Capítulo 24

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— Madre, este no es un buen momento —dijo Daniela preguntándose por qué había contestado el teléfono en primer lugar.

— ¿No es un buen momento? Daniela tu padre y yo queremos hablar contigo. Ahora. Te espera en una hora. Haré que Kika atrase el almuerzo hasta que estés aquí.

Su mamá colgó la llamada antes de que ella pudiese responder.

¿Así había sido desde siempre?

¿Alguna vez había habido un momento en su vida que hubiera ido en contra de los deseos de su mamá?

Bueno, como le había dicho a Sam la noche anterior, no más.

Llamó a su mamá de vuelta inmediatamente.

— Como he dicho, este no es un buen momento. Ya tengo una cita para almorzar —colgó el teléfono como su mamá lo había hecho, dándose cuenta de lo infantil que era.

Pero, por supuesto, su mamá la trataba como a una niña.

¿Por qué no actuar como una?

Esta vez, cuando su mamá volvió a llamar, Dani la ignoró mientras se apresuraba hacia su coche.

A pesar de sus valientes palabras a Sam la noche anterior, no estaba realmente preparada para hacerle frente a sus padres.

Todavía no.

Tal vez tener una charla con María José y María le darían la fuerza y la confianza para hablar con ellos más tarde.

Pero no en la mansión.

Si ellos querían enfrentarse a ella, tendrían que hacerlo en sus propios términos.

El último día de primavera era cálido y bajó la ventana, dejando que el viento levantara su cabello, soplándolo alrededor de su rostro.

Se sentía bien.

Ella se sentía bien.

Tenía una pequeña sensación de libertad en acción y sonrió, con ganas de comer. Había sido sorprendida anteriormente por la llamada y la invitación de Poché para unirse a ellos.

Había asumido, después de su última reunión, que tendría que ser ella quien llegar a María José. Aunque disfrutaba la compañía de Lucca y ciertamente la de María, se trataba efectivamente de Poché a quien estaba deseando ver.

Como le había dicho la otra noche, necesitaba una amiga. Y después de lo que había sucedido con Samuel la noche anterior, quería compartir eso con ella.


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Lucca abrió la puerta con su llamada. La casa estaba fresca y ventilada, con las ventanas abiertas.

— Me alegra verte nuevamente Dani —dijo él— No sé si Majo te advirtió, pero ella está cocinando el almuerzo —dijo con una risa— Puede que tengamos que ir corriendo por una hamburguesa más tarde.

— Mientras que no sea tofu —susurró con un guiño.

— ¡Dani! —la señora la envolvió en un fuerte abrazo, que Daniela regresó.

— Hola, María, te ves bien.

— Mis hijos están aquí cuidando de mí, ¿cómo no estarlo? —la llevó adentro y luego la llevó al patio— Lucca, nos traes un poco de café, por favor —Calle miró por encima de su hombro, con la esperanza de ver Poché, pero lo único que escuchó fue el intermitente silbido procedente de la cocina— ¿Quién sabe lo que ella está planeando? —dijo la mayor— Aunque hizo unos frijoles negros y sopa de verduras muy sabrosos anoche.

El pequeño patio estaba cubierto y sacaron las sillas cerca de la casa y fuera del sol. Calle se relajó con un suspiro de satisfacción cuando su mirada recorrió el césped recién cortado, aterrizando en el jardín de flores...el orgullo y la alegría de María.

— Es tan agradable aquí —dijo— Quiero algo como esto.

María se acercó más.

— ¿Le has dicho algo a Sam?

— Sí. Ayer por la noche.

— ¿Cómo se lo ha tomado?

— Como era de esperar. Más preocupado por la manera en que eso le va a afectar, no por mí.

Ella asintió con la cabeza.

— Sí, estoy segura. El cambio es difícil —sonrió y añadió— Especialmente para los hombres.

— Para mí también —dijo Calle pero no dio más detalles.

Por mucho que ella y la mujer se hayan acercado, esto no era algo que quería discutir con ella.

Simplemente había tanto por entender.

María sonrió como si sintiera su vacilación y acertadamente cambió de tema.

— Majito me mostró las especificaciones de su nueva tienda. Quería mi opinión. Es tan grande, que se me hizo difícil imaginarlo todo.

— ¿Están listos para empezar?

— Lo estamos —dijo Lucca mientras llevaba los vasos de café helado— Hay un par de cosas de la que Majo no está segura. Creo que quería que lo vieras.

— ¿Yo?

— Otra opinión —aclaró él. Echó un vistazo por encima de su hombro y luego hacia ellas— El almuerzo parece seguro —dijo en voz baja— Comida mexicana. Parecen burritos. Están en el horno ahora.

La castaña se echó a reír.

— ¿Así que no hay necesidad de correr por hamburguesas?

— ¿Correr por hamburguesas? —preguntó María José desde la puerta— ¿Qué están conspirando ustedes?

Daniela la miró a los ojos, devolviéndole su sonrisa fácil.

— Plan de respaldo —dijo ella.

Poché deslizó su mirada hacia su hermano con las cejas levantadas.

— ¿Todavía asustado de mi cocina?

Él levantó las manos.

— ¿Qué te hace pensar que fue idea mía?

— Porque no hubiera pasado por la mente de mamá comer otra cosa que yo no ofreciera y Dani es demasiado educada para sugerirlo—golpeó su hombro buen humor— Te va a encantar —dijo con una sonrisa. Su mirada se encontró nuevamente con la de Calle— Después de la comida, si te sobran unos minutos, quiero mostrarte algo —dijo ella.

La castaña asintió.

— Por supuesto —miró a María y luego de regreso a la ojiverde— Quería hablar contigo acerca de algo.

— Está bien, seguro —hizo un gesto hacia la puerta— Vamos a comer.

Los tres se sentaron alrededor de la mesa de la pequeña cocina mientras María José les servía. Cada plato contenía un gran burrito de harina, cortado por la mitad, con una generosa porción de frijoles negros al lado.

— Burrito de papas y espinacas. Picante —advirtió. Levantó un tazón— Pico de gallo —dijo— Lo hice esta mañana.

— Tomaré algunos—dijo Lucca.

— Yo también —dijo Daniela.

— Voy a pasar —dijo María con una sonrisa— Puedo oler los jalapeños desde aquí.

El burrito estaba crujiente y Daniela lo tomó con las manos así como Poché lo estaba haciendo.

Firme y crujiente por fuera, el interior estaba lleno de una mezcla cremosa...picante... de patatas. Tuvo que contener un gemido cuando sus papilas gustativas explotaron.

— Esto es maravilloso —murmuró ella.

— Gracias.

— Sí, hermana. Bueno.

La pelinegra sonrió.

— Me alegro que les guste.

La conversación fue escasa ya que todos disfrutaban de su almuerzo.

Lucca les habló de sus planes para mudarse con su familia tan pronto como la escuela terminara y su madre sonrió ante la noticia.

Daniela se sorprendió cuando María José dio a entender que también podría quedarse por un tiempo. Sabía por María que Poché había planeado quedarse sólo hasta que la tienda se pusiera en marcha.

Calle se ofreció a ayudar con la limpieza de la cocina, pero Lucca y su mama la despidieron con un gesto. Y en lugar de eso, siguió a la ojiverde hacia su pequeña habitación-oficina.

Estaba tan llena como había estado la última vez que había estado ahí.

— Lo siento —se disculpó ella— Me he quedado sin espacio —miró a su alrededor, luego quitó algo de ropa plegada en la cama— Aquí —dijo— Siéntate. Quiero mostrarte algo.

Daniela hizo lo indicado, pensando que era sólo algo extraño que estuviera sentada en la cama de María José.

Poché trajo su elegante computador negro y se sentó a su lado.

— Necesito una segunda opinión.

— Está bien. Pero sabes que no hago mercado ¿no?

María José le echó un vistazo y sonrió.

— Sí, estoy segura que el mundo llegaría a su fin si un par de pies Calle entraran en una tienda de comestibles.

Daniela se rió, sabiendo que la ojiverde le estaba tomando el pelo. No lo tomó como una ofensa.

— Supongo que tendré que aprender, sin embargo —dijo en cambio— Una vez que me mude, voy a estar por mi cuenta.

María José bajó la voz.

— ¿Has hablado con él?

— Sí. Ayer por la noche.

— Así que... ¿estás bien?

— Digamos que no me he ocupado de mis padres todavía. Pero con Samuel, sí, estoy bien.

— Así que ¿no se sorprendió?

— Sí, estaba bastante sorprendido —admitió— No, por las circunstancias. Nuestro matrimonio estaba condenado al fracaso desde el principio. No, él se sorprendió de que lo sacara a la luz verbalmente —se encontró con la firme mirada ojiverde— Le dije lo miserable que era y que no lo amaba. Y no le importó, Poché. Lo único que le importaba era cómo iba a sufrir su reputación. Verás, él está optando para un puesto en el Senado.

Ante eso, María José casi resopló.

— ¿En serio? —sacudió la cabeza— Déjame adivinar ¿tus padres están detrás de eso?

— Sí.

La pelinegra se levantó entonces y cerró la puerta de su dormitorio. Calle esperó, sabiendo que estaba tratando de encontrar una manera diplomática de decir lo que estaba pensando.

La castaña decidió ayudarla.

— No tienes que endulzarlo.

— Entonces diles a todos que se vayan a la mierda, Calle —dijo ella— ¿En qué momento será acerca de ti? ¿Por qué todo tiene que ser acerca de ellos?

Sin estar sorprendida por las palabras, Daniela estuvo a punto de darle una respuesta estándar, pero no lo hizo. En vez de eso, también se puso de pie, sintiéndose de alguna manera fortalecida por la protección de Poché hacia ella.

— Ya no es acerca de ellos. Estoy cansada. Estoy cansada de vivir esa vida. Son tantos años desperdiciados. No puedo dejar que pase otro —enderezó sus hombros y sonrió mirando los ojos de la pelinegra a través del pequeño espacio— Le dije a Sam que me mudaría de la casa. El problema es que realmente no sé cómo hacer eso —admitió.

— ¿Qué quieres decir?

Por eso, Daniela estaba avergonzada.

— Siempre me han hecho todo ¿Cómo una compra una casa?

La sonrisa de la ojiverde se convirtió en una carcajada.

— Quieres decir ¿cómo las personas normales lo hacen?

La castaña también sonrió.

— Sí. Dime.

— Bueno, encuentras una zona de la ciudad donde desees vivir, conduces alrededor en busca de casas que están en venta. O bien, echas un vistazo a la sección local de bienes raíces en internet. O llamas a un agente de bienes raíces y le dices lo que estás buscando —la más pequeña se sentó en la cama y le indicó que también tomara asiento— Hay una nueva área subiendo, no muy lejos de la tienda. Realmente tiene viviendas agradables. Los constructores por allí están dejando los árboles y construyendo alrededor de ellos.

— ¿No es Lost Creek?

— Si. Lo llaman The Woods at Lost Creek. He conducido por allí. Es bonito —abrió su libreta— ¿Qué estás buscando? Quiero decir ¿es algo temporal antes de conseguir otra casa enorme de tres pisos por la que no me vas a dar un recorrido?

Daniela se rió ante esa descripción.

— No. No es temporal. Pero quiero algo que se siente como una casa y no... no alguna...

— ¿Visualización de riqueza? ¿Entonces qué? ¿Tres dormitorios? ¿Cuatro?

— ¿Por qué carajo iba a necesitar cuatro habitaciones?

Poché negó con la cabeza.

— Te diré algo ¿qué tal si mañana tomamos un paseo por Lost Creek? Puedes escoger algo que te guste y llamamos a los agentes de bienes raíces y hacemos una cita para mirar.

— Lo apreciaría mucho, Poché, pero estoy segura que tienes cosas que hacer —dijo señalando el computador

— Una vez que pase las especificaciones a Lucca, entonces él estará a cargo de los contratistas y la licitación. No volveré al juego nuevamente hasta que sea hora de almacenar el inventario y contratar a los empleados —se encogió de hombros— Así que tengo tiempo.

Calle asintió y le dedicó una rápida sonrisa.

— De acuerdo, trato hecho. Así que me muestras lo que querías que viera.

Los ojos de María José brillaron cuando extendió el plano del piso y Calle se dio cuenta de lo entusiasmada que estaba con el proyecto.

— Probablemente estoy pensando demasiado sobre esto...pero quiero que sea perfecto.

— No vas a cambiar de opinión en el patio de comidas ¿verdad?

— No, no. Me encanta. Además de que me va a dar la oportunidad de cocinar. Dudo que haya muchísimos chefs vegano o vegetariano aquí —le entregó la laptop a Calle— Aquí —dijo señalando hacia el interior de la tienda— Tengo dos posibilidades. Ésta, donde los pasillos son bastante estándar, simétricos.

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