Epílogo

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María José sostuvo su mano sobre la parrilla de gas, determinando si estaba lo suficientemente caliente.

Tenía una gran variedad de hamburguesas y salchichas vegetarianas y las untaba a cada una con aceite de oliva para evitar que se pegaran.

Se volvió cuando un gran chapoteo en la piscina provocó risas a su alrededor.

Era uno de esos gloriosos días de comienzo del verano...cielo azul despejado, poco o nada de viento y la temperatura perfecta para disfrutar de la terraza y la piscina.

Echó un vistazo a través del patio trasero, sintiéndose orgullosa en el hecho de que, a diferencia de todos los vecinos, ella y Daniela mantenían su propio césped. Había estado algo sorprendida por el entusiasmo de Calle, especialmente cuando se trataba de segar, pero había descubierto que era algo que ella disfrutaba. Poché no podía, sin embargo, tomar el crédito por las flores. Eso era completamente trabajo de la castaña y su mamá.

En ese momento las miró, con Lucca y Makis, descansando junto a la piscina, ya que Emilia, Santiago y dos de sus amigos chapoteaban como los niños que eran.

Su mamá tenía una sonrisa de satisfacción en su rostro mientras escuchaba la conversación entre sus nueras.

Poché tenía que admitir que la mudanza de su mamá aquí había sido la mejor decisión que podrían haber hecho. Su mamá había prosperado después de su cirugía y parecía más joven.

Volvió a la tarea de voltear las hamburguesas y salchichas, sonriendo mientras escuchaba la risa de los niños. Había regresado a Colombia hacía un año y le resultaba difícil imaginar vivir en otro lugar.

Ella y su hermano estaban más cerca de lo que jamás habían estado y rara veces tenían desacuerdos sobre sus prácticas de negocios. Sus cuatro tiendas eran prósperas y no podían estar más complacidos.

Su relación con Amalia y Nela, por otra parte, seguía como cuando se mudó a Colombia, hablan solo por teléfono una vez por semana. Ellas se habían hecho muy amigas de Daniela también. Y decidieron que irían algunas semanas en verano. Por otra parte Sofía ahora tenía una novia estable y la última vez que hablaron, las cuatro estaban planeando un crucero juntas después de visitarlas a ella y a Calle.

Le gustaría decir que echaba de menos la amistad de Sofía, pero en realidad no era así. Como le había dicho a la castaña, nunca había terminado de encajar con ella, como lo hizo con Amalia y Nela. Había pretendido ser la persona que ella quería que fuera y hubiera sido fácil encajar en ese molde. Pero al estar de vuelta en su casa, se había dado cuenta de lo vacío que era todo...de lo vacía que estaba, cuando estaba con Sofía.

—Hey ¿Soñando despierta otra vez?

Sonrió mientras Calle permanecía de pie cerca de ella, sus hombros rozándose.

— Si. Soñando despierta.

Daniela inclinó la cabeza.

— ¿Eres feliz? Te estás volviendo una cocinera, Poché.

Ella se echó a reír.

— No estoy segura de que realmente puedas llamar a esto cocinar —dijo mientras volteaba las hamburguesas una vez más— ¿Eres feliz?

Calle se acercó más.

— Soy muy feliz —dijo ella— Me encanta tener a tu familia alrededor.

— Nuestra familia, Calle —corrigió— Todo lo que necesitamos es a Ashton para que esté completa —cerró la tapa de la parrilla y apagó el fuego— Y podrás verlo en tres semanas.

— Y estará aquí por todo un mes —dijo sonriendo— Estoy ansiosa porque tú y él pasen algún tiempo juntos.

— Yo también —tomó la mano de su mujer y tiró de ella llevándola hacia adentro, haciendo una pausa para mirar por encima del hombro, descubriendo que Lucca las miraba.

Él sonrió y negó con la cabeza. Y ella le devolvió la sonrisa. Una vez adentro, atrajo a Daniela hacia sus brazos.

No podía negar que por primera vez en sus 38 años sabía lo que realmente era la felicidad, el sentirse completa, el saber que podía tener un día terrible y agotador, pero al llegar a casa siempre iba a poder dormir en los brazos de la mujer la cual amo desde que tenía uso de razón. Su primer amor y desamor, su primer beso, su primera vez, el primer miedo, su primera certeza. La persona que había esperado durante tantos años, a quien su cabeza intento dejar atrás pero su corazón se encargó de atesorarla como la joya más preciada.

Por primera vez, tenía un hogar. Y no se refería a una casa, sino a una familia. Su miedo la había empujado lejos de su madre y hermano durante un tiempo, pero Daniela, pese a tener un horrible ejemplo de familia, se había encargado de demostrarle la importancia de tenerlos alrededor. Y contar con ellos incondicionalmente, incluso disfrutando cocinar la comida que ella detestaba.

Gracias a Calle hoy era una mujer nueva, una mujer como la que alguna vez de adolescente había soñado ser, libre. Y con el corazón latiendo de felicidad con solo ver esos ojos avellana que iban a acompañarla el resto de su vida.


— Dios, Te amo —susurró besándola suavemente, lentamente.

Los brazos de la castaña se apretaron a su alrededor.

— Te amo. Siempre.

Sus ojos se sostuvieron y Poché vio todo lo que necesitaba en la vida, ahímismo, en los ojos de Daniela.

Era una mirada que había visto por primera vez cuando...

— Tenía diez años —susurró— siemprefuiste tú.

Daniela frunció el ceño ante sus palabras, pero la ojiverde simplemente sonrióy la besó nuevamente.

— Nada...sólo que...te amo Daniela Calle.







Este es el final de una de las historias más lindas que me toco escribir. Gracias infinitas por todo el apoyo que le dieron desde el primer momento. Siempre es un desafío adaptar, pero es muy motivante leer sus opiniones y como esperan cada capitulo. Realmente gracias por todo.

Nos leeremos quizá en una próxima historia.




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