Capítulo 37

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María José ya le había dado la noticia a Lucca y ahora esperaban, que el médico terminara. Makis y los niños se habían quedado en casa, pero Daniela había querido venir, por lo que la había seguido en su coche.

Se sentó junto a Poché, retorciéndose las manos con nerviosismo. La ojiverde las alcanzó y las detuvo, sonriendo levemente.

— Lo siento —dijo la castaña en voz baja.

La más pequeña se acercó más se acercó más.

— ¿Está más preocupada por lo que el médico va a decir o porque mi mamá adivinará lo que estábamos haciendo anoche? —se rió en voz baja mientras un rubor cubrió el rostro de Calle.

— Tomando en cuenta que ninguna de nosotras parece haber dormido, no habrá mucho que adivinar.

La mirada de Poché se posó en la boca de Calle, sus labios todavía ligeramente hinchados de su noche...y mañana juntas.

Levantó la vista y sus ojos se encontraron, de pronto deseó estar en cualquier lugar, menos en la sala de espera de un hospital. Deseaba estar de regreso en la ducha, donde Daniela la había presionado contra la pared, llevándola al orgasmo de una manera tan rápida que parecía un vago recuerdo.

Calle sonrió y asintió, reconociendo la dirección de sus pensamientos.

— ¿Garzón? —todos voltearon y la enfermera les hizo señas— Ahora pueden verla. El médico regresará pronto para encontrarse con ustedes.

— Gracias —dijo ella permitiendo que Lucca y Daniela siguieran antes que ella.

Su mamá, afortunadamente, lucía bien descansada. Poché se inclinó rápidamente y besó su mejilla, notando que su mamá ya había tomado la mano de Calle.

— Me siento mucho mejor —dijo ella— No quiero a nadie quejándose sobre mí.

— Mamá, sabemos sobre el cáncer —dijo Lucca.

Su madre movió sus ojos hacia Calle y sonrió.

— Nunca pensé que te lo guardarías para ti —dijo ella. Miró a Poché y a Dani, su mirada iba entre ellas— ¿Sería inapropiado de mi parte decir que las dos están radiantes esta mañana?

María José se sonrojó de pies a cabeza.

— ¿De verdad, mamá? ¿En serio? ¿Ahora?

Lucca rió.

— Por eso es que te ves como no hubieras dormido, Majito.

Poché miró nerviosa a Calle, pero ella simplemente rió y apretó la mano de su mamá.

— Seguí tu consejo —dijo ella.

— ¿Podemos hablar sobre tu salud? —dijo Majo, todavía ruborizada.

La sonrisa de su mamá se desvaneció.

— No hay nada que discutir. Ya conozco mis opciones.

— ¿Dónde...dónde está?

— Mi mama nuevamente. En esta ocasión seguiré con la cirugía —su mamá apartó la mirada de ellos— Debería haberlo hecho antes, supongo, pero perder una mama...bueno, no estaba preparada en ese entonces.

— Está bien, si te hacen una mastectomía total, ¿todavía tienes que hacer quimio o radioterapia? —preguntó ella.

— El doctor dice que verán cuan invasivo es el cáncer. Eso determinará si voy a necesitar tratamiento adicional —su mamá se acostó nuevamente sobre la almohada— La idea de volver con la quimioterapia nuevamente...bueno, no sé si pueda manejarlo.

— Pero...

— No. Estoy cansada de pensar en ello. Daremos un paso a la vez —tomó una respiración profunda— Ahora, vamos a hablar de otra cosa —se volteó hacia Daniela— ¿Va a regresar Ashton a casa este fin de semana?

Calle asintió.

— Sí, lo veré mañana por la noche.

Poché había olvidado que Ashton regresaría a casa.

— Es cierto. Él se queda contigo mañana en la noche —recordó.

Ahora que ella y Daniela habían, bueno, reconectado, no quería pasar ni una noche más separada de ella.

Calle pareció leer su mente.

— Se marcha la tarde del sábado para ir con Sam.

Su mamá se echó a reír.

— ¿No es el amor magnífico cuando lo que desean es estar juntas constantemente?

— Mamá, por favor —se quejó, sonrojándose nuevamente.

Calle se inclinó y besó la mejilla de su mamá, con una sonrisa juguetona en su boca.

— Te lo contaré todo más tarde —dijo lo suficientemente alto como para que María José escuchara. Su mamá se rió deliciosamente. Calle se quedó con la mirada en Poché— Debería irme. El doctor estará aquí pronto. Ni siquiera he comenzado a prepararme para Ashton.

La ojiverde asintió.

—Te llamaré más tarde, Calle.

La castaña apretó su brazo cariñosamente mientras pasaba y la pelinegra la vio marcharse, sintiendo la mirada de su mamá y de Lucca sobre ella. Se volteó hacia ellos con una sonrisa tímida.

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