Capítulo 36

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— Vaya manera de terminar el día—dijo María José cuando las llevó de vuelta a la tienda por el coche de Daniela.

Calle se inclinó sobre la consola y apoyó la mano en el muslo de la ojiverde.

— María me dio algunas instrucciones, Majito —dijo ella.

— ¿Sí?

— Tienes que venir a casa conmigo.

Poché se echó a reír.

— Ella dijo eso ¿huh?

— Entre otras cosas, sí —Calle se mordió el labio, sabiendo que ahora no era el momento de decirle— No hemos cenado ¿Qué tal si recogemos algo y lo llevamos a casa?

— ¿Estás segura?

— Sí. Tenemos que hablar —dijo vagamente. La pelinegra la miró durante un largo momento y la castaña vio las preguntas en sus ojos. Le ofreció una sonrisa rápida— Quiero dormir contigo esta noche —dijo ella— No tenemos que hacer el amor. Sólo quiero estar contigo.

María José cubrió su mano con una de las suyas, presionándola con fuerza contra su muslo.

— No he olvidado nuestra anterior conversación —dijo ella.

Daniela asintió con la cabeza, relajando la mano, dejando que la calidez de Poché se filtrara en ella.

Después que la ojiverde se aseguró que sus hamburguesas vegetarianas estaban en el menú del restaurante de comida rápida, escogieron hamburguesas, papas fritas y coca-colas grandes, algo que rara vez tenía Daniela.

Ella se adelantó hacia su casa mientras María José recogía la cena. Era una noche agradable, no tan calurosa. Salió al patio y encendió el ventilador de techo, decidiendo que comerían afuera cerca de la piscina. Sólo deseaba que la conversación fuera más ligera, pero no le escondería las noticias sobre el cáncer de su mamá.

Diez minutos más tarde la más pequeña entró con dos bolsas. Calle tomó una de ellas, oliendo el aroma adictivo de las papas fritas de la comida rápida. Sacó una de la bolsa, masticándola con una sonrisa.

—Esto está muy bueno —dijo ella— ¿Me pregunto por qué no tengo esto más a menudo?

— Porque no es bueno para ti —dijo mientras robaba una de la bolsa. Echó un vistazo al patio, que estaba iluminado— ¿Quieres comer fuera?

— ¿Te importa?

— Por supuesto que no. La piscina parece atractiva —dijo ella moviendo sus cejas.

Calle sonrió, deseando poder olvidarse de todo y...y desnudarse de una vez. Podía imaginarse la piel reluciente de Poché con el agua cayendo como cascada sobre ella.

— ¿Qué pensamientos traviesos están pasando por tu mente?—pregunto con picardía.

En ese momento Calle rió.

— Inmersión al desnudo.

La mirada de Poché sostuvo la de ella.

— ¿Entonces por qué no lo hacemos? —sugirió ella.

— Tentador...pero tenemos que hablar, Poché —dijo ella guiándola hacia exterior. Daniela temía haber perdido su apetito, pero un bocado a la hamburguesa la trajo de vuelta con fuerza— Esto está delicioso —murmuró con la boca casi llena.

— Una vez más, no es bueno para ti —dijo mientras mordía su hamburguesa vegetariana— No está mal —dijo ella antes de sumergir una papa frita en ketchup— Ahora ¿de qué es lo que quieres hablar, Calle?

La castaña limpió su boca con la servilleta y luego tomó un sorbo de su bebida.

No tenía sentido aplazarlo.

— Es María —dijo ella.

Poché bajó su hamburguesa levantando las cejas.

— ¿Algo que te dijo? —Daniela asintió. Ella la miró, sacudiendo lentamente la cabeza— ¿El cáncer ha vuelto? —supuso ella.

— Lo siento, Poché —dijo en voz baja—Ella dice que lo ha sabido desde hace un par de semanas, pero no quería decirlo.

— Mierda —murmuró mientras se inclinaba hacia atrás, pasando sus manos por su cabello.

— No me había dado cuenta anteriormente lo cansada que lucía. Tendida en la cama del hospital, lucía casi frágil. Exactamente no me lo contó...—dijo ella— Le pregunté.

La ojiverde asintió.

— Sí, ahora que lo dices, últimamente parece muy cansada —dejó escapar un profundo suspiro— Así que ¿cuándo planea darnos la noticia?

— Imagino que mañana. No creo que estaba lista para tratar con eso esta noche —se inclinó sobre la mesa y tomó su mano— Lo siento, Poché. Pero tu mamá es una mujer fuerte. Sólo tenemos que estar ahí para ella y asegurarnos que no se rinda.

— Ella ya ha pasado por mucho. Ahora que Lucca y yo estamos aquí, bueno, esperaba que pudiéramos tener un poco de tiempo con ella.

— Poché, esto no es una sentencia de muerte. Ella lo ha vencido dos veces anteriormente —le recordó.

— Sí, lo sé. Pero era más joven. Ahora tiene más de setenta años ¿Aún será lo suficientemente fuerte?

— Si su espíritu está dispuesto, entonces sí — Calle miró su hamburguesa, entonces dobló el papel alrededor de ella— Supongo que debí haber esperado hasta después de comer —dijo ella.

Poché tomó una papa frita y la mordisqueó lentamente.

— ¿Ella quería que me lo dijeras?

— No, pero no iba a escondértelo.

— Gracias. Odiaría ser sorprendida mañana. Supongo que debería dejar que Lucca lo sepa —dijo mientras sacaba su teléfono de su bolsillo.

— ¿Por qué no esperas hasta la mañana?—sugirió— No hay nada que pueda hacer esta noche.

María José vaciló y luego guardó su teléfono nuevamente.

— Tienes razón —sonrió ligeramente— ¿Es por eso que te dijo que debería regresar a casa contigo?

— Sus palabras fueron: Cuando vaya a dormir esta noche, quiero saber que mis niñas están junta s—se sorprendió al ver una bruma de lágrimas en los ojos de Poché.

— Piensa en ti como familia ¿lo sabes?

Daniela asintió.

— Sí. El sentimiento es mutuo. Mientras crecíamos, a menudo deseaba que ella fuera mi mamá —admitió— Siempre fue tan cálida y afectuosa, algo que mi mamá nunca fue.

— Cariñosa.

— Siempre fue cariñosa conmigo. Incluso ahora —Calle se quedó mirando la piscina, el agua se movía ligeramente haciendo que las luces destellaran bajo la superficie— ¿Sabes que mi mamá nunca me ha abrazado? —sintió los ojos aceituna sobre ella y se volteó a verla— Ni siquiera cuando era niña. No tengo ningún recuerdo de ella abrazándome.

— ¿Tu papá?

Daniela negó con la cabeza.

— No. De hecho, ahora... atravesando el divorcio...es lo más cerca que he estado de él. Por primera vez, en realidad hablamos —permitió que sus dedos se entrelazaran mientras cubría la mano de Poché. Calle se encontró con sus ojos— Tú me enseñaste cómo ser cariñosa, Poché —vio como ella tragaba, al parecer agrupando sus pensamientos.

— Yo...yo estaba locamente enamorada de ti, Calle. Casi al punto de la desesperación. En aquel entonces, estaba consumida por eso...por ti —su pulgar acariciaba lentamente su mano, fascinándola— Nunca pude hacer el amor con nadie...nunca hubo un momento que no pensara en ti, deseando que fueses tú a quien tocara. Quería que fueras tú. Siempre quise que fueras tú, Calle.

Poché tenía lágrimas en los ojos. Calle se levantó y se acercó a ella, tirando también de ella.

La ojiverde siempre había sido la más fuerte.

Se preguntaba hasta qué punto la noticia de su mamá estaba afectando ahora sus emociones. Ahuecó su rostro, mirándola a los ojos.

—Lo siento, Poché.

Ella negó con la cabeza.

— No. No digamos que lo sentimos. Ya ha terminado. Está en el pasado. No volvamos a decir nuevamente que lo sentimos —Daniela rozó la esquina de su ojo, secando una lágrima— Quiero...quiero pensar en el futuro ahora —continuó— Realmente quiero que mi futuro sea contigo, Calle —tomó su mano y besó la palma— ¿Es demasiado pronto? Estos últimos cinco o seis meses, he sentido como si hemos llegado a conocernos la una a la otra de una manera diferente. No como cuando éramos jóvenes y simplemente queríamos estar juntas. Siento como si he llegado a conocer tu verdadero yo y que tú has llegado a conocerme. Sé que ahora somos personas diferentes de la que solíamos ser cuando jóvenes, pero la única cosa que sigue igual...es que todavía estoy locamente enamorada de ti, Daniela.

La castaña secó una lágrima de su propio ojo.

— Te he lastimado tanto, Poché —puso un dedo a través de la boca de la ojiverde cuando intentó hablar— Te prometo que nunca voy a hacerte daño de esa manera nuevamente. Porque también estoy enamorada de ti. Quiero estar contigo. No tuvimos una vida entonces, pero ahora podemos tener una. Una vida, a la luz, sin escondernos. También quieres eso ¿no es así?

María José se inclinó aún más cerca y rozó sus labios con los de ella.

— Lo quiero todo de ti.

Daniela se deslizó entre sus brazos, atrayendo a Poché en otro beso, permitiendo que se profundizara, sabiendo que no tenían que darse prisa, sabiendo que ya no había ninguna restricción sobre ellas. Sintió que la pelinegra levantó su blusa, exponiendo su piel al aire de la noche antes de que sus manos cálidas se deslizaran alrededor de ella.

— Quiero hacer el amor contigo, Calle —murmuró Poché mientras sus labios abandonaban la boca de la castaña y se trasladaban hacia su cuello, succionando ese punto sensible que sólo ella conocía.

— Sí —susurró arqueando el cuello y dándole acceso completo.

Gimió cuando las manos de la pequeña se deslizaron por su piel, ahuecando sus pechos.

— He soñado contigo tantas veces —le susurró al oído.

Daniela cerró sus ojos mientras las manos de María José vagaban por su cuerpo.

— No tenemos que soñar más, mi Majito —tomó una respiración profunda y luego aquietó las manos de Poché— Vamos a la cama.


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Daniela permaneció quieta, contradiciendo el nerviosismo que sentía mientras María José le quitaba lentamente la ropa. Había pasado tanto tiempo y ya no era una mujer joven. Sus nervios la superaron y detuvo a la pelinegra cuando estuvo a punto de deshacerse de su sujetador.

— Ya no tengo veintiún años, Poché —dijo en voz baja.

La ojiverde la miró fijamente a los ojos, luego se inclinó y la besó suavemente.

— Eres hermosa, Calle. Me encanta la mujer en la que te has convertido—entonces le quitó el sujetador, bajando sus ojos hacia sus pechos. Se alegró al ver como los ojos de la más pequeña se oscurecían— Eres tan hermosa como lo recuerdo.

Esas palabras alejaron su nerviosismo y alcanzó la camisa de María José, tirando de ella por su cabeza. Sus manos se desvistieron a tientas la una a la otra, riendo en voz baja cuando el sujetador de la pelinegra se enredó en su camisa. Las sábanas estaban frescas cuando se acostó, su mirada recorrió el cuerpo de Poché cuando permaneció de pie frente a ella.

Ella siempre había sido un poco más baja, un poco más delgada.

Viéndola ahora... desnuda...después de todos estos años soñando con ella, se dio cuenta de lo realmente magnífica que era María José en realidad.

Tomó su mano, tirando de ella hacia la cama.

Por un instante, tuvo que recordarse a sí misma que no estaba soñando.

Poché estaba ahí, en su cama.

Estaban a punto de hacer el amor.

Los años se desvanecieron cuando los besos de María José se volvieron más exigentes y Daniela cedió ante ella, dándole la bienvenida al peso que ejercía sobre ella. Todos los pensamientos coherentes se perdieron cuando la boca de la más pequeña rozó su pecho, su lengua lamió volviéndolo duro como roca.

Gimió en voz baja mientras jugueteaba con ella, con labios y lengua.

Finalmente cerró por completo su boca sobre su pezón, succionando suavemente y ella gimió nuevamente, sosteniéndola contra su pecho temiendo que se detuviera.

Había sido tan terriblemente lejano desde que habían estado juntas, pero lo recordaba como si fuera ayer.


La piel de María José era tan tersa y suave como lo había sido siempre y ahora recorría con sus manos sobre su espalda, atrayéndola aún más cerca de su cuerpo.

Poché empujó sus piernas distanciándolas y Calle se abrió para ella, sorprendida por la humedad que sentía entre ellas. Había pasado tanto tiempo desde que había estado excitada sexualmente que casi no lo reconoció. Sus caderas se arquearon involuntariamente hacia la mujer encima de ella.

— Te he extrañado tanto —murmuró la más pequeña mientras sus labios trazaban besos a lo largo de su cuello hacia su boca.

Su beso fue lento, pero profundo y Daniela lo saboreó, dejando que ella hiciera lo que deseara, su cuerpo simplemente se estaba derritiendo debajo...todo por solo un beso.

No habían sido los calientes y feroces besos que habían compartido cuando eran más jóvenes, besos que significaban darse prisa...antes de ser atrapadas.

No había nadie para atraparlas en este momento, no tenían necesidad de apresurarse.

Pero cuando Poché bajó su cabeza nuevamente contra su pecho, cuando su mano se movió entre ellos, la prisa era lo único en lo que Calle estaba pensando.

— Ha pasado tanto tiempo —susurró ella— Date prisa.

María José levantó la cabeza, su sonrisa suave y lenta, sus ojos nublados por el deseo.

— ¿Qué me dé prisa? No, mi Dani. Quiero tomarme mi tiempo —murmuró mientras sus dedos se deslizaron sin esfuerzo dentro de su humedad, rozando su punto de placer, haciendo que sus caderas se sacudieran.

— Podemos ir lento la segunda vez, Poché — se quejó mientras sostenía su mirada— Y la tercera y la cuarta. Pero en este momento, quiero tu boca en mí.

Los labios de la pequeña fueron gentiles por su cuenta.

— ¿Es eso lo que quieres? —murmuró ella.

— Dios, sí —prácticamente rogo.

Escuchó como la pelinegra se quedaba sin aliento ante sus palabras, vio como sus ojos se oscurecieron aún más.

Apenas escuchó el murmullo de su boca.

— Entonces eso es lo que quiero —mientras se movía hacia abajo por su cuerpo.

Oh, había pasado tanto tiempo.

Gimió cuando extendió aún más sus muslos. Sus ojos se cerraron cuando sintió el cálido aliento de su boca sobre ella, cuando sintió el primer toque de su lengua.

Calle suspiró abriéndose totalmente cuando la boca de Poché se apoderó de ella, su lengua y sus labios devorándola.

Jadeando en busca de aire, apretó con una mano la sabana y con la otra el hombro de María José mientras sus caderas se movían violentamente contra su rostro.

Nadie más que la ojiverde le había hecho esto a ella.

Los recuerdos regresaron rápidamente, recuerdos de dos jóvenes inventando excusas para besarse, tocarse y por último, hacerse el amor.

Dos jóvenes, aprendiendo la una de la otra y enamorándose cada vez más.

Ahora, como entonces, Poché sabía exactamente cómo y dónde tocarla, llevándola justo al borde, dejando que creciera y creciera hasta que ella explotaba.

Pero ahora, a diferencia de entonces, no tuvo que moderar su respuesta, no tenía que temer ser descubiertas. Arqueó sus caderas nuevamente, sintiendo como Poché la sujetaba mientras la succionaba dentro de su boca caliente.

Al igual que todos esos años, su mundo explotó en deslumbrantes colores y gritó, el sonido procedente de lo más profundo de su alma mientras María José provocaba su orgasmo, su lengua sólo se detuvo cuando Daniela se derrumbó inerte en la cama.

Sintió como la ojiverde dejaba pequeños besos en sus muslos, su vientre, sus pechos, su rostro y sintió como su piel caliente cubrió la suya nuevamente.


Sus ojos se abrieron y esbozó una sonrisa cuando Poché le besó en la boca.

— ¿Estás bien, Calle?

— Dios, sí —murmuró alcanzándola y tirando de ella para acercarla— Te amo, Poché.

María José apartó el cabello de su rostro, mirándola a los ojos.

— Te amo, Daniela. Siempre te he amado.

Calle asintió.

— Sí. Siempre, Poché —les dio la vuelta, descansando ahora sobre la más pequeña— Se siente tan increíblemente bien estar contigo —dijo ella— Tenemos la noche para nosotras —susurró mientras la besaba— Sin interrupciones. Sin toques de queda. Tenemos un montón de tiempo para compensar.

— Puedes tomar todo el tiempo que quieras.

Daniela sonrió mientras se movía hacia abajo, capturando el pezón de María José con su boca, los recuerdos nuevamente regresaron...su suavidad, su olor, su sabor.

Sí, todo el tiempo del mundo.

Y tenía la intención de usar cada minuto de él.









El final esta muuuy cerca

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