Prólogo

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El ambiente en el reino de Verlassen era frío y denigrante. El rey Alistair descansaba en su trono, siendo indiferente a la depresión que rodeaba la atmósfera de su pueblo y a las constantes muertes que sucedían día a día. No le interesaban, ya que todos morirían en algún momento; él solo acortaba el plazo.

Frente a él, un pueblerino temblaba arrodillado sin atreverse a levantar la cabeza. Para su desgracia, había sido encontrado conspirando contra el gobierno. Cualquier conspiración contra el rey era considerada traición y se pagaba con la muerte. Esta vez no sería la excepción.

— Comandante Zack, está bajo su custodia, ya sabe que hacer— habló con desdén haciendo un leve movimiento de mano, el hombre mencionado asintió rápidamente antes de colocarse a lado del hombre, quien había comenzado a sollozar suavemente.

— A sus órdenes, mi Rey. — El comandante de la Policía Real se inclinó respetuosamente ante el hombre que ni siquiera le dirigía la mirada, tomó al pueblerino de nombre desconocido por el cuello y lo levantó de su penosa posición—. Con su permiso, me retiro.

En silencio, el resto de los reclutas que acompañaban al comandante hicieron una reverencia y salieron detrás del hombre, dejando así el lugar y privando a sus oídos de las súplicas desesperadas del hombre al ser la puerta cerrada en un sonido seco.

Suspirando, el hombre de cabellos largos se acomodó nuevamente sobre su asiento, dejando que su espalda descansara un poco de la pesada capa sobre sus hombros. Jugando con el anillo dorado entre sus dedos, observó con genuino interés al pequeño hombre que miraba atentamente por la ventana. Desde su lugar, podía notar la delgada capa de sudor en la frente del hombre y algunos mechones de su cabello pegados a su piel como consecuencia. Estaba nervioso y podía entenderlo; muy en el fondo, él también lo estaba.

— Alec— llamó después de un corto período de tiempo— ¿Tienes noticias del comandante Minho?

Girándose casi de inmediato, su consejero lo observó a los ojos, casi con terror. Su última conversación había salido mal y probablemente su trato no fue el mejor. Sin embargo, el rubio se aferraba totalmente a que su intención de conquistar Vergessene y expandir su territorio no era la mejor opción. Su argumento se basaba en el tratado de paz que Vergessene había hecho con los reinos vecinos hace 200 años, pero eso no era impedimento para el Rey Alistair, ya que su reino nunca fue parte de ese tratado.

Verlassen había sufrido durante mucho tiempo para lograr ser un reino demasiado pequeño. Durante décadas, fueron simples esclavos de otros reinos y con el tiempo, los olvidaron por ser, según el reino principal, extremadamente inútiles y pobres. Simplemente los abandonaron a su suerte y olvidaron que en algún momento el reino de Verlassen fue su base y principal productor. Alistair no olvidaba su historia, ni cómo todos parecían haber olvidado el daño que causaron.

Cuando el Rey llegó a la edad adecuada, su padre habló con él y le impuso el propósito por el cual ahora se regía. No tenía muy claro si era por su orgullo o por lo dolorosa que fue la pérdida de su padre, pero estaba haciendo todo por traer un nuevo honor a su patria. Las palabras del hombre se repetían siempre en su cabeza, día y noche. Debía devolver el honor a Verlassen, sin importar lo que tuviera que hacer. No decepcionaría a su padre.

— Sí, su majestad— Comenzó a hablar recuperando de manera casi automática la postura—. El comandante logró su cometido, las bajas del ejército son mínimas en comparación con el enemigo y dentro de poco volverán al reino.

— ¿Lograron lo que quería?

— Lo logró, su majestad.

Riendo de felicidad el Rey se levantó de su asiento y se acercó a la ventana junto al hombre, a la distancia se observaba el pueblo que regía y lo depresivo que era, si los colores pudieran definir a las personas y cosas, definitivamente el color de Verlassen y sus habitantes sería gris, pero era algo que debía hacerse, era un sacrificio que debían hacer para poder conseguir la gloria que el Rey buscaba y nadie iba a detenerlo.

Pronto todo sería perfecto. Pronto.

La lluvia era una de sus cosas favoritas en el mundo. Adoraba el sonido de las gotas golpeando el suelo y el refrescante aroma a tierra mojada. Pero en ese momento, el fenómeno solamente le estaba complicando la vida. Las gotas de agua chocaban con fuerza contra su rostro, obstaculizando su vista y haciendo que el corte en su mejilla ardiera más de lo normal.

La tierra debajo de ella se había convertido en barro hacía tiempo. Sus ropas habían cambiado de color a un marrón desagradable debido a eso. Pero lo más destacable era la gran mancha roja que comenzaba a extenderse por gran parte de su costado. La espada de un soldado de Verlassen la había alcanzado y en ese momento juró que era el peor dolor físico que había sentido en su vida.

—¡Tenemos un herido aquí!

Luchó más de lo que le gustaría para poder enfocar la vista en dirección del grito. La figura borrosa de un hombre estaba a pocos pasos de ella. Cuando se inclinó sobre ella para comprobar su pulso, notó el cabello rubio goteando y pequeñas heridas en su rostro. Seguramente era un soldado que había tenido la suerte de salir vivo de ahí y ahora buscaba a los pocos sobrevivientes del distrito.

Cuando los soldados de Verlassen atacaron el Distrito Sur del reino, todo se derrumbó, incluso en el interior de los muros. Los reclutas del Ejército Exterior no fueron suficientes para proteger a los civiles que eran evacuados al siguiente distrito. Pronto, miles de civiles fueron asesinados y heridos a sangre fría. Recordaba con claridad los gritos de piedad de personas de todas las edades: niños, ancianos, adultos y jóvenes. Todos habían sido juzgados de la misma manera.

La Policía Interior no tenía la misma capacidad del Ejército y pronto cayeron también. El distrito, caracterizado por la tranquilidad y los días soleados, se convirtió en un río de sangre en el que se vio envuelta. Intentar detener a un soldado que estaba listo para atacar a una pequeña castaña no fue su mejor elección y en ese momento se recriminaba por no huir como debió hacerlo. Su instinto protector era más grande que sus ganas de vivir. Se odiaba un poco por eso.

— Hey niña, no te duermas. — Sus ojos volvieron a abrirse cuando un leve golpe movió su cabeza—. La ayuda viene en camino, resiste un poco más.

A lo lejos podía escuchar más pasos y voces, probablemente más soldados que habían sobrevivido o que el Rey se los había sacado de la manga, más rápido de lo que imaginaba se vio rodeada de dos personas más que le costó distinguir, los parpados le pesaban y unas extrañas ganas de dormir se apoderaron de ella.

— Vamos a moverte, ¿De acuerdo? — habló apresuradamente uno de ellos, mostrando una voz aguda y agitada—. Va a doler un poco.

Rápidamente, pero con delicadeza, sus brazos fueron colocados sobre su torso, permitiéndoles a los hombres tomar con cuidado su cuerpo en agonía. Se preparó mentalmente para lo que venía, pero no pudo evitar soltar el leve grito que surgió desde el fondo de su garganta cuando fue levantada.

¿Un poco? Eso había dolido más que cuando la atravesaron.

Respiró pesadamente cuando finalmente tocó la superficie una vez más. Le costaba respirar y aún era difícil mantenerse despierta, pero se permitió girar la cabeza para observar a su salvador. Era un adulto con signos de cansancio extremo. Si se observaba con atención, se podían notar pequeñas cicatrices en sus mejillas y el terror extremo en su mirada. Pobre hombre, seguramente había visto más de lo que ella.

— ¿Cuál es tu nombre, niña?

No sabría decir si fue solamente porque el silencio era demasiado incómodo o porque quería mantenerla despierta, pero se obligó a sí misma a relajarse una vez comenzaron a moverse, dentro de poco estaría con algún médico y con mucha suerte, viva, responderle al hombre que la había salvado de morir desangrada podía ser muestra de su agradecimiento.

— Chaeyoung, solo Chaeyoung.

— Bien, solo Chaeyoung. — Una leve sonrisa cruzó el rostro del hombre—. Estarás bien niña, lo prometo.

Asintiendo levemente, dejó que las cosas fluyeran y confío ciegamente en sus palabras. Pronto el silencio volvió a ellos y mientras avanzaban logró reconocer voces y lamentos, centró su atención en lo profundo de sus pensamientos dejando que los sonidos externos se perdieran en su camino al entendimiento y simplemente suspiró con más esperanzas que antes.

Pronto estaría bien. Pronto.

The forgotten Kingdom | MichaengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora