—Ahh... —Ampeter veía asustado y asombrado del color de morado, en el cuello de su amigo—.
—No preguntes, solo no preguntes —El argentino se alejó del sillón, volviendo a encerrar se en el cuarto que compartía con Tarifa—.
—Ahora si te pasaste —David le decía a su amigo, mientras tomaba de su bebida—.
—Si, creo que me mandara al sillón —Tarifa estaba avergonzado, de lo que había hecho por lujuria, había dejado varias marcas en el cuello de su novio—.