Capítulo 22

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Antes que nada, a raíz de algo que paso, quiero aclarar que si no actualizo es por que no me da el tiempo. Esto es una adaptación, pero requiere el tiempo para sentarse a escribir y revisar el capitulo antes de subirlo. Que me vean en twitter no quiere decir nada y, en todo caso, esto lo hago por que me divierte, amo leer sus reacciones y opiniones sobre la historia, pero no estoy obligada a nada. Todos tenemos una vida ajena a esto y podemos no contar con el tiempo indicado para dedicarle a un ff. No quiere decir tampoco que lo voy a abandonar, solo quiero dejar en claro que asi como no estoy obligada a estar pendiente del ff, a ustedes tampoco nadie los obliga ni a leer, ni a tomar decisiones extremas como querer bajarme mi cuenta. 





Daniela jugueteó con el teléfono, girándolo entre sus manos con nerviosismo.

Ella y Ashton hablaban todos los días, por lo general tarde en la noche cuando ella o él hacían la llamada.

Pero Samuel había regresado de su viaje de negocios y estaba programado que estaría en casa durante dos días antes de que se dirigiera a Cartagena para reunirse con su jefe de campaña y el personal. Rodó sus ojos ante ese pensamiento, todavía no estaba segura del por qué, o cuando...se había obsesionado con la política. En cualquier caso, quería hablar con él esta noche.

Habían pasado tres días desde que ella y Poché habían hablado y finalmente tuvo sus pensamientos lo suficientemente organizados para intentar una conversación con él.

Él estaría anonadado, sin duda.

Su incredulidad se transformaría rápidamente en ira, lo sabía. No sería ira porque su matrimonio estaba llegando a su fin, su matrimonio había terminado hacía años. No, la ira sería porque eso le haría lucir débil, o peor aún, le perjudicaría. Su felicidad no le importaba a él, su única preocupación sería la forma en que esto le afectaría a él y a su carrera.

Miró su teléfono y sin más reflexiones marcó el número de Ashton. Tenía que decirle a él primero...decirle que dejaría a su padre. Él respondió rápidamente, sonando sin aliento.

— Hola, mamá—le saludó.

— Hola, cariño ¿Te llamo en un mal momento?

— No. Voy de camino a la biblioteca.

— ¿Oh? ¿Quieres decir que realmente tienes que estudiar ahora?—bromeó.

— Difícilmente. Estoy dando tutoría.

Ella sacudió su cabeza y sonrió.

— ¿Cómo puedes estar dando tutoría? Acabas de comenzar.

— Ya sabes cómo es—dijo vagamente.

— ¿No es un desafío?—supuso ella.

Lo oyó respirar profundamente antes de hablar.

— Tengo que hablar contigo de algo—dijo sorprendiéndola.

— Por supuesto ¿Qué pasa?

Sólo hubo una ligera vacilación.

— Odio estar aquí —dijo en voz baja— Tenías razón. Les permití que me presionaran con esto. No tengo ningún deseo de ser el próximo gran cirujano—dijo él.

— ¿Y ya sabes todo eso? No has estado ahí mucho tiempo—dijo ella.

— Sí, ya lo sé.

Ella hizo una pausa, escogiendo sus palabras cuidadosamente.

— Cariño ¿es tu edad? —preguntó— Quiero decir ¿te sientes...incómodo?

Él se echó a reír.

— Ya estoy acostumbrado a ser el más joven en mis clases, mamá. Además, hay una chica aquí, tiene dieciséis años, así que no soy el único bicho raro.

— ¡Ashton!

— Lo siento.

Ella trató de borrar la sonrisa de su rostro.

— Entonces ¿qué quieres hacer?

— Bueno, siempre he estado interesado en la astrofísica. Más específicamente, la ingeniería astronáutica —afirmó.

— En español ¿qué significa eso?

Él se echó a reír.

— Quiero construir naves espaciales.

— Ya veo.

— Quiero decir, con mis habilidades matemáticas, realmente debería buscar algo así como la mecánica cuántica o la relatividad. Creo que me gustaría empezar con la astrofísica. Pero en última instancia, me gustaría estar más centrado en el espacio —dijo con evidente entusiasmo en su voz, algo que nunca había escuchado cuando estaba tratando de decidir a qué escuela de medicina asistiría.

— Mi vida ¿por qué no nos lo dijiste? ¿Por qué has...?

— Porque eso era lo que todos querían.

— Ashton, te lo dije, tienes que hacer lo que te haga feliz.

— Lo sé. Pero no quería decepcionar a papá. Y a ellos —añadió refiriéndose a sus abuelos.

Ella suspiró.

— Está bien. Entonces ¿qué quieres hacer? ¿Quieres venir a casa?

— Me quedaré hasta que termine el semestre y luego volveré a casa por un par de semanas.

— ¿Un par de semanas?

— He sido aceptado en el MIT —dijo él— Massachusetts Institute of...

— Sé lo que significa el MIT—dijo con una risa.

— Así que ¿está bien?—preguntó vacilante.

— Por supuesto que está bien. Es tu decisión.

— Bien. Porque ya me he puesto en contacto con algunos de los profesores de ahí. Las clases de verano comienzan a mediados de Junio y hay una que realmente me gustaría tomar.

— Veo que no es algo que estés decidiendo en este momento ¿huh? Lo que sea que te haga feliz.

— Gracias, mamá.

— Bueno, supongo que debería irme. Tutoría, ya sabes.

— S í—hizo una pausa y se mordió el labio, preguntándose si debería mantener su noticia para sí misma— En realidad, hay algo que quiero decirte ¿Tienes unos minutos más?

— Sí, mamá ¿Qué es?

Ella respiró profundamente, sin saber si sólo lo escupía o...

— Voy a dejar a tu papá —dijo ella.

Sus palabras fueron recibidas con silencio.

Quizás escupirlo no había sido la mejor decisión.

— Aún no se lo he dicho.

— Wow —dijo en voz baja— No sé qué decir.

— Lo siento, mi amor. Traté...

— No, mamá. No lo hagas. Como te dije antes, sé que no has sido feliz.

— No he sido feliz —estuvo de acuerdo— Y ahora que te has ido, es muy evidente —dijo con sinceridad— Así que tengo que hacer un cambio.

— Está bien. Entiendo ¿Necesitas que vuelva a casa?

— No, cariño. Voy a estar bien. Yo sólo...quería que lo supieras. Tu papá probablemente te llame. Quería que lo escucharas de mí —cerró sus ojos, imaginando su joven y hermoso rostro— Me voy de aquí. Quiero mi propia casa. Algo mucho más pequeño. Cuando vuelvas a casa, por supuesto, podrás quedarte aquí con tu papá...o conmigo —dijo— Sera tu decisión.

— Está bien. Ya veremos qué pasa —dijo— De todos modos papá siempre está afuera.

Ella asintió con la cabeza, sintiéndose aliviada por habérselo dicho.

— Sí, lo es. Bueno, será mejor que te vayas. Hablaré contigo mañana.

— Está bien, mamá. Te amo.

— Yo también te amo.

Arrojó el teléfono a un lado y se apoyó en los cojines del sofá, escuchando el silencio que ahora llenaba la habitación.

Agnes ya se había ido, dejando la cena en el horno. Agnes adoraba a Samuel y sin duda habría hecho su favorita, un asado tan tierno que se podría cortar con un tenedor.

Suspiró cuando escuchó el pitido de la alarma, señalando que la puerta del garaje se estaba abriendo. Se levantó, dirigiéndose hacia la cocina.

Al pasar por el comedor, negó lentamente con la cabeza. Agnes tenía todo listo, incluyendo dos velas que Daniela suponía tendría que encender.

La mesa era para dieciséis, pero sólo dos cubiertos solitarios engalanaban esta noche. Miró con cariño la silla que Ashton utilizaba, extrañándolo aún más.

Fue a través de la cocina, en busca de Sam. Lo encontró en su estudio con un vaso de whisky en la mano. Se aflojó la corbata alrededor de su cuello, levantando las cejas.

— ¿Sí?

Ella se aclaró la garganta, tratando de aferrarse a la confianza que había sentido anteriormente.

— Tenemos que hablar—dijo ella.

— ¿Hablar? —él sonrió con pesar— ¿Nosotros? Bueno, hay algo nuevo—él tomó un trago de su vaso observándola— ¿Qué tienes en mente?

De repente, el discurso ensayado que había estado practicando durante los últimos tres días desapareció de su mente, dejándola con un solo pensamiento.

— Voy a dejarte.

Él bajó el vaso que estaba a punto de beber mirándola a los ojos.

— ¿Tú qué?

— No puedo seguir con esto, Sam. Quiero el divorcio.

Él la miró con incredulidad y todas las emociones que había esperado se cruzaron por su rostro en una rápida sucesión.

— ¿El divorcio?

— Sí.

Él bajó el vaso, sin apartar los ojos de ella.

— ¿Así de fácil? ¿Vienes aquí sin previo aviso y sueltas esa bomba? —él negó con la cabeza— No lo creo.

— No es así como así, Sam. Ninguno de nosotros es feliz en este llamado matrimonio. Ahora que Ashton se ha ido, no parece que tenga sentido continuar.

— ¿Sin sentido? —él golpeó la mesa con el puño— ¿Crees que me voy a lanzarme para el senado como un hombre recién divorciado? —él negó con la cabeza— Piénsalo otra vez.

La ira de Calle salió a la superficie.

No estaba segura del por qué se sorprendía por su declaración. Tal vez porque no esperaba que fuese tan absolutamente contundente al respecto.

— Tus aspiraciones políticas no son de interés para mí —dijo ella.

— ¿No? Bueno, son de gran preocupación para tus padres —él sonrió con satisfacción mientras le daba una sonrisa condescendiente— Sabes muy bien que no van a permitir que te divorcies. Además, no hay un abogado en este lugar que vaya en mi contra.

— Dios mío, Samuel ¿cuándo te volviste tan lleno de ti mismo?

— Conozco mi lugar, Daniela. Así como tú conoces el tuyo. No hay escapatoria —se puso de pie— Ahora, me gustaría ir a cenar. No habrá más discusión sobre este disparate.

Ella lo miró con incredulidad, al darse cuenta que esto era lo que siempre había sido.

Él le hablaba de la misma manera en que su mamá le hablaba, diciéndole como serían las cosas. Y con su gracia habitual, ella habría cumplido todos sus deseos sin lugar a dudas, cediendo una y otra vez a su dominio y control.

Bueno, no más.

Por fin había llegado a su punto de quiebre.

— Disfruta de tu cena —dijo ella— Voy a estar haciendo mis maletas —giró sobre sus talones, haciendo caso omiso de sus órdenes para que se detuviera.

Fue sorprendida por una fuerte mano agarrando su brazo.

— Dije que te detuvieras —expresó con dureza.

Ella sacudió su brazo de él.

— Y yo dije que me iba.

— Estás siendo ridícula, Daniela —dijo él.

— Llámalo como quieras, eso no cambia nada —apuntó hacia su pecho— Soy miserable ¿Lo entiendes?

Él negó con la cabeza.

— No sé nada, Daniela. No hablamos. No nos tocamos —pasó los dedos por su cabello, aun sacudiendo la cabeza— Mierda, la última vez que traté de hacer el amor contigo, lloraste —él extendió las manos— ¿Qué se suponía debía hacer?

— ¿Eso no te dice algo, Samuel? No hablamos, no nos tocamos, no tenemos sexo —le devolvió la mirada— No tenemos ningún matrimonio. Y cada año que pasa es otro año perdido. Para los dos.

— ¿Qué estás diciendo? ¿No me amas?

Ella lo miró sorprendida por su pregunta obtusa.

— ¿Amarte? No estoy segura de que siquiera me gustes —dijo con sinceridad— Y sé que sientes lo mismo. Tú no me amas. Nunca me has amado.

— Eso no es cierto.

— Es cierto. Nuestros padres nos hicieron esto. Nos empujaron desde que éramos niños. Salimos porque nos dijeron. Nos casamos porque nos dijeron. Nunca tuvimos una verdadera relación —silenciosamente le imploró para que viera la verdad— ¿No quieres eso con alguien más?

Él negó con la cabeza.

— Es demasiado tarde. Ahora tenemos esta vida. Tenemos un hijo —hizo una pausa mirándola— Y mi carrera política está a punto de comenzar. No necesito esto ahora, Daniela.

— Lo siento, pero esto es sobre mí y lo que yo necesito. No todo se trata de ti.

— Entonces piensa en Ashton. Esto lo aplastará.

— Ya le he dicho. Creo que también deberías llamarlo —dijo ella.

Él respiró profundamente, soplando hacia fuera con las mejillas hinchadas.

— ¿Estás hablando realmente en serio acerca de esto?

— Sí.

—No apresuremos nada, Daniela. Si deseas separarte, puedo irme. Me he ido mucho de todos modos, puedo...

— No —dijo ella rápidamente— Me voy. Esta es tu casa. Es mi decisión marcharme.

— Pero...

— Todo esto... —dijo señalando la casa— nunca se ha sentido como un hogar.

— No puedes irte de aquí, Daniela. Estará por todo el lugar si lo haces. No puedo tener a la gente...

— No puedo vivir aquí. En este momento, mi salud mental y bienestar es más importante que tu carrera política

Él no tenía respuesta, simplemente la miró con ojos asombrados.

Giró sobre sus talones, dejándolo atrás mientras subía lentamente las escaleras hasta su dormitorio. Cerró la puerta sin hacer ruido y se apoyó en ella.

Sólo tendría un breve respiro, lo sabía.

Era muy probable que ya estuviese en el teléfono con sus padres. Entró en su gran armario, mirando todos los trajes y vestidos bonitos, elegantes y costosos. Sus ojos se deslizaron por las filas y filas de zapatos y negó lentamente con la cabeza.

No había nada allí que quisiera.

Sólo quería irse.








¿Creen que Samuel se quede de brazos cruzados?



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