Uno

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El refugio era peor de lo que podía imaginar, desplazarse del Distrito Sur al Distrito Este ya había sido lo suficientemente malo como para ahora tener que soportar los malos tratos y la escasez de comida en el lugar, no sabía si podría sobrevivir con la mitad de un pan al día y un vaso de agua para evitar la deshidratación.

Suspiró dejando descansar su cuerpo contra el frío suelo, sabía que sus músculos dolerían después de eso, pero en ese momento solamente quería descansar, habían sido duros días desde que el reino de Verlassen había declarado la guerra a Vergessene. El Rey Akira no había dado ninguna señal de vida desde entonces, todos los civiles se encontraban en total desesperación, incluso aquellos distritos que no habían sido atacados se veían alterados por el miedo y la ausencia de su Rey.

— ¿Estás bien, Mina?

Sin abrir los ojos reconoció la familiar voz de quien la había acompañado en los últimos días y le dio un leve asentimiento, su espalda la estaba matando por el constante trabajo que los soldados encargados del lugar le habían impuesto. Al ser una de las personas capaces de hacer algo sin lastimarse o destruir alguna cosa en el intento había sido elegida junto a un pequeño grupo de jóvenes y adultos para encargarse de pequeños trabajos pesados que la Policía Civil decidía no hacer.

Nayeon era parte del grupo, una chica de cabello castaño con solo unos cuantos años más que ella y una curiosa sonrisa de conejo. El primer día después de ser levemente presentados entre ellos la mayor casi besó el suelo cuando la madera en sus brazos fue demasiado para ella, Mina se acercó a tiempo para quitar parte del peso y ayudarla a mantener nuevamente el equilibrio, desde entonces su relación había crecido significativamente al punto de convertirse en un gran apoyo emocional para ambas, se conocían muy poco, pero se sentía bien tener alguien después de perder a todos.

— Solo estoy cansada, quiero dormir lo que resta del año; aunque claro, si alguien hubiera hecho su trabajo en lugar de sentarse a comer mientras gritaba "Tú puedes, Minari" las cosas serían diferentes.

Sonriendo ante la particular risa de su amiga abrió los ojos nuevamente, Nayeon la observaba con un leve rubor en las mejillas, probablemente avergonzada por dejarle su trabajo a la menor. Dándole una suave sonrisa volvió a sentarse para observar a su alrededor, tenía claro que la mujer a su lado no la dejaría dormir en ningún momento.

— Prometo que lo recompensaré, puedes tener mi cena de hoy.

— Con tu té es suficiente.

El lugar estaba bastante tranquilo en comparación a los primeros dos días, los pocos niños que estaban ahí se mantenían en silencio en la compañía de alguno de sus padres—si tuvieron suerte en compañía de ambos y si no la tuvieron, en compañía de su fantasma—, por la ventana podía distinguir la figura de distintos hombres y mujeres haciendo su parte del trabajo diario. La mayoría de los jóvenes dentro del lugar se limitaban a intentar descansar, el sábado era el único día de la semana en que sus obligaciones eran retiradas y el único día en que podían fingir que la vida no era tan mala, buscando consuelo en su propia imaginación. Aún recordaba no poder conciliar el sueño por el constante llanto que azotaba a algunos de los sobrevivientes del ataque, en algún momento quiso poder unírseles y llorar la muerte de su familia con ellos; pero simplemente no podía.

Mina había llegado a ese punto en donde ya no sentía nada, fueron tantas emociones fuertes en un corto periodo que simplemente no pudo más. Y las apagó.

No tenía idea de cómo había sucedido, suponía que podía deberse al no tan pequeño trauma que el ataque de Verlassen le había causado, seguía sintiendo su corazón latir con fuerza en su pecho cuando mencionaban el acontecimiento; le aterraba, Verlassen le aterraba.

The forgotten Kingdom | MichaengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora