Capítulo 10

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—Por Dios, María Poché —dijo Nela con una sonrisa— ¿En un coche estacionado en la calle?

— Momentos robados, donde pudiéramos encontrarlos, Nelson.

— ¿Y Sam no era el más sabio?—preguntó Amalia.

— Sam estaba jodidamente enojado— dijo con una sonrisa.

Colocó la taza de café vacía en la mesa auxiliar, preguntándose por qué viajaba al pasado esta tarde, compartiendo detalles íntimos de su vida, detalles que no había contado a otra alma viviente.

— ¿Realmente crees que te encontrarás con ella si vuelves a tu pueblo?—preguntó su amiga.

Poché se encogió de hombros.

— No se trata tanto de que pudiera encontrarme con ella, es el hecho de que ella está ahí. Cada vez que voy, me prometo que no voy a verla. Y cada vez, lo hago. Después de la última vez, le dije que ya no podía hacerlo más. Cada vez que la dejaba, yo era un desastre emocional.

— ¿Así que tu solución es mantenerte alejada?—preguntó Amalia.

— Ese parece ser mi único medio de resistirme a ella.

— El hecho de que estaba contigo mientras supuestamente estaba comprometida con Samuel me molesta. Es evidente que estaba enamorada de ti, sin embargo, su compromiso era con él, no contigo.

—Doctora Andrade, el compromiso que ella hizo fue casarse con él, no amarlo.

— ¿Y tú estabas demasiado comprometida como para ponerle fin al romance?

— Lo intenté. El verano antes de la universidad fue un torbellino y rara vez nos veíamos. Momentos robados aquí y allá, pero nunca tuvimos suficiente tiempo a solas para realmente estar juntas. Ella había viajado mucho ese verano y cuando finalmente se mudó, apenas logré despedirme de ella. No estábamos solas y fue incómodo para nosotras. Lloré esa noche cuando se fue —admitió— fue entonces cuando decidí que necesitaba un cambio. Me alojé en el dormitorio ese primer año. Hice amigos, incluso tuve una novia —dijo con una sonrisa— Y me alejé. Cuando Daniela estaba en casa, por cualquier razón, inventaba una excusa por la que no podía ir a casa. Acción de Gracias, Navidad, cualquier fiesta. Permanecía alejada cuando ella estaba en casa.

— Eras tan joven. Eso debió haber sido difícil.

—Oh, sí. Fue difícil. Y me sentía sola, pero sabía que si alguna vez iba a seguir adelante con mi vida, tenía que hacerlo. Calle había, obviamente, seguido adelante con la suya.

— ¿Así que no la llamaste o le escribiste? ¿Nada?

Poché negó con la cabeza.

—No. Nuestro romance, como lo llamaste Amalia, fue simplemente eso. Un romance secreto.

—Entonces ¿cuándo la viste de nuevo?

— Fue en las festividades. Le había preguntado a mi mamá si sabía cuándo Daniela estaría ahí. Estaba completamente preparada para pasar tercera Navidad a solas. Tenía un trabajo en Whole Foods que era flexible, pero siempre podía usarlo como excusa—miró a la doctora— Mi mamá era más inteligente de lo que pensaba y al parecer descubrió que estaba evitando a Calle.

— ¿Así que ella te mintió?

—Sí. Fui a casa un par de días antes de Navidad, pensando que podría pasar tiempo con ella. Incluso tenía la intención de quedarme un poco más porque Lucca estaba de licencia. Sólo lo veíamos una vez al año más o menos. Así que lo tenía todo planeado—sonrió recordando cuando vio a Calle de pie en la parte superior de las escaleras— Tenía veinte años.


Flashback


—Mamá, estoy en casa —gritó mirando alrededor de la gran cocina sin ver a nadie.

Pensaba que su mamá estaría preparando la cena. Dio la vuelta, dirigiéndose hacia el corto pasillo familiar que daba hacia sus habitaciones cuando escuchó la puerta que se abría en la parte superior de las escaleras.

Se detuvo y levantó la vista sorprendida al ver a Daniela devolviéndole la mirada.

¿Cuántas veces había sucedido?

Calle de pie en la parte superior de las escaleras como una diosa, haciéndole señas.

"Poché..."

Ella asintió y se estremeció al escuchar ese apodo.

—Hola.

La castaña bajó y el corazón de la pelinegra comenzó a martillear en su pecho mientras dejaba caer su mochila al suelo.

Habían pasado más de dos años y medio desde que la había visto.

La chica de la que se había enamorado se había convertido en una hermosa mujer. Su largo cabello castaño estaba un poco más corto, apenas un poco más debajo de sus hombros, pero sus ojos avellana estaban tan intenso como siempre.

La ojiverde estaba clavada en el suelo cuando la más alta se acercó, incapaz de apartar su mirada ella.

Entonces Daniela estaba ahí, deslizando las manos por sus brazos y hacia su cuello. Las manos de Poché se deslizaron alrededor de su cintura y se sumergieron en un abrazo. Aspiró su aroma familiar y así sin más, dos años fueron olvidados cuando sus cuerpos se reunieron.

—Te extrañé tanto, Poché —le susurró al oído.

— Yo también te extrañé.

—Tenemos que hablar.

La pequeña se echó hacia atrás alejándose de sus brazos.

— En realidad no hay nada de qué hablar ¿no es así?, Daniela —se sorprendió al ver las lágrimas en los ojos avellanas.

— Me voy a casar, Poché.

Fue como un golpe en el pecho.

María José dio un paso atrás.

— ¿Casar?

— Van a anunciarlo en la cena de Navidad de mañana.

No era como si no supiese que ese día llegaría, pero aun así, fue como un cuchillazo en su corazón. Finalmente asintió.

—Espero...espero que seas muy feliz, Daniela —dijo mientras recogía su mochila.

— Poché, por favor...

— Por favor ¿qué?, Daniela, te vas a casar.

— Necesito hablar. Te necesito, María José.

Ella negó con la cabeza.

— No puedo hacer esto. No puedo ser tu amiga. No puedo...escuchar mientras hablas de Samuel y de tu matrimonio. No lo puedo hacer —encontró la mirada llorosa de Calle con una de las suyas— Eso me duele.

— Lo sé, Poché. Sé que duele. Esto también me duele —dio un paso hacia ella— Por favor, necesito hablar.

Antes de que la ojiverde pudiese responder, la puerta de sus habitaciones se abrió y su madre salió.

Cada una dio un paso atrás, separándose.

— ¡Majito! Estás en casa —su mamá sonrió, luego miró a Daniela —Y Dani, tú también. Me alegro de verte nuevamente —ella las abrazó— Te ves más hermosas cada vez que te veo.

—Gracias, María.

Si su mamá se dio cuenta de la tensión entre ellas o las lágrimas...no hizo reconocimiento de ello. Por eso, Poché estaba agradecida.

— Estoy segura que ustedes niñas tienen un montón para ponerse al día ¿Por qué no van a la cubierta? No creo que una sola alma la haya usado desde que se fueron a la universidad.

Daniela la miró con las cejas levantadas y María José aceptó de mala gana.

Permanecieron en silencio mientras salían, el único sonido era el crujido de la hierba muerta de invierno. Los tablones de la cubierta crujieron bajo su peso.

La pelinegra tomó su lugar habitual de espaldas a la casa, pero la castaña permaneció de pie, mirando a través del césped.

— ¿Estás saliendo con alguien?

Poché se sorprendió por la pregunta.

—Salgo. Tengo citas—dijo ella.

Calle se volteó para mirarla... con un poco de celos.

— ¿Chicas?

Ella soltó una breve carcajada.

—Sí, Daniela. Chicas. Soy gay. Eso es lo que haces, sles con chicas. No sales y te casas con un hombre.

Daniela sostuvo su mirada.

— No quiero casarme con él. No lo amo, lo sabes, Poché.

— Entonces ¿por qué haces esto, Daniela?

—Oh, vamos, ya sabes cómo es. Sabes como siempre ha sido. No hay elección. Nunca ha habido una elección.

— Siempre hay una elección. Es tu vida.

— ¿Lo es? La única parte de mi vida que es mía es cuando estoy contigo— dijo ella su voz ronca por las lágrimas contenidas.

María José sintió lágrimas en sus ojos y parpadeó alejándolas.

Daniela se volteó nuevamente dándole la espalda a la más pequeña y se abrazó a sí misma como si pudiese protegerse así de la frialdad del invierno y de cómo María José la llamaba por su nombre entero.

— No puedo hacer esto. No quiero casarme con él. Estoy aterrorizada —La castaña limpió su rostro, ahora sus lágrimas caían libremente— Ellas quieren hacerlo en el verano. Tendré veintiún años, recién salida de la universidad.

— ¿Ellas?

Calle se dio la vuelta con los ojos humedecidos.

—Mi mamá, la mamá de Samuel. Ellas lo tienen todo planeado.

— ¿Qué dice Sam al respecto?

La risa de Daniela era amarga.

—Él piensa que si nos casamos querré tener relaciones sexuales con él más a menudo —la miró directamente a los ojos y susurró— No puedo soportar su contacto —apartó la mirada viendo hacia la mansión— Solo es algo mecánico, sé que él lo sabe, simplemente no puedo hacerlo —volvió a mirar a la ojiverde— Quiero que seas tú. Siempre quiero que seas tú, Poché.

María José limpió sus propias lágrimas.

— Entonces ponle fin. Termínalo. Tú y yo, nosotras podemos ir a algún lugar, podemos...

— ¿Qué? ¿Huir?— negó con la cabeza—Estamos algo mayores para eso, ¿no es así?

— Pronto terminaremos la universidad. Podemos comenzar una vida juntas, Daniela— suplicó.

— ¿No crees que van a encontrarnos? Ellos me arrastrarán de regreso. Ellos nunca lo permitirían.

— ¿Permitir? Daniela, tendrás veintiuno ¿Qué pueden hacer?

—Así no es como funciona. Lo sabes ¿Realmente crees que mi mamá y mi papá se quedarán tranquilos si me voy de casa? ¿Si fuera a algún lugar que no tienen planeado? ¿Haciendo algo por mí cuenta? ¿Con otra mujer? ¿Crees que realmente lo permitirían?—negó con la cabeza— Así no es como funciona, Poché —finalmente se sentó cerca de ella— Las otras, Juliana y Camila, no les importa el control. Son felices planeando sus bodas, planificando cuándo van a tener hijos, planificando la vida de sus hijos, así como lo hicieron nuestros padres con nosotras. Es sólo un gran ciclo —trató de sonreír— Ellas no pueden entender por qué no estoy emocionada con todo esto. No puedo hablar con ellas. Ni siquiera puedo relacionarme con ellas —hizo una pausa retorciendo sus manos con nerviosismo. Finalmente levantó la mirada con ojos suplicantes— Por favor, Majo, tengo que estar contigo —susurró— Majito, ¿por favor?

María José sintió el tirón familiar en su corazón, Daniela solo le decía Majo cuando de verdad quería algo de Poché y sabía que ella no se podía negar.

Y María José no podía resistirse a Daniela, con esos ojos y menos cuando le decía Majito.

Nunca había podido.

Ni siquiera sabía por qué aún estaba intentándolo.

Dos años tratando de sacar a Daniela de su mente y de su corazón se desvanecieron en un instante.

Asintió con la cabeza.

Ella también asintió, reflejando alivio en sus ojos.

— Mis padres se van a una fiesta de Navidad esta noche. Se supone que debo encontrarme con Juliana para cenar. Voy a cancelar —se aclaró la garganta— Tengo que estar contigo, Poché.

— Voy a...voy a ir a tu habitación después que se vayan.

El camino de regreso a la casa también lo hicieron en silencio, pero era un silencio diferente al de antes. Sus brazos se rozaban mientras caminaban, sus hombros chocaban, sus miradas se encontraban y luego se alejaban.

El fuego se extendía entre ellas a cada paso. Se separaron en la cocina, reconociendo en silencio las llamas que las rodeaban.

Después de más de dos años sin contacto con Daniela, María José estaba hambrienta de ella.


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Trató de pasar la cena lo más normal posible, charlando con su mamá acerca de la universidad y su trabajo en Whole Foods.

Aprovechó la oportunidad para mencionarle a su mamá acerca de su cambio en la dieta.

— Me encanta tu cocina —dijo— pero después de las fiestas, voy a volverme vegetariana.

Su mamá levantó las cejas.

— ¿Tu qué?

—Vegetariana. Ya sabes, nada de carne.

—Sé lo que significa, Majo. Me pregunto por qué.

— Bueno, porque estoy expuesta a eso. La mayoría de las personas que trabajan ahí son vegetarianos o veganos —dijo— Es más sano y mejor para el medio ambiente. Y para los animales, por supuesto. Su mamá le sonrió pero no dijo nada — ¿Qué?

— Nada. Es que, bueno, estás tan crecida ahora.

— No diría crecida del todo —dijo con una sonrisa. Se limpió la boca con una servilleta antes de beber de su vaso de té. Miró a su mamá, pensativa— Pensé que habías dicho que Daniela no iba a estar aquí hasta después de Navidad.

— Debo haberme equivocado —dijo inocentemente.

—Uh-huh —dijo.

—Sé que no es de mi incumbencia, Majito, pero no pude dejar de notar que pareces evitar volver a casa si Dani está aquí. Ustedes dos eran tan unidas mientras crecían ¿Tuvieron una pelea?

María José no pudo encontrarse con la mirada inquisitiva de su mamá.

—No realmente —dijo— Sólo tenemos amigos diferentes, diferentes universidades —se encogió de hombros— Ya sabes —dijo evasivamente.

— ¿Se desconectaron?

— Algo así.

Su mamá la miró como si quisiera hacerle otra pregunta pero al parecer se lo pensó mejor.

María José se sintió aliviada.

—Bueno, entonces tal vez ustedes dos pueden volver a conectar durante las vacaciones—dijo.

Poché asintió.

— Si. Voy a subir más tarde. Vamos a ver una película...

— Entonces va a ser como en los viejos tiempos.


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Poché se ofreció a ayudar a su mamá con la limpieza, pero ella la espantó.

—Los Calle ya se han ido ¿Por qué no vas a pasar tiempo con Dani?

— Está bien. Gracias, mamá. No me quedaré ahí demasiado tarde—dijo mientras se dirigía hacia las escaleras.

Tuvo que detenerse para no correr hacia arriba.


Una vez dentro de la casa principal, subió las escaleras de dos en dos hasta el piso de Daniela. Se detuvo para recuperar el aliento antes de usar su infantil toque... dos golpes rápidos, luego tres más lentos.

La puerta se abrió inmediatamente.

No hubo preámbulo, ni conversación. Tan pronto como la puerta se cerró, Poché atrajo a Calle hacia ella.

Gimieron cuando sus labios se encontraron, abriendo sus bocas la una a la otra después de tanto tiempo. Volteó a Daniela inmovilizándola contra la pared. Sus manos se deslizaron bajo su camisa, gratamente sorprendida al no encontrar sujetador.

Estaban más llenos de lo que recordaba, encajaban perfectamente entre sus manos. Los ellos se endurecieron como roca mientras sus pulgares los frotaban.

—Por favor llévame a la cama. Necesito estar contigo, Poché —rogo en un susurro mientras alejaba su boca de la ojiverde.

Pero María José no se apresuraría, había pasado demasiado tiempo.

Pese a que se moría de ganas, Poché quería tomarse el tiempo para explorarla, tal y como lo hacían de niñas. Después de todo, no sabía si iba a existir una próxima vez.


—Eres más hermosa de lo que recordaba, Calle —dijo en voz baja. Levantó la vista quedando atrapada en los ojos avellana que había echado tanto de menos— Tan hermosa —murmuró otra vez.

—Hazme el amor, Poché —susurró Daniela— Necesito que me hagas el amor.

Fue en ese entonces cuando María José cedió. Le hizo el amor de la forma más suave que el momento se lo permitió. Intento transmitirle todo sin necesidad de decir absolutamente nada.

Se moría por Daniela, no podía evitarlo. Y notaba que era mutuo.

Sin embargo, volvía a obtener solo un momento robado.


—Dios mío—murmuró Calle mientras su cuerpo se relajaba, sus piernas se volvieron de goma— Ven aquí, Poché —susurró tirando de ella hacia sus brazos.

María José yació a su lado permitiendo que la castaña la abrazara.

Cerró sus ojos, absorbiendo todo lo que era Daniela.

—Te amo, Poché—susurró.

La ojiverde cerró los ojos con fuerza.

Las palabras eran agridulce, pero no pudo evitar responderle.

Era la verdad.

—Yo también te amo, Calle.

Daniela les dio la vuelta, apoyando su peso sobre María José.

Los ojos de la pelinegra permanecieron cerrados mientras la castaña la besaba, su boca viajó abajo hacia sus pechos. Poché no había tenido muchas amantes.

Lo intentó.

Pero como Daniela había dicho anteriormente, era como hacerlo mecánicamente.

Nadie la tocaba en cuerpo y alma como Calle lo hacía.

—Eres tan suave, Poché —sus labios se arrastraron nuevamente hacia la boca de la más pequeña— Te he echado mucho de menos. Pienso en ti todo el tiempo.

—Yo también—admitió.

Calle se alejó mirando sus ojos.

— ¿Cuántas amantes has tenido? —pregunto con un poco de celos.

— Pocas, no muchas.

— ¿Es así con ellas?

— No. Nunca es así con nadie más.

— ¿Piensas en mí cuando estás haciendo el amor con ellas?

—Sí.

La mano de Daniela se movió entre sus cuerpos, deteniéndose sólo un segundo antes de deslizarse entre los muslos de María José.

— ¿Y ellas hacen que te pongas así de mojada? —susurró ella.

La pelinegra se estremeció

—No—jadeó abriendo sus piernas, dándole más espacio a Calle.

—¿Me quieres dentro de ti?

—Sí.

Daniela aguanto todo lo que pudo, sin embargo su debilidad por su mejor amiga, hizo que entrara en ellas mucho antes de lo que hubiese querido.

Escuchar los gemidos de María José, ver cada uno de sus gestos, probar sus labios, su piel, sentir su olor. La volvía loca y era capaz de llevarla al éxtasis con tan solo verla.

Poché provocaba sensaciones en su cuerpo que ninguna otra persona lograba.

—Te amo—susurró la pelinegra, rodeando a la castaña entre sus brazos y abrazándola con fuerza luego de liberar su éxtasis.

Daniela tembló.

Ese tipo de gestos era algo que con Sam jamás tenía. Un abrazo, una palabra de amor.

Amor.

—Te amo, Poché.

Sintió como Daniela temblaba y se percató de la humedad en su cuello por las lágrimas.

María José cerró sus ojos, las lágrimas cayendo también de sus ojos.

—Te amo, Poché —repitió Calle contra su cuello—Siempre voy a amarte, María José.








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Hola! Hoy deje una meta en twitter y prometí que si se cumplía iba a subir doble cap. Se cumplió así que les dejo los dos cap. Seguramente mañana ponga otra más para volver a actualizar, así que si quieren pueden seguirme en tw  @/mediceenpili para que puedan ayudarnos con las votaciones, ya quedan pocos días. 

¿Qué opinan de la historia? ¿Será que Daniela si se casa?


¡Gracias por leer, votar y comentar!

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