Capítulo 39

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María José puso el último plato en el horno, empujándolos firmemente para conseguir que se ajustaran. Demasiada comida para siete personas, pero no había sido capaz de decidir qué ordenar. Pidió la salsa de almejas que Daniela amaba. Pidió pasta y albóndigas para los niños. Lasaña, por supuesto. Vegetales en una salsa al pesto sobre pasta cabello de ángel para ella, fettuccini, dos y medio de pan de ajo bañado en mantequilla y queso. Cerró la puerta del horno, con la boca salivando.

— Huele bien, Majito —Lucca miró las dos botellas en el mostrador— ¿Vino?

— Por supuesto ¿Por qué no?

Él tomó una botella, dándole la vuelta en su mano.

— ¿Celebramos algo?

— Tal vez.

El bajó la botella.

— Te ves bien —dijo— Feliz.

Ella sonrió.

— Gracias. Lo soy.

— Al igual que Dani. Es obvio lo que sienten la una por la otra —dijo él— Me alegro que las dos lo hayan resuelto.

Ella levantó una ceja con escepticismo.

— ¿Cómo sabías que había algo por resolver?

— ¿Pensabas que era un gran secreto el por qué evitabas venir a Colombia? —bajó su voz— Por cierto, los niños saben acerca de ustedes así que no hay necesidad de fingir que no son más que amigas —dijo con una sonrisa.

— Bueno, me alegra saber que mi vida personal está completamente al descubierto —dijo tratando de no sentirse avergonzada.

Después de todo, Makis y los niños habían estado ahí el día anterior cuando se había colado por un par de horas.

Él se apoyó en el mostrador, con los brazos cruzados casualmente.

— ¿Así que querías hablar acerca de mamá?

María José miró hacia la otra habitación, donde Calle y su cuñada estaban sentadas charlando y su mamá estaba jugando un juego de mesa con los niños.

Tal vez debería tener la opinión de Lucca en lugar de simplemente lanzarles la noticia a todos.

— Calle quiere que mamá y yo vivamos con ella —dijo— Has estado en su casa. Es una especie de plan de nuera de todos modos. De esa manera, ella estaría ahí para cuidar de mamá, sobre todo después de su cirugía. Los dos sabemos que estas próximas seis semanas tú y yo estaremos inundados poniendo en funcionamiento la tienda —lo miró inquisitivamente— ¿Qué piensas?

— ¿Estás segura? Quiero decir, tú y Dani simplemente acaban de empezar. Tener una tercera persona podría...

— Sí, preferiría tenerla toda para mí y perseguirla desnuda por la sala de estar, si quisiera —dijo con una sonrisa— Pero eso no es una opción en este momento. Mamá no puede vivir contigo. Tienes la casa llena, Lucca.

— Hablamos de mudarla a un centro de asistencia o algo así —dijo él.

— Lo sé, pero no creo que sea el momento para eso. Una vez que se haya recuperado de la cirugía, podría estar bien —miró hacia la otra habitación— Además, Calle ya me dijo que eso no era una opción.

Él asintió.

— Sé que Dani se preocupa mucho por ella.

— Está más unida con ella que con su propia mamá, sí.

— Entonces ¿Supongo que aún no le has mencionado esto a mamá?

— No. Pensé que podríamos hablar de ello hoy. Como una familia.

— Bueno, ya sabes lo que va a decir.

— Sí, que estará en el camino, que no quiere ser una carga y que es perfectamente capaz de vivir sola —dijo ella.

— Y sabes que si no hubiera sido por ese desmayo, creo que estaría bien viviendo sola. Los dos estamos aquí. Podríamos haberla vigilado cada día.

— Pero se desmayó —le recordó— Y después de su cirugía, va a necesitar ayuda. Ya es octubre. Cuando tenga lo del inventario y los dos estemos haciendo las contrataciones y los entrenamientos ¿qué vamos a hacer? —se encogió de hombros— Podríamos contratar a alguien, pero ¿por qué? Calle ha ofrecido su casa para nosotras. Ella se ofreció a cuidarla.

— No me gusta poner esa carga sobre ella.

— De eso se trata. Dani no piensa en ella como una carga.

Poché levantó las cejas cuando Makis se unió a ellos en la pequeña cocina.

— ¿Qué están murmurando aquí? —preguntó mientras enlazaba su brazo al de su esposo— ¿Puedo ayudarte en algo?

— Sólo calentando todo. ¿Los niños tienen hambre?

— Oh, ellos están disfrutando al jugar con tu mamá. No luce tan cansada hoy.

— Majo tiene una propuesta —dijo Lucca en voz baja— O más bien Dani la tiene.

Makis sonrió.

— Y creo que es una buena idea.

— ¿Ella te lo dijo? —preguntó.

— Sí. Eso permitirá que las dos estén juntas y como estoy segura que sabes, Dani realmente se preocupa por María.

— ¿Así que todo el mundo está a bordo? Bueno, supongo que sólo tendremos que convencer a mamá.

— Voy a poner la mesa. Podremos hablar de ello durante la cena.


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A través de la charla y la conversación trivial, Daniela pudo ver que María José estaba pasando un mal rato tratando de encontrar una apertura para proponer su plan a María. Poché seguía convencida que se resistiría a ello.

Ella, sin embargo, no lo creía.

María probablemente ofrecería algunas débiles excusas del por qué no sería una buena idea, pero al final, estaría de acuerdo con ello.

O al menos eso esperaba.

Con la comida a punto de terminar, con Lucca arrebatando el último pedazo de pan de ajo... la ojiverde finalmente abordó el tema.

— Mamá, hemos estado hablando acerca de tu arreglo de alojamiento después de la cirugía —dijo ella.

Su mamá la miró a través de la mesa.

— ¿Ah, sí? ¿Hemos?

Calle escondió su sonrisa al reconocer la diversión en la voz de la mujer.

Poché al parecer no se dio cuenta.

— Bueno, Lucca y yo...—dijo ella— y Calle y Makis—añadió con una rápida mirada hacia ella.

— ¿Y qué decidimos?

La pelinegra la miró indefensa y Daniela negó con la cabeza.

¿Realmente estaba temerosa de lo que diría su mamá?

Bueno, no tenía sentido andarse por las ramas.

— María, quiero que vengas a vivir conmigo —dijo Daniela— Tú y Poché, ambas.

No se sorprendió por la cálida aceptación que vio en los ojos de María.

Sospechaba que parte de la ansiedad de la mujer era por temor a que sus hijos sugirieran el alojamiento en el centro de asistencia del que habían hablado anteriormente.

— Te lo agradezco Dani ¿pero no estaría en el camino? Tú y Majo...

—...somos mujeres adultas, no adolescentes —dijo ella— Además, nuestras habitaciones estarán separadas por la mitad de la casa. No escucharas nada.

María José se cubrió el rostro y gimió.

— ¿En serio? ¿Tenemos que hablar de eso?

Todos rieron mientras se sonrojaba con un rojo brillante.

— Después de la cirugía, vas a necesitar ayuda, mamá —dijo Lucca —Majo y yo, bueno, tenemos la tienda. Todos pensamos que esta es la mejor opción.

La mamá se volteó, sus ojos interrogantes.

— ¿Estás segura, Dani? No quiero ser una carga y no quiero poner en peligro la relación entre Majo y tú.

— Estoy segura. Eres más mi familia que cualquier otra persona —sonrió— De hecho, nunca extendería esta oferta a mi mamá.

María también sonrió y miró rápidamente a su hija.

— ¿Y estás de acuerdo con esto?

Ella asintió.

— Estoy de acuerdo con esto, mamá.

La mayor miró alrededor de la mesa, mirando a cada uno de ellos, finalmente asintió.

— Entonces supongo que también estoy de acuerdo.

Poché dejó escapar un suspiro de alivio cuando asintió con la cabeza hacia Calle.

— Grandioso. Ahora puedo disfrutar de este muy decadente postre de chocolate que ordene —se puso de pie— ¿Quién dejó espacio?

Los niños fueron los primeros en levantar la mano, Lucca y Makis se unieron.

— Encontraría espacio para cualquier cosa con chocolate —dijo su cuñada con una sonrisa.

— Te ayudaré —dijo Calle siguiéndola hacia la cocina.

Las dos estaban sonriéndose la una a la otra y Daniela se acercó, sin importarle realmente que alguien pudiera verlas.

En ese momento, necesitaba esta cercanía con ella.

— ¿Y? ¿Estamos bien, Poché?

La pelinegra la acercó aún más a ella.

— Estamos bien, Calle —murmuró moviendo sus labios desde su oreja a través de su rostro hasta su boca.

Se besaron lentamente mientras las manos de la castaña se movieron hacia los hombros de la ojiverde y alrededor de su cuello.

— Te amo —susurró.

María José se echó hacia atrás lo suficiente para mirarla a los ojos y Daniela vio él cúmulo de emociones que había ahí.

Gratitud, amor, afecto y sí...deseo.

Y ahora, finalmente, eran libres de expresarse todas esas cosas la una a la otra...y ante los demás.

No habría más clandestinidad.

— Te amo. Ahora, siempre —susurro.

Un beso más y se alejó de sus brazos. Se dio la vuelta, encontrando a María de pie en el borde de la cocina, observándolas. Estaba a punto de pedirle disculpas por tal despliegue público de afecto cuando les sonrió.

— El amor de la una por la otra simplemente se irradia fuera de ti —dijo ella— Siempre fue así, incluso cuando ambas lo negaban.

La mujer miró a su hija, luego hacia ella y sonrió.

— Y no me importa que se roben besos en mi cocina.

Daniela la abrazó rápidamente.

— Estamos tan acostumbradas de...de ocultar nuestros sentimientos —dijo ella.

— ¿Se lo dirás a tu mamá?—preguntó.

Calle asintió.

— Sí —miró hacia Poché— Sí, vamos a decirle a mi mamá.

La pelinegra abrió la nevera, sacando un enorme pastel de chocolate.

— ¿Nosotras? —pregunto con nerviosismo.

Daniela se echó a reír.

— Sí, Poché, nosotras.

— ¿Todavía le tienes miedo? —preguntó su mamá.

María José levantó las cejas.

— ¿Qué te hace pensar que le tengo miedo?

— Oh, Majito, siempre estuviste aterrorizada de la mamá de Dani—se rió en voz baja— Por supuesto, ahora sé por qué. Tenías miedo que te descubriera en su habitación.

El rostro de su hija se transformó en un rojo adorable y Calle se preguntó si siempre se ruborizaba cuando su mamá se burlaba de ella.

— ¿Qué tal postre? —dijo dándole un guiño sutil a la castaña.










Que les pareció el final  y la historia en general? Que fue lo que más les gusto? Realmente me gustaría leer sus opiniones

Gracias a cada uno de ustedes por el apoyo que le dieron a este ff desde el primer momento. Ya solo queda el epilogo para darle un cierre a esta hermosa historia.


¡Gracias por leer, votar y comentar!

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