Capítulo 20

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Los ojos de María José estaban pegados a la pantalla, su mano derecha movía el ratón lentamente mientras añadía una mesa redonda cerca de la barra de delicateses.

¿Funcionaría eso en su pequeño pueblo?

¿Realmente las personas vendrían a la tienda para tomar el desayuno?

¿Almuerzo?

— Hay que hacer algo con todo este espacio —murmuró mientras cambiaba la mesa redonda a una más alta mesa cuadrada.

Tres mesas, dos sillas en cada una.

— ¿Ocupada?

Levantó la vista, encontrando a Daniela quien le miraba desde la puerta.

Sonrió rápidamente, sorprendida de verla.

Sentándose hacia atrás, le indicó que entrara a su dormitorio-oficina. El escritorio había ocupado el poco espacio que quedaba después que había mudado la cama de su casa.

No había espacio para una silla extra.

— Lo siento, está un poco estrecho

— No quiero interrumpir. Vine a visitar a María.

—Oh.

Poché recordó que Calle era amiga de su mamá, no de ella.

Daniela le sonrió, aunque algo nerviosa, aun le gustaban esos lindos hoyuelos de Poché cuando sonreía.

— ¿Estás trabajando en el diseño?

—Sí —se detuvo y volteó su laptop hacia Calle— Aquí, mira —dijo ella. Salvó lo que había estado trabajando, entones abrió un esquema en una escala más pequeña del interior— Nuestras tiendas son un poco pequeñas, la más grande es de diez mil metros cuadrados y la más pequeña...la primera...sólo siete mil. Así que esta será enorme para nosotros. Es de más de veinte mil metros cuadrados. El doble de lo que estamos acostumbrados —dijo— No estoy segura de que pueda duplicar nuestro inventario, por lo que tengo que llenar el espacio de alguna manera —se detuvo en el área de delicateses nuevamente— Quiero hacer un área para comer. Como un patio de comidas, con diferentes opciones. No sería del todo vegano o vegetariano —dijo— Nada comercial o de granjas industriales. Eso está fuera de límites. Pero trataremos de comprar localmente siempre que podamos. Tiene que ser orgánico. Una barra de ensalada, un barra de tacos... —se detuvo— Lo siento, estoy segura que no quieres oír hablar de todo esto.

— No. Es emocionante.

María José se echó hacia atrás.

— No sé si lo llamaría emocionante, pero me gusta la etapa de planificación.

Calle asintió.

— Eso se nota —vaciló, sus ojos vagaron alrededor de la habitación antes de volver a ella— Me preguntaba si...si quieres salir a...a cenar. Esta noche, Poché.

— Oh, no lo sé. Sin ánimo de ofender, Calle, pero la última cosa que quiero hacer es cenar contigo y Samuel —dijo ella.

Daniela negó con la cabeza.

—Sam está...bueno, no importa. Él no está. Él no estará ahí.

Sus ojos se encontraron y Majo trató de leer a Calle, preguntándose lo que estaba planeando.

Finalmente se apartó, mirando hacia su pantalla.

— ¿Crees que sea una buena idea?

— ¿Qué quieres decir, Poché?

— Quiero decir, estaríamos solas.

Los ojos de Calle se ampliaron.

—Te preocupas por...

—Bueno...

La castaña sonrió.

— No tengo segundas intenciones, si eso es lo que te preocupa. La última vez que nos vimos, estuvimos de acuerdo en que no habría...no habría romance —dijo su voz tranquila— Ya que han pasado cinco años desde que nos vimos la una a la otra y todavía estoy casada...

La ojiverde se mordió el labio inferior y finalmente se encogió de hombros.

— Está bien. Tienes razón. De todos modos ya deberíamos estar más allá de eso.

Daniela se encontró nuevamente con sus ojos.

— Te extraño en mi vida, extraño un montón de cosas, Poché —añadió con una sonrisa rápida—Extraño hablar contigo, extraño que seas mi amiga. No tengo a nadie cercano a mí, alguien con quien pueda hablar —tomó una respiración profunda— Sólo necesito hablar, Poché.

María José asintió con la cabeza, preguntándose si quería ser esa persona en la que Daniela se apoyara.

¿Podría serlo?

Pero como siempre, tenía un momento difícil para decirle no a Calle.

— Está bien ¿Dónde y cuándo?

Ella deslizó un bloc de notas hacia Calle, quien rápidamente anotó su dirección. Después de una ligera pausa, añadió más y luego le regaló a la ojiverde una sonrisa.

—Gracias, Poché.

La pelinegra asintió nuevamente recogiendo el block cuando la castaña se fue, cerrando la puerta detrás de ella. Miró la dirección, sin reconocer el nombre de la calle.

Ella sonrió ante lo que Daniela había escrito debajo de ella.


19:00. Por favor, ven temprano ¡Puedes ayudarme a cocinar!


— ¿Desde cuándo Calle sabe cocinar?—murmuró ella.


****************************************


— Es un día hermoso ¿no?

Calle se sentó junto a la mujer mayor en su pequeño patio, aceptando el vaso de té con una sonrisa.

— Sí, no puedo creer que ya sea mayo.

María la miró un momento.

— ¿Lograste compartir con Majito?

— Sólo un poco. Estaba ocupada, además, he venido a verte —le recordó.

La mujer le sonrió, pero la castaña podía ver las preguntas que se formaban en sus ojos.

Con los años, María solo había hecho una breve mención sobre del hecho de que ella y su hija ya no se veían más...ni hablaban.

Aunque nunca con indiscreción, sabía que sentía curiosidad con respecto a la brecha entre ellas.

— Fueron tan cercanas una vez. Inseparables.

La castaña miró hacia otro lado.

— Nosotras éramos unas niñas. Y no diría exactamente inseparables. Mi mamá se aseguró de ello.

María se rió un poco.

— Oh, tu mamá trató de mantenerte ocupada ¿verdad? Nunca te dije esto y ciertamente nunca se lo dije a Majo...pero tu mamá se acercó a mí una vez, insistiendo en que hiciera algo para romper la amistad entre ustedes. Ella sentía que mi hija te estaba rebajando, que te impedía formar amistades profundas con las chicas de tu escuela.

— Eso no me sorprende. ¿Qué le dijiste?

— Le dije que ustedes dos tenían una relación especial y que sería cruel mantenerlas alejadas —negó con la cabeza— Ella no quería escuchar eso. Me despidió.

— ¿Qué?

— Sí. Me dijo que me fuera. Que no tendría ni a mí ni a mi hija interfiriendo con tu vida.

— Oh, Dios mío. No puedo creerlo ¿Qué hiciste?

— Bueno, no teníamos un lugar donde ir. Hubiésemos estado en la calle. Así que hice lo único en lo que pude pensar. Llamé a tu papá.

— Ya que no te fuiste, supongo que él se lo prohibió.

Mientras crecía, Daniela siempre creyó que su mamá era la que tenía el control.

— Sí. Y ella no me habló por mes. Estaban comenzando la secundaria, creo.

— Sí. Fue entonces cuando se duplicaron mis actividades —recordó Calle— Poché y yo...bueno, no tuvimos mucho tiempo libre.

La mujer sostuvo su mirada.

— Pero tuvieron el suficiente.

Calle frunció el ceño.

— ¿Qué quieres decir?

— Quiero decir que la amistad no sufrió — María miró hacia otro lado, mirando por encima de su pequeño patio— Majo nunca estuvo así de cerca con nadie más. No en todos esos años. Sospecho que lo mismo fue cierto para ti.

— Es cierto —dijo con un suspiro— La extraño.

— Lo sé. Ella también te extraña— regresó su mirada hacia la castaña— Te conozco desde hace mucho tiempo, Dani. Debe ser agotador fingir que eres feliz —Calle arqueó una ceja, pero no dijo nada. La mayor al parecer la conocía demasiado bien— Los ojos no pueden ocultar el verdadero estado del alma —dijo en voz baja— Miro tus ojos y solo veo tristeza. Incluso la presencia de Ashton no podía suprimir eso en su totalidad —la castaña miró hacia otro lado ¿Qué podía decir a eso? Era la verdad— Sea lo que sea que haya sucedido entre tú y Majo...—continuó— Sólo espero que puedan encontrar el camino de regreso juntas. La vida es tan corta. No debes malgastarla siendo infeliz. Y no debes malgastarla tratando de complacer a los demás.

Daniela sintió como una lágrima se le escapaba y la limpió con impaciencia y luego miró a María.

— Ya lo sabes ¿no?

— ¿Saber qué? ¿Qué te casaste con un hombre que no amabas? Estaba contigo la noche antes de tu boda ¿recuerdas? —Daniela asintió— Te he visto crecer, te he visto enamorarte. Y te he visto yendo a la universidad con lágrimas en los ojos. Te he visto casarte con lágrimas en los ojos. Sí, lo sé.

Daniela limpió las lágrimas que seguían cayendo, sin saber qué decir.

— ¿Lo sabe Poché?

— ¿Si ella sabe que lo sé? Sí.

Calle sonrió mientras aceptaba el pañuelo que María había hecho. Se sonó la nariz, parpadeando para contener las lágrimas.

— Y nosotras creyendo que nadie lo sabía —se aclaró la garganta— Supongo que no éramos muy buenas ocultando nuestros sentimientos.

— Como le dije a Majo, una mamá sabe cuándo su hijo se está enamorando. Especialmente cuando lo hace justo delante de ti.

—Lo siento, María. Éramos...éramos unas niñas. Nosotras...

— Te enamoraste. No lo sientas. Pero estoy segura que debió haber sido un momento difícil para ti Consciente de que tenías que casarte con Samuel, quiero decir.

— Ser gay no era una opción para mí —dijo— ¿Puedes imaginar lo que mi mamá habría hecho?

—Oh, sí, puedo. Mi hija y yo sin duda hubiésemos sido arrojadas a la calle —dijo con una sonrisa— Pero Majito me dijo que no eras gay.

Daniela la miró rápidamente.

— Poché y yo nunca hablamos mucho sobre eso, realmente. Nosotras no lo etiquetamos. Pero todo lo que siempre soñé tener con alguien, lo tuve con ella —negó con la cabeza— Pero sabía que no podía conservarlo. Poché aceptó que ella era gay. Yo no pude.

— ¿Y ahora?

— ¿Quieres decir ahora que ella está de vuelta?

— No. Quiero decir...tu vida ¿Y ahora qué?

La castaña miró hacia otro lado, apretando el pañuelo con fuerza en su mano.

— Quiero dejar a Sam —decir las palabras en voz alta parecía haberle quitado de encima algo de presión. Miró a la mujer nuevamente— Quiero el divorcio.

La señora asintió y tomó su mano, sosteniéndola suavemente.

— Entonces eso es lo que debes hacer.

— Mi mamá...

— Es hora de que tu mamá deje de dirigir tu vida, Dani. Es tiempo pasado.

— Eso es más fácil decirlo que hacerlo.

— No. Eso no es cierto. El primer paso siempre es el más difícil. Tu mamá lo toma por sentado, Dani. Siempre lo has permitido. Lo vi cuando eras una niña, lo vi en la secundaria, en la universidad y en tu boda —negó con la cabeza— ¿Tuviste algo que decir en la planificación?

— No. Por supuesto, realmente no me importaba. No quería casarme.

— No. Pero te casaste de todos modos. Y tu mamá eligió tu casa y lo permitiste. Tenía la esperanza de que cuando te casaras y te mudaras lejos de ella, las cosas cambiarían. Incluso cuando Ashton nació, tenía la esperanza de que ella te dejaría seguir, que te permitiría ser quien realmente eres.

— María... ¿Por qué no fuiste mi mamá?

La mujer sonrió y le apretó la mano.

— Todas las cosas suceden por una razón, supongo. La vida tiene muchos picos y valles, altas y bajas, simplemente tienes que apreciar las alturas y aprender de los bajones... además tendrías otras descendencias que no son precisamente de alta sociedad —dijo— Voy a estar aquí para lo que necesites. Has sido como una hija para mí, lo sabes. Cuando Majo permaneció alejada como lo hizo...

— Lo siento tanto. Ella lo hizo por mí.

— Sé que lo hizo. Nunca me lo dijo, pero lo sabía. Podía ver el dolor en sus ojos aceitunas, como también en los veía en los tuyos avellanas, sin importar el color de sus ojos estaba la misma tristeza en ellos.

Calle respiró profundamente.

— No tengo ninguna expectativa para nosotras. Ha pasado tanto tiempo, no sé si podamos lograr recuperarlo todo. Pero espero que podamos salvar la amistad. Realmente la necesito en este momento, María. Es sólo que no sé cuánto confía en mí.

— También espero que puedan recuperar la amistad nuevamente. Tienes que tomarlo con calma. Ella se convencerá.

La castaña sonrió.

— La invité a cenar —dijo ella— Samuel se ha ido esta semana. Quería hablar con ella acerca de...bueno, de dejar mi matrimonio. Ella es muy independiente y yo soy todo lo contrario. Espero poder aprender de ella.

— ¿Ella aceptó?

Calle asintió.

— Después de un poco de insistencia —dijo con una sonrisa— Voy a hacer los espaguetis que me enseñaste. Verduras en vez de albóndigas.

— La he visto hacer una especie de salsa blanca, con tofu, que pone sobre la pasta —sonrió y le dio unas palmaditas en la mano— Me alegro de que Majito vaya.

— Creo que ella quería declinar —admitió.

— Sí, bueno, Majo se ha vuelto algo terca en con la vejez —dijo con una sonrisa.

— ¿Perdón?

Se volvieron encontrando a la ojiverde de pie en la puerta, observándolas.

Daniela se preguntaba cuánto había escuchado mientras los ojos de María José estudiaban los de ella.

— Admitiré la parte de ser terca, pero ¿vieja? —continuo.

Su madre lo sonrió le sonrió.

— Ven y únete a nosotras, Majito —ofreció— Hay té.

— Creo que voy a tomar una cerveza, si eso está bien —dijo—He hecho tanto daño como he podido en el diseño por un día —miró a Calle— ¿Te está bien o te gustaría algo más?

— Té está bien —dijo— No puedo quedarme por mucho más tiempo. Tengo una cena planeada —dijo con una sonrisa.









¿Qué creen que pueda pasar en esa cena?


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