Dos

93 12 2
                                    

— ¡Myoui, muévete! ¿¡Qué crees que haces, pedazo de mierda?!

El grito de su instructor la hizo gimotear mientras obligaba a sus piernas a moverse nuevamente a pesar del constante dolor muscular y el ardor en sus pulmones. La lluvia caía sobre los numerosos reclutas mientras estos corrían como si no hubiera un mañana con los gritos de su instructor perforando sus oídos.

Las semanas dentro de su entrenamiento habían sido aún más duras de lo pudo imaginar nunca, era entendible que quisieran reforzar la seguridad del reino y prepararse lo más rápido posible para una posible guerra, pero intentar que personas sin condición física se convirtieran en soldados de la noche a la mañana era simplemente ridículo.

Aunque debía admitir que había notado algunos cambios en su cuerpo después de la paliza que le daban cada día.

— ¿Necesitas ayuda? — preguntó casi sin aliento llegando a la par de Nayeon, quien con mucho esfuerzo le dio la mirada más cansada que Mina había visto en toda su vida.

Las gotas de lluvia corrían por su rostro bloqueando levemente su vista, pero aun así pudo notar las comisuras de la mayor bajar en una pequeña mueca que le pareció graciosa. Asegurándose que el instructor estuviera lo suficientemente concentrado en sus compañeros arrancó la pesada mochila que colgaba de los débiles hombros de la castaña y la colocó en uno de los suyo, se arrepintió casi al instante cuando su cuerpo le gritó con un dolor agudo que le recorrió todo el largo de la columna vertebral que no podía soportar más peso del que ya tenía encima, pero no se permitió devolverla a su dueña.

— El instructor te matará si se da cuenta.

— Esto no es por siempre, mujer— se quejó observando como Nayeon llevaba una de sus manos a su adolorido hombro—. Te recompones y tomas tus cosas, pareces un muerto en proceso de putrefacción.

— ¡Retráctate!

El resto del camino fue tan largo y cansado para ambas que cuando finalmente volvieron a su dormitorio apenas podían mantenerse en pie. Mina fue de las primeras en dirigirse al baño para tomar una rápida ducha y evitar un posible resfriado; estaba tan cansada que su timidez se esfumó por completo, por primera vez desde que había llegado ahí sus mejillas no se sonrojaron cuando su cuerpo desnudo estuvo a la vista de cualquier mujer que quisiera tomar una ducha en ese momento, su única preocupación estaba en su dormitorio y se llamaba cama.

Al terminar su ducha colocó una playera lo suficientemente larga como para cubrir más allá de la mitad de sus muslos y se dejó caer sobre la cama con un sonido sordo. Ni siquiera las constantes quejas de Nayeon ni las sacudidas que su cuerpo recibió fueron lo suficientemente fuertes para despertarla del profundo sueño en el que estaba.

— Mina— llamó por milésima vez a la menor moviendo suavemente su hombro recibiendo como respuesta una suave y tranquila respiración—. Maldita mocosa.

Nayeon gruñó dando un último golpe en la espalda de la menor antes de ir a su propia cama para recostarse, su cuerpo dolía ante el más mínimo movimiento y le hacía imposible conciliar el sueño si le dolía hasta respirar. Mirando a su alrededor notó que era probablemente la única que seguía despierta, todas se encontraban debajo de las sábanas en su quinto sueño o probablemente entrando en él, suspirando tomó la decisión de buscar una posición cómoda y buscar el camino al reino de los sueños.

Se perdió en el camino y no pudo pegar los ojos en toda la noche.

Los rayos del sol entrando por la ventana fueron suficientes para saber que sus horas de sueño se habían jodido, no tuvo más remedio que seguir los pasos de sus compañeras de cuarto.

The forgotten Kingdom | MichaengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora