puerta, su mirada aterrizó primero en Calle antes de deslizarse hacia Ashton.

Se sorprendió al encontrar ahí un toque de diversión.

¿Era su nerviosismo tan evidente?

— Hey, pasen —dijo dando un paso fuera del camino— Me alegro que hayan podido venir —hizo un gesto con la cabeza— Ella está en la sala de estar, en el sofá —tan pronto como Ashton estuvo fuera del alcance del oído, Poché se volteó hacia Calle— ¿Cómo te fue? —le preguntó en voz baja.

Daniela tocó su brazo, dejando que sus dedos permanecieran ahí.

— Todo salió bien, Poché —se acercó más— Te extrañé anoche —susurró ella.

María José estaba segura que su alivio era visible.

— ¿Así que ya no estamos en problemas?

— No estamos en problemas —entonces levantó las cejas— ¿De que tenías miedo?

La ojiverde miró hacia otro lado, escuchando a su mamá y a Ashton hablar pero sin escuchar sus palabras.

Miró a Calle y sostuvo su mirada.

— Tenía miedo de que él...él no lo aceptara y entonces tú...tú me dirías...

— Amor —murmuró tirando de ella en un apretado e íntimo abrazo—Te amo, Poché. No permitiría que nadie...ni siquiera Ashton nos separara otra vez.

Calle la besó y Poché sintió que todas sus preocupaciones se desvanecieron, haciéndole sentir tonta por ello en primer lugar.

— Vaya, ustedes dos ¿no pueden esperar?

Se separaron sintiéndose culpables, ambas sonrojadas cuando Ashton se quedó mirándolas.

María José abrió la boca para disculparse, pero Daniela la detuvo con una risa rápida.

— Entonces deja de acercarte sigilosamente hacia nosotras —dijo yendo hacia él y entrelazando su brazo con el de él— ¿Cómo está María?

La más pequeña les siguió al interior, mirando los ojos sonrientes de su mamá.

Se sonrojó nuevamente.

— Él se ha vuelto tan alto —dijo su mamá.

— Lo sé. Está más alto que yo —dijo Daniela— ¿Cómo te sientes?

— Me siento bien, a pesar de que ésta...—dijo señalando hacia su hija— insiste en que debería estar en la cama —acarició el lugar a su lado— Ven a sentarte conmigo, Dani —dijo su mamá invitándola. Asintió con su cabeza y se sentó a su lado.

María José supo inmediatamente que su mamá y Ashton habían estado planeando algo.

Ashton la miró.

— ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte en la cocina?

Ella no podía creer que tenía miedo de este chico de dieciséis años, pero lo estaba.

— Claro —dijo mientras se dirigía a la cocina— Yo...uh...estoy haciendo tofu y verduras salteadas —dijo apuntando hacia las verduras ya cortadas— Y lo pondremos sobre la pasta.

Él no estaba mirando las verduras.

— Mi mamá dice que la amas.

Poché se mordió el labio inferior.

— Sí. Lo hago.

— Dice que ella también te ama.

Asintió.

— Sí.

Ashton la miró durante un largo rato, lo suficiente como para que la ojiverde cambiara nerviosamente de un pie a otro.

— Ella y mi papá...nunca fueron cariñosos entre sí. Nunca — Poché no supo qué decir, así que se limitó a asentir— ¿Me prometes que no le harás daño?

— Nunca voy a hacerle daño.


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Daniela apretó la mano de María.

— ¿Crees que Poché necesita ser rescatada?

— Creo que Ashton necesitaba saber si sus intenciones eran buenas. ¿Qué hay de ti?

— ¿Yo? ¿Qué quieres decir?

— Él dijo que le contaste sobre ustedes ¿Estás bien con todo eso?

— No fue una sorpresa para él, ya mi mamá le había dicho que yo estaba perdiendo la cordura —dijo con una sonrisa tranquila— Pero, sí, estoy bien.

— No puedo creer que le hayas dicho a tu mamá. Imagino que eso la envió dentro de una espiral.

— No hemos hablado desde entonces —admitió—S igo esperando que mi papá me llame o venga, pero él ha estado llamativamente silencioso.

— Bueno, supongo que no es una gran sorpresa para él. Sospechaba...cuando eran más joven que él, como yo, sabía que había algo más que amistad en tu relación con Majo.

Daniela negó con la cabeza.

— No lo sé. Él no estaba mucho por los alrededores —se encogió de hombros— ¿Qué hay de ti? ¿Realmente cómo te sientes?

— Cansada. Con muy poca energía.

— ¿Has decidido cuando tendrás la cirugía?

— Vamos a programarlo tan pronto como sea posible. El médico me dijo que podía esperar hasta después de las celebraciones, pero quiero acabar de una vez. Majo y Lucca tienen la tienda. Sé que querían tener la inauguración en noviembre. No quiero ser una carga para ellos.

— María, ellos nunca...

— Lo sé, lo sé. Pero cuanto antes tengo la cirugía, antes podré recuperarme. No quiero que Majo se sienta responsable de mí. Prefiero que esté contigo.

Calle se acercó y la abrazó.

— Ya veremos que hacer —dijo ella.

Sí, quería que Poché estuviera con ella, todos los días, todas las noches.

Pero no a costa de que María estuviera sola.

— ¿Están listas para el almuerzo? —llamó la pelinegra desde la cocina.

— ¿Me pregunto con qué habrá salido esta vez? —bromeó la mayor.

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