— ¿Embarazada? No perdieron el tiempo ¿verdad?
— Estoy segura que fue parte del programa organizado que su mamá tenía planeado para ella—dijo María José, su tono amargo.
Miró a Amalia, en espera de su crítica.
— Supongo que Daniela no trabajó —dijo— ¿Su título era para el espectáculo?
La pelinegra asintió.
— Las mujeres Calle no trabajan —dijo. Se aclaró la garganta, casi librándose— Debería irme, es tarde.
—Oh, no. Todavía no —protestó Nela— No puedes irte sin terminar tu historia.
— No queda mucho por contar. Sólo la he visto un par de veces desde entonces—dijo.
— ¿Qué tal más café? Es descafeinado —dijo Marianela.
Poché asintió.
— Está bien. Tomaré otra taza.
— ¿Cómo te las arreglaste para evitarla todos estos años? —Preguntó la doctora— Quiero decir, las veces en las que ibas a Colombia.
— Fueron cinco años después que mi mamá se enfermó por primera vez. Antes, cuando iba de visita no lo anunciaba. Solo me aparecía. Permanecía una noche y me iba a la mañana siguiente. Nunca vi Daniela —dijo— Cuando mi mamá se enfermó, Lucca ya estaba retirado de las fuerzas armadas y abrimos nuestra primera tienda unos seis meses antes. Nos turnábamos entonces, para estar con ella, llevarla a las citas médicas y otras cosas.
Nela le dio otra taza de café.
— ¿Y no hablaste con Daniela en todo ese tiempo?
— No. Pude sacarla de mi mente, tenía citas y tenía amigos. Era cuando iba a Colombia cuando ella ocupaba el lugar protagónico de mi mente.
— ¿Pero la viste nuevamente?
— Sí. Tenía veintiocho.
Flashback
— ¿Estás cómoda? —preguntó María José mientras ahuecaba las almohadas debajo de las piernas de su mamá.
— Deja el alboroto —dijo su mamá— Estoy bien, Majo.
María José se sentó en la silla junto a la cama de su mamá, con la preocupación grabada en su rostro. Trató de ocultarlo, pero su mamá le sonrió tranquilizadoramente.
— No voy a morir todavía, Majito. Dejar de lucir tan asustada.
— Nunca has estado enferma anteriormente—dijo.
— El cáncer es una cosa de miedo ¿no? Pero los médicos parecen pensar que podremos manejarlo. Tengo que creer en ellos.
Poché dejó escapar un suspiro.
— ¿Has vuelto a pensar en ello?
— ¿Retirarme? Sí.
— ¿Y?
— Y tú y Lucca tienen razón, es el momento, pero ¿a dónde iría? Tenías diez años cuando nos mudamos aquí. Sé que no es mucho, pero ha sido nuestra casa en estos últimos dieciocho años.
— Lo sé, mamá. Te encontraremos una casa. Algo bien iluminado y ventilado, con un pequeño patio —miró a su alrededor— Siempre sentí como si estuviéramos en un calabozo aquí.
— Sí, lo sé. Era por eso que pasabas la mayor parte de tu tiempo al aire libre, en la cubierta —dijo con una sonrisa— O arriba en la habitación de Dani —Poché miró hacia otro lado, no quería pensar en eso. Daniela ya no era parte de su vida. Había terminado con eso. Habían pasado más de cinco años desde que la había visto. Ocho desde que habían...dormido juntas. Era asombroso cómo aquí...en la mansión...los recuerdos estaban todavía tan frescos— No has visto a su hijo ¿verdad? —declaró su mamá— Es un niño tan lindo, y muy inteligente.
María José no respondió. Su mamá sabía muy bien que ella nunca lo había visto.
— Lo que sea que haya pasado entre tú y Dani, eran tan buenas amigas. No entiendo por qué evitarla.
— No la evito. Ella ya no vive aquí.
— Podrías hacer un esfuerzo para ir a verla. Ella ha sido tan buena conmigo. Cada vez que está aquí, siempre viene a visitarme —dijo su mamá— Siempre pregunta por ti. Sé que ella te extraña.
Poché se puso de pie.
— Mamá, no lo hagas —dijo dándole la espalda a su mamá. Sintió un nudo en la garganta y trató de tragarlo— Daniela y yo no necesitamos vernos.
— ¿Por qué?
Ella negó con la cabeza.
— Es complicado —se volteó cuando oyó un golpe en la puerta exterior.
Miró a su mamá con las cejas levantadas.
— Probablemente sea Kika con el almuerzo—dijo ella.
Poché se dirigió a la otra habitación y abrió la puerta, se quedó sin respiración cuando encontró a Calle de pie al otro lado. Daniela parecía tan sorprendida como ella.
— Poc.. María José —susurró.
Poché no pudo hablar, su mirada fue atraída por el niño de pie junto a Calle. Volvió a mirar hacia arriba.
— Hola.
—Tú...No te estaba esperando. Le mencioné a tu mamá que quizás podríamos pasar por aquí.
María José tuvo que sonreír ante esto, preguntándose por qué su mamá no lo había mencionado.
— Acabamos de regresar. Ella está acostada —se volvió a mirar al muchacho— Este debe ser tu hijo.
— Sí. Ashton, saluda a una antigua amiga mía. Ella es María José, la hija de la Srta. María.
Él le tendió la mano.
— Encantado de conocerte ¿Puedo llamarte a Majo?
Los ojos de Poché se ampliaron.
Sabía que él tenía cinco, pero no hubo torpeza infantil en absoluto en su discurso.
No pudo evitar sonreírle.
— Sí, puedes llamarme Majo.
— ¿Dani? ¿Ashton? ¿Son ustedes?
La mirada de Calle estaba fija en Poché cuando contestó.
— Sí, María —Ashton se dirigió hacia el dormitorio, demostrando que él y Daniela eran visitantes frecuentes.
Calle y Poché le siguieron.
— Ahí está mi chico guapo —dijo su mamá.
— Hola, Srta. María —dijo aceptando el abrazo— ¿Cómo fue la quimioterapia hoy?
—No tan mal esta vez, cariño.
Poché miró a Calle.
— ¿Cuántos años tiene?—susurró.
— Un muy inteligente cinco—susurro Daniela en respuesta.
— Dani, Majito y yo estábamos hablando de ti. Estoy tan contenta de que hayas venido—dijo su mamá.
—Ashton recordó tu cita de hoy. Quería ver cómo estabas.
— Bueno ¿por qué ustedes chicas no se ponen al día? Ashton puede hacerme compañía —dijo ella.
Poché estuvo a punto de protestar, pero Calle tenía una mirada de desesperación en sus ojos que no pudo ignorar. Caminaron en silencio, siguiendo su camino...tal vez inconscientemente...hacia la cubierta.
— Es un chico lindo —dijo la ojiverde rompiendo el silencio— Se parece a ti.
— Sí, gracias. Es un poco desconcertante cuando tu hijo de cinco años es más inteligente que tú.
— ¿En serio? ¿Cuán talentoso es?
— Mucho. Lee desde los dos años. El próximo año terminará su curso pasando al octavo nivel.
— Wow.
— Lo sé —Daniela la miró a los ojos— ¿Cómo has estado?
— Bien —dijo encogiéndose de hombros.
— Tu mamá dice que has abierto una tienda de alimentos saludables. Eso es maravilloso, Poché.
— Lucca y yo lo hicimos. Es pequeña, pero hasta ahora, rentable. Hemos estado más que satisfechos.
— Estoy orgullosa de ti —dijo Calle mientras caminaban hacia la cubierta, aún pintada en un blanco inmaculado.
María José la miró, su mirada vagó sobre su rostro y su cuerpo.
Cuando Daniela se volteó hacia ella y sus ojos se encontraron, la pelinegra dio voz a sus pensamientos.
— Estás tan preciosa, Daniela.
La castaña retiró la mirada pero no antes de que pelinegra viera las lágrimas en ellos.
— No sé cómo puedes ver eso. Soy tan terriblemente, terriblemente...miserable —dijo con su voz quebrada por las lágrimas contenidas.
— Calle...
Los ojos avellana miraron hacia ella, esta vez sin poder ocultar sus lágrimas ya que corrían por sus mejillas.
— Te extraño. Te extraño mucho, Poché —dijo casi llorando.
— Dani no lo hagas...— pidió dando un paso hacia ella—...por favor, no llores.
— Odio mi vida —dijo— Lo único bueno en mi vida es Ashton. Él es el único que me ha mantenido cuerda —se limpió las lágrimas con impaciencia— Soy tan...miserable. Y me siento tan sola sin ti, Poché.
Entonces María José se acercó a ella, atrayéndola hacia sus brazos.
Daniela se aferró a ella y sus lágrimas se convirtieron en sollozos. Las lágrimas de Poché cayeron también. Enterró su rostro en el cabello de la castaña, respirando su aroma familiar.
— Por favor, no llores —murmuró— Por favor, no lo hagas, Calle.
Sus brazos se apretaron y el pequeño cuerpo de reaccionó acercando a la más alta contra ella.
Reconoció el cambio en su abrazo.
Lo mismo hizo la castaña cuando la acercó aún más hacia ella. Poché deseaba besarla tanto, sabía que estaba muy cerca de cruzar la línea. Dio un paso atrás, alejándose de ella.
— No podemos hacer esto —susurró.
—Por favor, Poché. Te necesito tanto— dijo Daniela, sus ojos suplicantes.
Pero María José negó con la cabeza.
— No puedo hacer esto. Me duele demasiado. Quiero estar contigo. Quiero hacer el amor contigo, pero no puedo. Me duele irme de aquí, dejarte. No puedo hacerlo más, Daniela. No si quiero mantener mi cordura. Simplemente no puedo.
— Poché...
— No. Lo que teníamos, era especial. Siempre va a ser especial. Siempre tendrás un lugar en mi corazón. Pero no puedo verte ¿Por qué crees que te evito? Porque duele —dijo, siendo ahora su turno para limpiar las lágrimas— Me duele ahora mismo, queriendo terriblemente estar contigo, pero sabiendo que no puedo tenerte. Nada de ti. Ni siquiera una pequeña parte de ti.
— Te amo, Poché.
— Yo también te amo ¿Por qué crees que duele tan condenadamente demasiado? —negó con la cabeza— No quiero volver a verte, Daniela. No puedo —su mirada se cruzó con la de Calle, ambos ojos todavía cubiertos de lágrimas—No quiero verte nunca más.
La castaña se dio la vuelta, con los brazos alrededor de sí misma.
— Lo siento mucho. Siento mucho todo esto.
María José se aclaró la garganta, logrando poner sus emociones bajo control.
—Debo volver con mi mamá. Me iré por la mañana.
Daniela asintió.
— Buscare a Ashton en un minuto. Sólo necesito un poco de tiempo —dijo.
Poché apretó sus puños, con unas terribles ganas de acercarse a ella y abrazarla nuevamente. Antes de que pudiera hacer eso, giró sobre sus talones, regresando a la casa.
Tenía que sacar a Daniela de su vida, de su cabeza...y lo más importante, de su corazón.
La única manera de hacerlo era marchándose.
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It's always been you
أدب الهواةMaría José Garzón vuelve a su tierra natal para emprender su nueva tienda y cuidar a su madre enferma. Sabe perfectamente el riesgo que corre al pisar nuevamente aquel lugar donde dio comienzo a todo aquello que aun no se animaba a compartir con na...