Veintitrés

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El cielo se encontraba gris ese día; las señales de lluvia estaban presentes desde que Mina abrió los ojos esa mañana. Parecía que incluso el ambiente sabía que era un momento tenso para todos. No tenía sentido tener un día soleado cuando alguien perdería un Rey en pocas horas. Mina estaba ansiosa.

La noche anterior había tenido dificultades para dormir y por cómo escuchó a Chaeyoung moverse mil veces en toda la noche, sabía que tampoco había descansado en lo absoluto. Las marcas oscuras debajo de los ojos del comandante Reiss demostraban lo exhausto que estaba por la situación. El pobre hombre estaba encargado de la división más "importante", aquella que priorizaba la vida de Mina, y el peso de tal responsabilidad era muy grande. Sana parecía más alterada que cualquiera en el castillo. Revisaba constantemente los planes en voz alta y se aseguraba de que la espada de Mina estuviera en perfectas condiciones. Ella se quedaría, incluso si insistió cientos de veces en acompañarlos. Mina no lo permitió.

Si Alistair lograba su cometido, Sana podía irse lejos de ahí y se salvaría de las atrocidades que el hombre quisiera hacer con ella. Mina no iba a permitir que le pusiera una mano encima, incluso estando tres metros bajo tierra.

Chaeyoung parecía tranquila en el exterior, pero Mina solo tenía que verla a los ojos para encontrar el pánico en su mirada. Tenía la esperanza de que todo saliera bien, pero su miedo a perderlo todo era mucho más grande. No había pronunciado palabra alguna respecto a lo que sucedería, ni siquiera para dar sus opiniones como siempre solía hacer. Se limitó a colocarse al lado de Mina y tomar su mano de vez en cuando, solo para hacerle saber que ella estaba ahí. Recordarle de manera silenciosa que siempre estaba ahí.

— Mi Reina, está hecho —. Reiss llegó a su lado, su armadura hizo a Mina entrecerrar los ojos por el repentino brillo —. Esperamos su orden para partir.

— Gracias, Elijah — dijo en un murmullo, su cuerpo batallando por acostumbrarse a la pesada armadura —. Solo denme unos minutos, ¿los caballos están listos?

— Todo está listo, Mina —. Chaeyoung llegó a su lado, con su armadura se veía más pequeña —. Solo te esperamos a ti.

Mina asintió en silencio. En su pecho podía sentir el corazón latir sin piedad, de forma dolorosa. Sus manos temblaban mientras daba los últimos ajustes a su armadura. A primera hora del día, todo se puso en acción. Cada persona en el ejército ya estaba en su lugar indicado y quienes aún no lo estaban, era porque la estaban esperando. Estaban a nada de tener la batalla que definiría el futuro de Vergessene.

Ese futuro estaba en sus manos.

— ¿El Norte está protegido? — preguntó a Reiss, quien le dio un asentimiento inmediato.

— Todo está como lo planeamos, su Alteza.

— Bien... — Mina tomó una bocanada de aire —. En marcha.

Tan pronto como sus palabras salieron, todo a su alrededor comenzó a moverse. Al poco tiempo, tanto el comandante Reiss como Chaeyoung abandonaron la habitación, dejándola a solas con una asustada Sana. No tardó nada en correr hacia sus brazos, prometerle que haría todo para volver y no soltarla hasta que la mujer también le prometiera huir si no lo lograba. Fueron los minutos más largos de su vida en ese abrazo.

— No quiero que visites a tu padre —. Sana le sonrió, separándose del abrazo —. Yo me uniré con él primero.

— Si yo me uno a él primero, vete y nunca vuelvas, ¿de acuerdo?

— Me iré —. Asintió, aceptando su orden y se inclinó un poco hacia Mina, dejando que sus labios presionaran contra su frente —. Estaré aquí cuando regreses, mi Reina.

The forgotten Kingdom | MichaengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora