María José estaba en el camino de su entrada, notando que el césped había sido cortado recientemente.
Hizo una nota mental para agradecerle a Juan, el hijo del vecino que estaba en la secundaria. Había vivido aquí cuatro años y cada vez que ella estaba lejos, él siempre se hacía cargo de su jardín.
Miró el garaje, pero en lugar de usarlo, sacó sus llaves y se dirigió hacia la puerta principal, su bolso de viaje colgaba en su hombro. El encierro de la casa le pegó inmediatamente y abrió las ventanas, dejando entrar un poco de aire fresco. Estaba lo suficientemente caliente afuera, pero tener la casa encerrada de esta manera, la mantenía fresca por dentro.
Se movió a voluntad, aterrizando en la cocina. Abrió la nevera, alegrándose de haber limpiado todos los productos perecederos cuando se había ido tres meses antes. Dos botellas de cerveza y una lata de Coca-Cola eran sus opciones de bebida. Bueno, estaban las botellas de agua, pero agarró una cerveza. Caminaba por la casa sin rumbo, su vista aterrizaba sobre los objetos familiares.
Fue por el pasillo, deteniéndose para mirar su dormitorio.
Su cama estaba en Colombia, por supuesto, dejando un vacío en la habitación. Fue a la habitación de invitados y empujó la puerta abriéndola.
Estaba como la había dejado y tiró su bolso sobre la cama. Cuando se mudó a casa de su mamá, no había considerado los arreglos para dormir aquí. Sólo quería estar cómoda y tener su cama con ella era una necesidad.
Regresó a través de la casa y se quedó en el salón, preguntándose por qué se sentía tan inquieta. Esta inquietud le había seguido durante toda la semana y no había podido sacudírsela.
La verdad era que quería estar de vuelta en Colombia, por extraño que sonara.
Sería bueno ver a Amalia y Nela otra vez, pero no tenía ánimos para fiestas.
En realidad, no tenía ánimos para ver a Sofía.
Finalmente regresó a la cocina y salió por la puerta de atrás, encontrando una silla en la sombra. Se hundió en ella y estiró las piernas, balanceando la botella de cerveza sobre su estómago, mirando el entorno familiar, sin embargo, se sentía tan fuera de lugar. Tal vez desde que había regresado a sus raices se había dado cuenta de lo poco que este lugar se parecía a un hogar y como simplemente parecía una casa en la que vivía cuando no estaba rebotando de tienda en tienda.
Pero no quería hacer hincapié en eso.
Eso sólo le haría extrañar lo que no tenía. Lo cual, a su vez, traía a Daniela a su mente.
Admitió que, sí, la echaba de menos.
A pesar de que había tensión entre ellas cuando estaban solas, todavía había amistad entre ellas.Esa parte era fácil.
Pero tratar de decirse a sí misma constantemente que aún no se sentía atraída por ella era agotador.
Pensó en su fiesta improvisada de pizza, las dos sentadas en el suelo de la cocina de Calle. Sonrió al recordar su rostro cuando valientemente se terminó la cerveza que no le gustaba. Pero su sonrisa se desvaneció cuando recordó la mirada en los ojos de Daniela cuando había mencionado la fiesta...y Sofía.
Pero qué mierda, no sabía lo que Calle quería de ella.
Todavía estaba casada, por el amor de Dios.
Todavía estaba...casada con un hombre.
Se levantó bruscamente, poniendo fin a esa línea de pensamiento.
Entró en la casa para tomar una ducha. Sabía que ni Amalia ni Nela se molestarían si llegaba temprano. Sólo esperaba que fueran tan comprensivas cuando ella se fuera temprano también.
********************************************
— Bueno, ella regresó —dijo Amalia abrazando a María José con cariño— Me alegro de verte nuevamente, Majo.
— Yo también. Espero que no te importe. Llegue un poco temprano.
— Esperaba que vinieras temprano. Nela está ocupada en la cocina. Tendremos unos minutos para hablar.
Poché asintió.
— Déjame entrar y decir hola.
— Te veré en el patio.
La pelinegra se asomó en la cocina, encontrando a Nela inclinada, poniendo algo en el horno.
— Huele bien—dijo.
La aludida saltó, su rostro reflejando una sonrisa.
— Majo, llegaste temprano —dijo mientras se acercaba para darle un abrazo— Te hemos echado de menos.
— Gracias. También las eché de menos.
— Has estado fuera tres meses y solo nos has llamado dos veces ¿Eso quiere decir que encontraste a alguien que ocupara tu tiempo?
Negó con la cabeza.
— Sólo he estado ocupada —dijo vagamente.
— ¿Así que no te importa que Sofía venga esta noche?
— No, por supuesto que no. Será bueno verla. En realidad hablamos por teléfono a principios de esta semana.
— Bien. Porque no quiero que las cosas sean incómodas para ti, por si acaso, ya sabes—dijo con una sonrisa burlona.
— Si estás insinuando que Calle está de regreso en mi vida, entonces no. Nada de eso de todos modos.
— ¿Pero la has visto?
— Sí. De hecho, he cenado con ella un par de veces.
Marianela sonrió ampliamente, claro tampoco le pasó desapercibido como llamo María José a Daniela.
— Eso es grandioso. Porque...
— Ya te lo he dicho, no es un cuento de hadas —advirtió.
— Oh, lo sé. Pero tu historia me rompió el corazón, y como le dices Calle y ya no Daniela, y claramente espero...
— Quedémonos con el presente —dijo rápidamente— Se supone que debo unirme a Amalia en el patio. Con el pretexto de compartir, pero estoy segura que quiere trabajar la cosa psiquiátrica en mi cabeza —agrego con una sonrisa.
— Sí, esos malditos psicólogos —se rió—Siempre quiero saber lo que está pasando por su cabeza —señaló la barra de la cocina— Hay vino o cerveza. Lo que tú quieras.
— Voy a esperar.
Amalia estaba sentada a solas en el patio, el ventilador soplaba aire frío alrededor.
Le ofreció una silla a su lado.
—Te ves cansada—señaló.
— Una semana larga —dijo ella pero su amiga continuó estudiándola— Así que, en nuestras pocas llamadas, fuiste muy evasiva en cuanto a cómo se sentía estar en la casa de tu mamá.
La ojiverde suspiró.
— Bueno, Dra. Andrade, en realidad ha sido mejor de lo que esperaba.
— ¿En qué sentido?
María José miró hacia otro lado, preguntándose por qué estaba permitiendo que Amalia le interrogara como si fuera una de sus pacientes.
Tal vez porque quería...necesitaba...hablar.
— He visto a Calle —dijo ella— Muy a menudo, en realidad.
— ¿Debido a tu mamá?
— Al principio, sí —la miró rápidamente— Hemos cenado un par de veces. Y ella compró una casa nueva —su amiga simplemente enarcó las cejas— Dejó a Samuel. Le pidió el divorcio.
Amalia se echó hacia atrás.
— Wow. No me lo esperaba. De todo lo que nos has dicho, ella era muy robótica con su vida, su matrimonio. Y le dices Calle, ¿Qué ha cambiado?
— ¿Estás pensando que tengo algo que ver con eso?
— ¿Lo eres?
Poché negó con la cabeza.
— No. De hecho, dejó en claro que no se trataba de mí. Creo que simplemente ella es mayor ahora, con más confianza en sí misma. Además, su hijo se ha ido, siguió adelante con su vida y creo que se dio cuenta de lo infeliz que era realmente. Esa decisión la tomó antes de que yo apareciera.
— ¿Así que el momento es sólo una coincidencia?
— Coincidencia o no, tenía que terminar con su matrimonio. Me alegra que lo haya hecho. Ella es una persona completamente diferente. Es más como su viejo yo. Las pocas veces que la había visto en los últimos quince, dieciséis años, había estado...sí, robótica. Pasando por todo mecánicamente.
— ¿Y han resuelto algo?
— ¿Resuelto? ¿Qué quieres decir?
La rubia negó con la cabeza, pasando a otra pregunta.
— ¿Ya han hablado de su pasado?
— En realidad no. Se ha sacado a relucir, por supuesto. Pero no lo hemos diseccionado, si eso es lo que quieres decir.
Su amiga se acercó más bajando su voz.
— ¿Todavía sientes algo por ella?
Era una pregunta que María José se había preguntado a sí misma, pero no se había atrevido a contestar.
Sí, todavía se preocupaba por Daniela, eso era evidente. Pero esos sentimientos de años atrás, esos sentimientos locos en el que nada más importaba, excepto Calle, seguramente esos sentimientos se habían ido.
Le había dicho a la castaña que estaba más allá de todo eso.
El problema era que sólo una pequeña parte de su corazón realmente creía eso. Aunque ella y Dani no habían estado a solas por mucho tiempo, cuando lo estaban, siempre había una cierta tensión entre ellas.
¿Sexual?
Tal vez.
Aunque había hecho un esfuerzo concertado para dejar su pasada relación en el pasado, había momentos cuando la miraba que parecía que su pasado no estaba tan lejos.
Juraba que aún podía recordar el sabor de su piel, el sonido de sus suspiros, el olor almizclado de su excitación.
Se volvió hacia su amiga, sin rehuir su mirada exigente.
— Probablemente siempre tendré sentimientos por ella —admitió— La verdad es que estamos caminando un poco sobre cáscaras de huevo alrededor de la otra.
— ¿Por miedo a qué?
Poché se encogió de hombros.
— Miedo al pasado.
— ¿Miedo a que pase nuevamente?
Respiró profundamente antes de responder.
— Sí —hizo una pausa— Y miedo de que no pase.
Amalia se acercó y palmeó su rodilla, pero, sorprendentemente, no dijo nada más.
Unos minutos más tarde Nela salió con una botella de vino y tres vasos.
—Pensé que podríamos tomar una copa antes de que los demás lleguen —dijo ella. Las miró con recelo— Amalia por favor, dime que no has estado interrogándola hasta la muerte.
La pelinegra se echó a reír.
— Solo tanto como lo permití, Nela —tomó un vaso— Gracias.
— Así que ¿cuánto tiempo vas a quedarte, Majo?
— Me voy en la mañana —dijo ella.
— Oh —dijo, sonando decepcionada— Teníamos la esperanza de que te quedaras el fin de semana.
— Tengo que volver.
— Hace algunos meses estabas temiendo ir. Ahora estás apresurándote para regresar —dijo la rubia, afirmando lo obvio.
— Lucca y su familia vienen el domingo —dijo— Cierran el trato de su casa el lunes, así que él va a estar de acá para allá mudándose. Tengo que estar ahí para los contratistas —explicó ella.
No era imperativo que estuviera ahí, por supuesto, pero no tenían por qué saberlo.
Se sorprendió, sin embargo, que en realidad estaba inventando una excusa para estar ahí.
— ¿Así que sólo vamos a verte esta noche?—preguntó Marianela.
— Sí. Pero estoy segura que volveré dentro de poco —dijo ella, sabiendo que probablemente ese no sería el caso.
El timbre sonó, interrumpiendo cualquier otra pregunta.
María José estaba agradecida de que la fiesta comenzara. Cuanto más pronto iniciara, más pronto podría salir de allí.
Esa idea, sin embargo, le sorprendía.
Estas eran sus dos mejores amigas, después de todo.
Con un suspiro, las siguió al interior, dispuesta a entablar una conversación sin sentido con las personas que sólo conocía de pasada.Sofía, al parecer, llegaría tarde.
María José se ocupó en la cocina, ayudando a Nela con los aperitivos y asegurándose de que las copas no estuviesen vacías.
Amalia la estaba observando, pero evitó ser acorralada por ella. Después de haber pasado una hora con una sonrisa de plástico y fingiendo estar interesada en la conversación a su alrededor, Sofía mágicamente apareció a su lado.
Poché no estaba interesada en reunirse con ella.
Sólo había hablado con ella dos veces en los últimos tres meses y no la había vuelto a ver desde la semana antes de irse a Colombia. Recordar que había estado desnuda en ese momento sólo profundizó su aprehensión.
— ¿Al menos tendré un abrazo? —La castaña abrió los brazos, sintiendo la leve presión del suave cuerpo de Sofía contra el de ella, no obstante fue breve. Sin embargo, fue suficiente, para que no perdiera la obvia insinuación por parte de su acompañante quien rozó su pecho mientras se alejaba.— Te ves tan...atractiva como siempre, Majo —le susurró Sofía al oído.
— Como tú —respondió ella, dejando que sus ojos vagaran sobre su cuerpo, aterrizando en el escote sugerente que su blusa proporcionaba. Sugerente...aun así no tentador, y Poché levantó sus ojos, su sonrisa casi una disculpa— Me temo que es una noche corta para mí —dijo ella— Me voy muy temprano en la mañana.
— No me importa una noche corta. Te he echado de menos.
La ojiverde se acercó más.
— Oh, vamos, Dra. Hatcher, seguramente no has tenido problemas en encontrar a alguien con quien compartir tus juguetes.
Ella rió deliciosamente.
— Por supuesto que no. Pero lo preferiría contigo. Creo que te gusta jugar a ser la difícil de conseguir —dijo ella.
— ¿Yo? Soy la que se olvida las citas para cenar ¿recuerdas? Eso no es jugar a hacerse la difícil de conseguir. Creo que tus palabras fueron, desconsiderada y... ¿Cuál era la otra? ¿Egoísta?
La sonrisa de la mujer vaciló sólo un poco.
— Centrada en sí misma.
Poché asintió.
— Eso es correcto. Centrada en sí misma —se apoyó en el mostrador, dejando un pequeño espacio entre ellas —Entonces ¿cómo has estado? ¿Ocupada?
— Siempre ¿Y tú? ¿Está avanzando la tienda?
— Sí, justo lo programado.
Estuvo a punto de lanzarse en una animada discusión de la tienda... cuando se entregarían los congeladores y refrigeradores, cuando empezarían las contrataciones, cuando el inventario comenzaría a rodar... pero recordó que Sofía normalmente ponía expresión aburrida cada vez que hablaba de sus tiendas.
Afortunadamente, Nela anunció que la cena estaba lista y María José siguió hacia el comedor sin decir palabra a su ex cuento.
¿Qué opinan de Sofía?
¡Gracias por leer, votar y comentar!
ESTÁS LEYENDO
It's always been you
FanfictionMaría José Garzón vuelve a su tierra natal para emprender su nueva tienda y cuidar a su madre enferma. Sabe perfectamente el riesgo que corre al pisar nuevamente aquel lugar donde dio comienzo a todo aquello que aun no se animaba a compartir con na...