|Capítulo 28|

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"Mañana"

Hay veces en las que no se puede solo decir lo que estás sintiendo.

Es difícil hablar cuando el suelo se tambalea bajo las desgastadas suelas de tus zapatos y esos ojos verdes tan parecidos a los propios te miran con tristeza.

Los susurros de aquellos infelices alargados te marean, seres espantosos y huecos, inhumanos. Aun cuando sus ojos se encuentran cubiertos por una tela de carne y piel, te están mirando.

Esperan pacientemente a que cometas un error, desean alimentarse desesperadamente de los aullidos que sangran tu garganta. Se acercan a cuatro patas, arrastrándose entre diabólicos gemidos y gritos rasposos que hielan la sangre.

Son criaturas atroces y tú has fallado en algo, los has atraído con el humor que tu sudor desprende.

Miedo.

El mundo se nubla; nadie te enseñó a diferenciar la realidad de la mentira.

La playera deslavada y agujereada, la letterman vieja y rota de mi padre, los pantalones rasgados y un par de tenis en un estado tan deplorable, que incluso la suela amenazaba con desprenderse. Todo salpicado con una buena cantidad de lodo seco y sangre falsa.

El atuendo se complementaba a la perfección con las ojeras y moretones verdosos que tanto me había esforzado en replicar con el maquillaje de mierda que vendía por Halloween.

Con cuidado acomodé el flequillo que caía por sobre mi frente, manchándolo con algo de tierra que aún quedaba entre mis uñas, haciéndolo lucir aún más desastroso de lo que ya era.

Suspiré rendido.

Al menos no se volvieron a caer. Sonreí para mis adentros observando las hojas secas que había enredado entre mi cabello.

Me miré una última vez y salí de mi habitación.

Mientras bajaba las escaleras alcancé a escuchar vagamente lo que mis hermanos y papás platicaban en la cocina: discutían sobre los lugares a los que irían a pedir dulces y la hora en la que regresarían.

No le tomé mucha importancia así que tomé las llaves del auto y salí de la casa, no sin antes lanzarles un grito de despedida que correspondieron de igual manera.

Una inusual ola de felicidad me arrastró por la entrada de la casa hacia el auto. Talvez era por la fiesta o el orgullo que me inspiraba mi disfraz, las decoraciones de Halloween, las risas emocionadas de quienes pedían dulce; quizás solo era todo eso.

Mientras subía al auto mandé un corto mensaje al grupo para avisar que estaba en camino, agregando una inocente amenaza sobre la puntualidad al final de este; en menos de un segundo, cuando estaba a punto de ponerme en marcha, sonó una notificación.

Sonreí para mis adentros tan pronto como vi la forma en la que estaba marcado el mensaje.

Una imagen.

Abrí el archivo. Las olas de alegría que zangoloteaban mi corazón se secaron, dándole la bienvenida a un escozor salado que picaba mi nariz con nostalgia y quebraba el desértico suelo de mi cerebro; de las grietas florecían hermosas flores poseedoras de esporas venenosas que envenenaban mis pensamientos.

Era una selfi; Nick traía una bandana blanca, unos prostéticos que hacían lucir más puntiagudas sus orejas, sus colmillos se veían afilados y sonreía juguetón hacia la cámara, a su lado, besando su mejilla, se encontraba Karl, con el maquillaje que correspondía a su disfraz y lo que apenas se podía distinguir como una especie de goggles descansando sobre su cabello.

I'm Broken. I'm Damage. [DreamNotFound]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora