Doce

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El lugar se llenaba con los pasos acelerados de Mina, sus botas nunca habían hecho tanto ruido como en ese momento.

— ¿Quieres un poco de agua? — preguntó el hombre recostado levemente en una silla, cansado de verla dar tantas vueltas al lugar—. Sana puede conseguirlo.

— ¿Voy por agua?

— No, no, no. — La detuvo mientras se obligaba a detener sus pasos—. Solo que esto es... mucho por procesar.

— Espero que no te tome mucho asimilarlo— dijo el hombre con una pequeña sonrisa en el rostro—. Es que me estoy muriendo.

— Señor, no debería hacer esa clase de comentarios.

— Déjame burlarme de mi muerte en paz, Sana.

Mina habría reído si no tuviera tanta información que procesar y si todos los problemas sin resolver en su infancia no tuvieran una respuesta ahora. Se sentía como si hubiera descubierto el fuego por primera vez; tan llamativo, pero con una reacción involuntaria de miedo.

Entendía tantas cosas después de saber una pequeña parte de la verdad; ahora comprendía los comentarios de su madre, su insistencia en mantenerse alejada de los nobles y cualquier persona del ejército, su obsesión con mudarse al distrito más alejado de todo. Su madre nunca quiso que ella se involucrara en los asuntos de la realeza, incluso si le correspondía por sangre.

Por favor, era literalmente una princesa.

— ¿Por qué nunca nos buscaste? — Se atrevió a preguntar tomando asiento frente a él—. ¿Cómo supiste de mi existencia en primer lugar?

— Ah, es una larga y trágica historia— murmuró el hombre llevando una copa a sus labios—. Realmente me enteré de tu existencia cuando te enlistaste en el ejército. Tu madre nunca me dijo que tenía una hija, cuando me fui ella también lo hizo, y fue como si nunca hubiera pasado nada entre ella y yo.

— Sí, mamá vivía cerca de aquí, ¿cierto? — preguntó recordando vagamente a su madre mencionándolo—. Con unos nobles, no recuerdo el nombre.

— Los Min, sí— asintió de acuerdo dejando la copa de lado—. Eran mis vecinos en ese entonces. De pronto una niña visitaba mi patio con juguetes en mano, y bueno yo era un niño que quería jugar.

— ¿No viviste toda tu vida aquí? ¿En el castillo?

— Oh no, para nada, linda. — Negó extendiendo una copa limpia hacia ella—. Tu abuelo quiso mantenerme alejado de esto lo más que se pudiera, así que estuve viviendo con mi madre durante gran parte de mi vida, solamente ella y yo contra el mundo. Crecí básicamente sin tener mucho contacto con él, tu abuelo solamente esperaba un heredero para cuando muriera, no le importaba mucho estar en mi vida.

— ¿Algo así como tú ahora? — preguntó llevando el contenido de la copa a su boca—. Vas a morir pronto, por eso me buscas.

— Uhm, un poco— respondió lanzando una pequeña sonrisa—. La diferencia es que yo no te quiero solo para heredar este reino. Hubiera amado saber de ti desde que naciste, Mina.

— ¿No tenías idea de eso? ¿Cómo es posible que mi madre estuviera embarazada y nunca lo supiste? Es extraño.

— Es triste. Crecimos juntos y eventualmente me enamoré de ella, me dio una oportunidad y simplemente las cosas surgieron— murmuró observando a la nada con una mirada soñadora—. Comenzamos a salir cuando tenía tu edad, fueron unos meses increíbles, probablemente los mejores de mi vida. Solíamos ir por las calles simplemente a pasear, comprábamos cosas, íbamos a comer, todo era magnífico.

— Su padre me ha contado esta historia un millón de veces— habló la mujer sirviendo un poco más de agua en la copa vacía de Mina—. Y en cada una habla con el mismo amor.

The forgotten Kingdom | MichaengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora