María José cerró la puerta de su camioneta, mirando hacia la casa que ahora Calle llamaba hogar.
Aunque no tan elaborado en absoluto...o imponente como la mansión, todavía era impresionante y sin duda hacía una declaración en cuanto a su condición social...y su riqueza.
Suponía que los terrenos eran de por lo menos una hectárea cada uno con respecto a las casas en ellos de cuatro-cinco mil pies cuadrados. El paisaje era impecable y bien diseñado, dejando que los árboles rodearan la casa.
Las flores estacionales fueron plantadas en cada espacio disponible, el color salpicaba alegremente por el césped verde. Dio un paso hacia la acera que se curvaba perfectamente a través de los árboles, dividiendo el césped en el medio. Respiró profundamente mientras se paraba en la puerta, pensando una vez más que esto era una mala idea.
Su mamá quería que fueran amigas.
Daniela quería que fueran amigas.
María José no estaba tan segura. Había demasiada historia entre ellas.
Demasiado sin resolver.
Pero no.
Esto era permanente ¿no? Calle estaba casada.
Fin de la historia.
Con ese pensamiento, oprimió el timbre de la puerta, escuchando el tono sutil y elegante anunciando su presencia. Calle abrió la puerta unos segundos más tarde, luciendo sonrojada.
— Llegaste temprano, Poché. Bien. Porque estoy perdida.
La ojiverde levantó las cejas.
— Bueno, es una casa grande, Calle. También me perdería.
La castaña se echó a reír con sus ojos brillantes.
— Muy gracioso. No, perdida en la cocina—aclaró.
— ¿Estás cocinando?
— Te dije que lo haría.
Los ojos de la Poché siguieron su longitud...blusa de seda, pantalones negros, zapatillas negras...como apoyo, joyas y maquillaje en su lugar, todo perfectamente congruente.
Luego miró su propia ropa...su mejor par de jeans, sus zapatillas de correr, camiseta estampada con Natural Foods Market de Garzón.
— Debiste haberme avisado —dijo ella— No me di cuenta que iba a ser una cena tan formal —levantó una botella— Sin embargo, he traído el vino.
— Ay Poché, no es formal —hizo un gesto hacia su ropa—Es sólo que...no importa —sonrió nuevamente— Por favor, entra.
Ella entró, la puerta de entrada era grande y espaciosa.
Se detuvo.
— ¿Tendré el recorrido?
Daniela negó con la cabeza.
— Confía en mí. No quieres uno.
Cerró la puerta y María José la siguió a través de la casa...sala de estar formal, una mirada rápida hacia una sala de estar menos formal y finalmente la cocina.
La más pequeña se detuvo, mirando lo que sólo podría describir como un desastre.
Cuatro ollas, dos sartenes y tres tazones...todo eso en diferentes etapas de preparación de comida... desordenando la cocina y encimeras.Se echó a reír.
— ¿Qué carajo estás haciendo, Calle?
La aludida también se rió.
— La cena —Poché se acercó, inspección los contenidos en las ollas. Una estaba llena de agua y pasta. Otra tenía verduras, todavía sin cocer. Una tercera tenía algún tipo de salsa de tomate. La cuarta...una especie de salsa blanca. Miró a Dani con las cejas levantadas— Parecía más sencillo cuando tu mamá hizo esto.
— ¿Mi mamá?
— Ha estado...bueno...enseñándome a cocinar.
— Ya veo.
— Y no es como si fueras normal —dijo señalándola— Un bistec habría sido mucho más fácil. Por supuesto, no sé cómo usar la parrilla de gas.
Poché se echó a reír.
— Oh, la grave situación de los ricos y mimados —le dio a su compañera la botella de vino que aún sostenía mientras recorría la cocina, tratando de decidir si podría salvar la cena— ¿Pasta?
Daniela asintió.
— La salsa ha estado hirviendo a fuego lento durante una hora. Tu mamá dijo que hiciera algunas verduras ya que no comes albóndigas ni nada de eso.
— Está bien. Regla número uno. Hierves el agua antes de agregar la pasta —dijo— Si tienes más pasta, creo que puedo...hacer algo con el resto de esto —levantó la pequeña olla que tenía la salsa blanca— ¿Qué es esto?
— Tofu
— ¿Mi mamá te está enseñando a cocinar con tofu? Ni siquiera sabe lo que es el queso de soja.
Calle asintió.
— Y es desagradable.
La pelinegra miró la olla nuevamente.
— Entonces ¿qué hiciste?
— Lo puse en una licuadora —dijo señalando hacia la licuadora en cuestión.
— ¿Sin condimentos? — negó con la cabeza— Está bien. Bueno, vamos a seguir entonces con la salsa de tomate —puso la sartén en el fregadero— Voy a necesitar vino —probó la salsa— Un montón de vino —murmuró— Para mí y para la salsa.
Una hora más tarde, estaban sentadas en la mesa de desayuno con platos apilados de pasta y verduras, cubiertos con una rica salsa.
— Así que ¿cuánto tiempo pasas con mi mamá? —preguntó mientras retorcía la pasta alrededor de su tenedor.
— Esto está muy bueno —dijo antes de responder— Tu mamá no mencionó la adición del vino a la salsa.
María José la miró.
— ¿Y?
Daniela se limpió la boca con una servilleta de tela antes de tomar un sorbo de vino.
— La veo, no sé, a menudo, supongo —le sonrió casi disculpándose—Honestamente, al principio, cuando Ashton era un bebé, me dirigí a tu mamá en busca de ayuda. No quería una niñera y mi mamá era inútil. Así que ahí fue cuando comenzó. Ashton la ama hasta la muerte, como sabes —hizo una pausa— Y me sentía culpable.
— ¿Qué quieres decir?
— Sabía que la razón por la que te habías alejado de Colombia era por mí. Sabía que María te extraña —levantó la mano— No es que estaba tratando de tomar tu lugar ni nada de eso... —dijo rápidamente— pero sabía que echaba de menos tener a alguien aquí, tener a alguien para cuidar. Nos volvimos cercanas.
La ojiverde levantó una ceja.
— ¿Qué tan cercanas?
— Lo suficientemente cercanas como para poder contarle cualquier cosa. Es una relación que nunca tuve con mi propia mamá —la miró a través de la mesa— Ella sabe lo nuestro, por cierto.
Poché asintió con una sonrisa.
— Sí, lo sé. Tuvimos la conversación la otra noche. Me sorprendió de muerte.
Daniela también sonrió, más por lo hoyuelos que se le hacen a la pelinegra que por la confesión.
— A mí también. Pero me alegré de que lo mencionara. Ella fue tan...comprensiva acerca de todo.
— Estaba tan segura que enloquecería.
— Ella vivía con nosotras. Tenía que haber sabido. Es obvio que no éramos tan buenas en ocultarlo.
Había tantas cosas que María José quería decir, quería preguntarle, pero no estaba dispuesta a hacerlo. En lugar de eso, optó por otro tema.
— ¿Por qué no me quieres dar un recorrido por la casa?
Daniela sonrió levemente y asintió, reconociendo el intento de Poché a cambiar de tema.
Puso su tenedor en el plato y agarró su copa de vino.
— Porque odio esta casa. No es un hogar. Es sólo una casa que mi mamá eligió.
— ¿Tu mamá?
—Sí.
Poché negó con la cabeza.
— ¿Dejas que tu mamá escoja tu casa?
Daniela sonrió rápidamente.
— No sólo eso, ella también la decoró.
La ojiverde la miró.
— ¿Por qué carajo permitiste eso, Calle?
Ella miró hacia otro lado.
— Porque no me importaba. No me importaba nada. No quería estar casada y no me importaba donde íbamos a vivir —se encogió de hombros— Así que mi mamá se encargó de todo —señaló su ropa— Al igual que con esto.
—Oh, Dios mío ¿Escoge tu ropa, Daniela? — negó con la cabeza— ¿Por qué has permitido esto? Daniela, no eres una niña. Sé que cuando éramos jóvenes, escogía tu ropa, pero eres un adulto, estás casada. Tienes un hijo.
— Sé todo eso, Poché. Lo sé. Es sólo que... —se encogió de hombros— Es más fácil seguirle la corriente que luchar con ella.
Poché la miró.
— Así que todo en tu vida... ¿es tu mamá?
— O Sam.
— No puedo creer que sigas permitiendo esto, Daniela ¿Por qué aguantas ese tipo de...control? —se levantó de la mesa, olvidando la cena. Se apoyó en el mostrador, su mirada dirigiéndose nuevamente hacia la castaña— Todo este tiempo, pensé que todo esto... —dijo señalando la casa— era lo que querías.
— Sabes que eso no es cierto. Recuerdas cómo era. Mi mamá siempre me hizo sentir tan...joven, tan dependiente. Tú, más que nadie, deberías saberlo. Nunca quise casarme.
— Pero lo hiciste, Daniela —respondió rápidamente— Te casaste. Pasaste por todo eso —de repente, todos los años de ira y frustración regresaron nuevamente con todas sus fuerzas y ya no pudo detener las palabras que se atropellaban en su boca— ¿Cómo se siente, Daniela? ¿Cómo se siente vivir una mentira? Durante todo este tiempo, viviendo la vida de alguien más... ¿cómo se siente?
—Detente, Poché. No lo hagas.
— ¿Qué no lo haga? Has sido infeliz durante todos estos años, Daniela ¿Para qué? ¿Por tu mamá? ¿Por tu familia?
— No había otra opción —dijo— Mi mamá se aseguró de que el apellido siempre fuera lo primero.
— Una mierda, Daniela. No es así como funciona en el mundo real.
— Es así como funciona en mi mundo.
— Es una locura —dijo— Te casaste...permaneciste casada... ¿por el bien de tu apellido? Eso es una locura.
— Lo sé.
— ¿Por qué? ¿Por qué hacerlo? ¿Por qué pasar por todo eso? —hizo una pausa, mirando los ojos de Calle— ¿Por qué hacerme pasar por eso, Daniela?
La castaña desvió su mirada.
— Por favor, detente, Poché.
— No. No Daniela, quiero saber. Quiero saber por qué lo hiciste ¿Por qué estabas contenta viviendo una mentira? Todos estos años, Daniela. Una mentira ¿Cómo fue?
— ¿Qué quieres que diga? —le devolvió la mirada nuevamente— ¿Qué quieres que diga, María José?
— No lo sé. No sé lo que quiero que digas —caminó atravesando la habitación, luego regresó a la mesa, con las manos deslizándose a través de su cabello, tratando de darle sentido a sus pensamientos. En su mente, lo único que podía ver era a Daniela y a Samuel juntos. Cerró los ojos, con la esperanza de destruir esa imagen pero sin lograrlo. Apretó los puños— Todos estos años casada con él, viviendo con él —dijo en voz baja— ¿Qué se siente, Daniela? —miró fijamente hacia sus ojos— ¿Qué se siente cuando te toca? ¿Piensas en mí?
— Poché...no lo hagas. Por favor.
— ¿Lo hiciste? Cuando te hacía el amor ¿deseabas que fuera yo? ¿Deseabas que fuera yo quien te tocara y no él, Daniela?
— María José....
— ¿Eran mis manos en tu cuerpo y no las suyas? —ignoró las lágrimas que vio en los ojos de la castaña mientras sus palabras seguían saliendo— ¿Alguna vez piensas en mí, Daniela? O ¿te has olvidado de mí? ¿Te olvidaste de nosotras? Cuando le haces el amor a Samuel tu...
— ¡Basta! —dijo Calle con fuerza, golpeando sus puños sobre la mesa, haciendo sonar la vajilla— Sí, María José. Sí. Pensaba en ti. Siempre ¿Es eso lo que quieres oír? —limpió las lágrimas de sus mejillas, sus ojos nunca dejaron los de Poché— Odiaba estar con él. Odiaba cuando me tocaba ¿Es eso lo que quieres saber?
Las lágrimas de Calle finalmente la tocaron y la pelinegra se odió a sí misma en ese momento.
— Dios, lo siento, Calle. Lo siento. No quise...
— No, no lo hagas. No quiero tu compasión —dijo en voz baja— No me lo merezco. Porque todo es verdad, María José.
La ojiverde negó con la cabeza.
—Lo siento. No tenía derecho a hablarte de esa manera.
— Debemos ser capaces de hablar de esto —se secó los ojos con la servilleta y luego la tiró hacia abajo— Nunca hemos hablado de ello. Así que sé que tenías que decir...todo eso. Has sido muy buena en todo, Poché. Siempre. Lamento no haber sido lo suficientemente fuerte como para ponerle fin a todo. Sin embargo, las ruedas estaban en marcha desde el momento en que nací. Es probable que antes. Sabes cómo era.
María José regresó a la mesa y se sentó nuevamente.
— Sí. Lo sé. Lo siento, Calle —dijo de nuevo.
Daniela respiró profundamente, con los ojos todavía humedecidos por las lágrimas.
— Necesito...necesito una amiga, Poché. No tengo a nadie —se aclaró la garganta— Quiero dejar a Sam. Quiero el divorcio —hizo una pausa, dejando que sus palabras se asentaran— No puedo seguir con esto. Simplemente no puedo.
La ojiverde la miró con incredulidad.
— ¿Vas a divorciarte de él...?
Calle asintió.
— Siempre había pensado que Ashton era la razón por la que permanecí con él. Pero no es cierto. La razón es que he tenido miedo de dejarlo.
— ¿Miedo? —se acercó y apretó suavemente su brazo— Por favor, Calle dime que no te ha golpeado.
Daniela negó con la cabeza.
— No. Nunca. Pero tengo miedo de lo que diría, de lo que haría. Tengo miedo de lo que mi madre vaya a decir. Ella estará devastada. Y furiosa.
— Es tu vida, Calle. No la suya.
— Lo sé. Pero no tengo ninguna práctica en esto. No tengo ninguna...ninguna confianza en mí misma.
— ¿Qué quieres decir?
— Todo en mi vida se ha basado en lo que ha dicho mi mamá, lo que hizo, lo que me proporcionó. Todo lo que aprendí, todo lo que...
Poché la detuvo.
— No todo —dijo enfáticamente.
La castaña sonrió rápidamente.
— Pienso en cuando éramos jóvenes, todo lo que hicimos. Todavía me sorprende que haya sido capaz de hacer eso sin estar aterrorizada de que mi mamá nos descubriera.
Poché se echó a reír.
— Eso es porque yo estaba aterrorizada lo suficiente por las dos.
Permanecieron en silencio durante un momento, entonces Calle tomó la mano de Poché.
La pelinegra vio como sus dedos se entrelazaron y la familiaridad de eso fue tan fuerte, que podría haber sido ayer cuando fueron amantes.
— Te necesito en mi vida, Poché. Como una amiga.
Ella asintió aceptando su pedido.
— Voy a dejar a Sam, pero necesito que sea por mí. No quiero que sea por ti ¿Entiendes?
María José asintió nuevamente, alzando los ojos para encontrarse con los de su compañera.
— He sido infeliz y necesito un cambio...por mí. Quería que supieras que no tengo expectativas de nada...contigo. De hecho, no creo que esté lo suficientemente sana emocionalmente para eso de todos modos —le dio una ligera sonrisa y alejó su mano— Por supuesto, ya no tengo ni idea de cómo te sientes, han pasado tantos años. Tú...tú probablemente tienes a alguien de todos modos.
María José se mordió el labio.
¿Lo tenía?
¿Sofía contaba?
Decidió que sí.
— Yo...yo salgo con alguien. He estado viendo a alguien. Sofía —se encogió de hombros— Desde hace un tiempo.
Se sorprendió por el dolor que vio en los ojos de Daniela y quiso regresar sus palabras nuevamente, pero Calle sonrió rápidamente, ocultando sus emociones.
— Bien por ti. Mereces tener a alguien en tu vida.
En ese momento, Poché negó con la cabeza.
— Ella no es alguien en mi vida, Calle. Ella es...ella es...
— ¿Alguien con quien tienes sexo?
La ojiverde se ruborizó y agachó la cabeza.
Nunca le había mentido a Daniela anteriormente.
No tenía necesidad de empezar ahora.
— Dios ¿a quién estoy engañando? —levantó la vista, mirándola a los ojos— No lo llamaría salir. Me han dicho que puedo ser una cita fatal. Ya ves, olvido llamar. Olvido las cenas. Sofía es simplemente la última mujer con la que he tratado de tener una relación —se encogió de hombros— Pero eso no importa. Como has dicho, ha pasado un montón de años. Creo que estamos más allá de todo eso —se enderezó— Así que, sí Calle, puedo ser tu amiga.
La sonrisa de Daniela fue genuina.
—Gracias, Majito.
Hola! Muchos me han escrito para pedirme la versión original de la historia, y realmente no la tengo. Cuando busque el libro no logre encontrarlo (ya saben que cuando hago adaptaciones, en el primer cap doy el nombre del libro y el autor). La historia yo la tenia guardada hace mucho junto con otros ff y, como aclare, la estoy adaptando de una versión brittana. Así que me es imposible ayudarlxs con eso :(
¿Qué opinan de la cena? ¿Creen que van a lograr ser amigas a partir de ahora?
¡Gracias por leer, votar y comentar!
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It's always been you
FanfictionMaría José Garzón vuelve a su tierra natal para emprender su nueva tienda y cuidar a su madre enferma. Sabe perfectamente el riesgo que corre al pisar nuevamente aquel lugar donde dio comienzo a todo aquello que aun no se animaba a compartir con na...