|Capítulo 20|

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Hay cosas que deberían permanecer mudas.

No puedes amar a alguien cuando una parte de ti sigue adherida a otra persona. No es amor, solo es un intento de olvidar.

Un casi imperceptible olor a sal picaba mi nariz, con un característico hedor a pescado.

Nadie puede negar que la combinación de estos dos no forma un aroma particularmente agradable, pero nunca llega a ser tan fuerte para volverse nauseabundo e inaguantable. Siempre de la mano con buenos recuerdos en la playa, en alguna costa o incluso, como es el casos, en un acuario.

El aroma del agua parece filtrarse por mi nariz, raspando mi garganta, hasta llenar mis pulmones, pero mantengo mi respiración.

Se forma un turbio y salado vapor. Es agradable.

Las sombras se mueven al compás de mis pasos. Su caminar es agraciado y sereno, me imita a la perfección, contrastando con su negrura al frío azul que resplandecía desde dentro de las gigantes estructuras transparentes.

Los ondeos del agua se reflejaban sobre cualquier cosa que se encontrara por debajo, con pequeñas manchitas, haciendo la ilusión de estar pegadas a la piel o a la ropa.

Se podía oír con claridad el movimiento de la fauna dentro de sus bellas jaulas de cristal. Algunas curiosas a los visitantes, se acercaban y te observaban con determinación hasta que tu rostro se volvía aburrido, mientras tanto otras nadaban despavoridas, huyendo de los extraños, mirándolos con desconfianza.

Las voces llenaban el silencio, los murmullos de distintas personas alrededor, las charlas tiernas de alguna pareja, los jadeos de niños sorprendidos, emocionados al ver a los grandes peces que se postraban frente a sus ojos.

Un agradable calor llenó mi corazón, todo era perfecto a su manera. Era una calidez casi hogareña, de ese tipo de amor inocente que crece en tu pecho y abraza tu corazón.

Estoy a punto de cerrar los ojos y dejarme llevar por la encantadora sensación que me rodea, pero una risa suena cerca. Amigable y divertida, una risa que reconocería en cualquier lugar, una risa que he escuchado desde que tengo doce. Es fresca, ligera y desborda cariño. Una risa que le pertenece a una sola persona.

Ahí está. Con sus flojos vaqueros, el Jersey del equipo de la escuela y uno par de tenis, que supongo en su momento, eran blancos. Ahí está. Con su desordenado cabello negro, ya un tanto largo, o al menos lo suficiente para una pequeña coleta. Ahí está. Con una increíble sonrisa y el marrón rojizo de sus ojos iluminados con tantos sentimientos, que pareciera ahogarse. Ahí está. Con los dedos entrelazados con quien presume ser su alma gemela. Ahí está. Amando con envidiable pureza al chico a su lado.

Ahí está, mi mejor amigo.

A uno de los pocos hombres que amo, mi hermano. Una persona juguetona e infantil, amable y comprensiva.

Alguien que haría tantas cosas por mí.

Alguien que me ha escuchado tantas veces.

Alguien a quien he traicionado.

Todo había sucedido de la nada, una semilla se había plantado en mi pecho y en poco tiempo un gigantesco árbol abría paso por mis entrañas. Mis manos sudaron cuando reconocí los síntomas, cuando cada que veía su sonrisa algo golpeaba contra mi pecho, cuando se creaba algún rose accidental y mi respiración se entre cortaba.

Tantas pequeñas acciones que me destruían poco a poco. Tantas noches de incertidumbre, donde lo único que se paseaba a mi alrededor era un pestilente hedor a traición, perforando con odio dentro de mi nariz, poniéndome enfermo, queriendo vomitar cada que su voz sonaba en mi cabeza.

I'm Broken. I'm Damage. [DreamNotFound]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora