Capítulo 23

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María José se puso el casco que Lucca le tendió y lo siguió dentro de su pronta futura tienda de alimentos naturales.

Hecha polvo como estaba, se veía absolutamente enorme.

— Mi Dios, Lucca ¿Qué demonios vamos a poner aquí?

Él se rió y pasó un brazo alrededor de su hombro.

— Eso, hermanita, es tu trabajo. Pero me gusta la idea del patio de comidas.

Ella caminó más adentro y giró su libreta. Sacó los diferentes esquemas con los que había estado trabajando, tratando de visualizar donde iría todo.

— Me gustan todas estas ventanas —dijo— Le dará una sensación más espaciosa.

— ¿Estás segura, Majo? Porque ellos dicen que pueden poner una fachada si queremos.

— Esto será mejor. Además, tal vez podamos poner algunas plantas naturales aquí, haciendo que luzca un poco más natural —ella lo miró— ¿Los contratistas?

— Todos en fila. Están a la espera de los planos y los diagramas, por lo que podemos tener nuestras citas y una estimación del tiempo.

— ¿Tienes tres?

— En realidad, cuatro están haciendo una oferta en esta ocasión.

Ella caminó hacia la pared del fondo, visionando los refrigeradores y la sección de alimentos congelados que irían allí.

Se dio la vuelta.

— Planeé todo con los pasillos yendo perpendicularmente hasta el frente —dijo ella. Se giró en un círculo— Pero en paralelo ¿tal vez? Quiero decir, que es sin duda lo suficientemente grande. Incluso podríamos tener la parte central de la tienda como de costumbre o tenerlas las dos...o una u otra...en los extremos paralelos —ella lo miró con las cejas levantadas— Sólo para romper un poco.

— Mira Majito, siempre las has diseñado. Nunca ha habido un problema. Así que has lo que quieras —él miró a su alrededor y su voz resonó en el gran espacio vacío— Pero cuanto más esperemos, más largo...

— Lo sé, lo sé —dijo ella— Estudió los esquemas nuevamente, deseando otro par de ojos —se mordió el labio inferior. Siempre podría ir con Daniela, ver lo que ella pensaba. Tal vez le haría una llamada, ver si quería almorzar con ellos— Está bien, vamos. Permíteme hacer algunos retoques. Dame otro día, tal vez dos.

—Hecho. Voy a informarle a los contratistas.


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Mientras regresaban a la camioneta de Lucca, María José dijo:

— Mamá dice que te escuchó hablando con un agente de bienes raíces ¿Vas a comprar una casa y no alquilar?

Su hermano rió.

— Ella escuchó ¿huh? No quería decir nada. Pero Makis piensa que deberíamos seguir adelante y comprar ahora.

— Pensé que iban a ver cómo les iba en el verano, ver si a los niños les gustaba —dijo ella.

— Así era. Pero siguen siendo lo suficientemente jóvenes como para hacer un cambio. Emy todavía no estará en la secundaria por dos años más. Y Santy, bueno, no podía importarle menos.

— Creo que es genial. Sé qué hará muy feliz a mamá saber que estarás aquí.

Él la miró.

— ¿Qué hay de ti? ¿Lista para comprar algo?

Ella negó con la cabeza.

— A pesar de lo apretada que estoy en casa de mamá, no creo que quiera comprar algo.

— Siempre podemos vender la casa de mamá. Conseguir algo más grande para las dos.

— ¿Estás tratando de mantenerme aquí?—preguntó con una sonrisa.

Él se encogió de hombros.

— Sería bueno, sí. Nunca hemos vivido en el mismo lugar. A los niños les encanta cuando estás cerca. Tú y Makis se llevan bien. Sería bueno tener a toda la familia junta —dijo él.

— ¿Sí?

—Sí. Me perdí de mucho cuando eras una niña. No estuve. Mamá y tú estaban un poco por su cuenta. Sé que fue difícil después de que papá murió.

Ella asintió.

— Lo fue. Más difícil para mamá, supongo, que para mí.

— Sé que no podemos recuperar esos años, pero sería bueno que los tres tuviésemos algo de tiempo juntos. Como una familia —hizo una pausa, su mirada yendo hacia ella y de regreso nuevamente a la carretera— Quiero decir, sé que tienes tu casa y tus amigos en New York, pero...

— Voy a pensar en ello —dijo sorprendida por su respuesta.

Hace unos meses, nunca hubiese siquiera considerado la posibilidad.

— ¿En serio? —él sonrió ampliamente— Grandioso, hermana.

Habían trabajado en estrecha colaboración desde hacía varios años, mientras ponían en marcha su negocio y su relación era más amistosa y profesional que de hermano y hermana, sobre todo al principio. Supuso que era una combinación de la diferencia de edad y el hecho de que él había dejado la casa cuando había tenido dieciocho años, dejándola crecer esencialmente como hija única. Ella miró por la ventana, en realidad no reconocía el paisaje a medida que pasaban.

¿Realmente consideraría mudarse de regreso a su pueblo natal?

— Oye ¿te importa si invito a Calle a unirse con nosotros en el almuerzo? Quiero una persona de afuera que mire mis diseños.

— Oh, sí, eso está bien. A mamá le va a encantar.

— Gracias —sacó su teléfono, buscando el número de Daniela.

La había añadido la otra noche, diciéndose a sí misma que si iba a intentar lo de la amistad, debería al menos incluirla en su lista de contactos.









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