Capitulo 8.

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Renunciar.
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—¿No has notado algo extraño en ellos?— preguntó Evangeline a su hermana.

El sol brillaba en su máximo esplendor iluminando todo a su alrededor, las hermanas Rosewood comenzaban un nuevo día paseando por los jardines del reino, envueltos de diferentes tipos de flores. Los Cullen y los Mcfly alegaron que tenían cosas que hacer y que con toda la pena, no podrían acompañarlas al jardín.

Aunque era un poco extraño, ya que Lorraine siempre las acompañaba a dónde fuera, querían salir al pueblo pero Lucía la dama de compañía de las princesas se había tomado un descanso porque el rey Felipe casi nunca le dejaba descanso. Además no las dejaban salir sin su dama de compañía o Lorraine.

—La verdad es que yo también lo he notado, antes Lorraine siempre comía con nosotras cuando no estaba padre, al igual Ernest, los Cullen casi nunca salen de las habitaciones que les hemos asignado— murmuró mirando pensativa a su hermana.

—¿Has notado el color dorado de sus ojos?, Solo los chicos morenos no los tienen. Creí que Edward era el único que lo tenía así.

—Con que Edward hermanita.— musitó pícara moviendo las cejas de arriba hacia abajo.

—No te hagas ideas locas en la cabeza— replicó fulminante— Es un joven guapo, pero sabes muy bien que padre nunca me dejaría estar con él.

—¡Al diablo con ese viejo cascarrabias!— replicó subiendo un poco el tono de su voz.

—Dilo más despacio, si alguien estuviera cerca ya nos hubiera regañado por tu culpa.

Anastasia solo soltó una risa sarcástica para después parar su caminata y ponerse enfrente de su hermana tomándola delicadamente de los hombros.

—Toda mi vida me la he pasado en el reino de la abuela siguiendo reglas y duras indicaciones, si no cumplía con alguna me encerraba en mi habitación hasta el amanecer, sabes que mamá siempre intento llevarme contigo y con ella pero el viejo siempre la amenazaba con asesinarnos a las dos— musitó poniéndose roja de la rabia, Evangeline tenía una mirada triste— ¡¿Qué padre no querría a su esposa y a sus hijas?! ¡Ese hombre no tiene sentimientos! ¡Estaríamos mejor sin él, todos lo estaríamos!

—Tienes razón.

El rey nunca quiso a su esposa e hijas, solo las usaba para su beneficio. A su difunta esposa Alicia, se casó con ella para obtener el reino de los Wither y además también tendría en su poder el reino de su padre, el reino Rosewood. Él quería tener un hijo varón pero al saber que tuvo dos niñas planeó que hacer con ellas, planeó el beneficio y fortuna que le darían. Lo pensó muy bien y finalmente decidió casarlas a los 17 con los príncipes más millonarios del mundo.

Separó a Anastasia porque quería que ella reinará sin importar que y a Evangeline solo sacaría más fortuna por su belleza.

—Me prepararon para ser reina, nunca lo quise, nunca lo pedí. Se muy bien que si escapó padre me arrastraría de nuevo al reino o tal vez me dejaría en la calle— suspiro con tristeza — Sabe que eres hermosa Eva y saca provecho por tu belleza, sabe que podría ganar una fortuna por tí.

Evangeline lo sabía, su padre era capaz de venderla a cualquier hombre multimillonario que se le cruzará. Las princesas extrañaban enormemente a su madre, aquella mujer que siempre las amo y cuido, aquella mujer que las llevó en su vientre nueve meses, la extrañaban de verdad y la querían de vuelta con ellas. Querían a Lorraine como a una madre y a Ernest lo querían como al padre cariñoso que nunca tuvieron.

—¿Sabes?, He pensado en renunciar.

Evangeline la miró con los ojos abiertos como platos.

—Dime que no es lo que creo que estás pensando.

Anastasia suspiro para después seguir caminando con su hermana detrás de ella.

—Pienso renunciar a la corona, renunciar al castillo Rosewood— susurró pero aún así su hermana la escuchó.

—¡¿Acaso te has vuelto loca?!, Sabes que él es capaz de dejarte en la calle, y yo no quiero que te vayas, no quiero que te alejes de mí, no de nuevo.— suplico.

Las lágrimas empezaban a bajar por las mejillas de la azabache quien miraba a su hermana con tristeza.

—Evangeline, nunca te volveré a dejar sola, jamás.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.

Anastasia abrazo a su hermana sellando aquella promesa que sin pensarlo se rompería algún día.

—Bien ya no hay que ponernos sentimentales, mejor hay que buscar información del porque Lorraine está muy extraña al igual que los demás.— musitó la castaña.

La de ojos azules solo asintió para seguir caminando, mientras pensaba en alguna forma de descubrir lo que los Mcfly y los Cullen eran, porque las dos tenían muy en claro que ellos no eran humanos. Las hermanas Rosewood eran demasiado inteligentes, ningún detalle se les escapaba.

—¿Recuerdas las historias que nos leía mamá cuando te visitaba en el castillo de la abuela?— preguntó.

—¿Las historias de vampiros y hombres lobos?

—¡Si!

>Aunque pensándolo bien, creo que sería mejor que ello nos lo dijeran.

Anastasia hizo un pequeño puchero.

—Ellos no dirán nada, así que hay que descubrirlo nosotras mismas.

—¡Anastasia!

La castaña puso un dedo en los labios rojos de la azabache silenciando la.

—Callate, ¡Ahora a la biblioteca!.

Después de aquel gritó se llevó a su hermana casi arrastrándola hacia la biblioteca mientras escuchaba las quejas de Evangeline y Anastasia la ignoro olímpicamente causando enojo en la azabache.

Después de aquel gritó se llevó a su hermana casi arrastrándola hacia la biblioteca mientras escuchaba las quejas de Evangeline y Anastasia la ignoro olímpicamente causando enojo en la azabache

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¡Volví!

Perdonen que las haya hecho esperar pero ahora sí tengo escritos los tres capítulos del maratón.

¡Feliz día de la mujer mis hermosas lectoras!

Prepárense porque mañana se suben tres capítulos seguidos.

—Alexa💚

Tiempo. [Edward Cullen] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora