|Capítulo DM|

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Dulces manos cuidadosas.

Golpes que magullan tus huesos, gritos desgarradores que hielan la sangre.

El cálido goteo de tu rostro pintando tus mejillas sonrosadas, manchándolas con el desvanecido color de tu iris, un río de melancolía y arrepentimiento, de sentimientos tan puros que corromperían la maldad de cualquier humano.

Tu cuerpo se sacude con delicadeza, temblando por el frío, un frío interno, gélido ante el abandono, ante la decepción de la soledad, de haberse rendido ante la misericordiosa presencia del temor, de la tristeza.

Murmullos quebrados, embarnecidos en hiel, rotos susurros silenciosos, con el poder de enmudecer a cualquier multitud, dejándola expectante y conmovida, sollozante bajo el encanto de tu entristecido rostro. De la belleza de tu llanto.

Imágenes fugaces que cruzan frente a tus ojos. Recuerdos dolorosos, penetrando tu piel, adentrándose en tus venas, infectándolas con ese venenoso líquido grisáceo. La culpa es inyectada en tu sistema, se arrastra desde tu pecho hasta la punta de tus pies. Te inmoviliza, te mantiene cautivo, obligado a repetir el proceso una y otra vez.

Escucho tu voz, tus lamentos y tu respiración.

En las noches más frías, cuando el aire cala tus huesos, cuando de alguna forma las lágrimas no cesan, cuando tu cuerpo tiembla y busca a toda costa ese calor que tu corazón anhela.

Entre lágrimas clamas su nombre, llamas con desespero a aquella mujer que te ama. Buscas su consuelo, buscas sus manos que acariciaban con cariño y devoción tu cabello, buscas su voz que por las noches cantaba desafinadas nanas y antes de irse te susurraba lo mucho que te amaba, buscas su mirada, esa mirada, la que sin siquiera notarlo heredaste.

Intentas llamar su atención, pero se ha ido, no está a tu lado. Y no estás seguro si algún día volverá.

No puedo evitarlo, a fin de cuentas eres solo un niño.

Un niño que anhela los amorosos brazos de su ángel. Un niño que llora en silencio, mirando a los ojos al monstruo que en las noches lo acecha sin la melodía de su voz. Un niño que lleva cargando tanto sin ninguna ayuda. Un niño, que ha extraviado a su madre y se ha perdido en la multitud.

Y el pecho se me contrae cuando tus adoloridos ojos verdes se posan en mí.

Quiero sostener tus manos, limpiar tus lágrimas y tararear las canciones que te pongan a dormir. Quiero acariciar tu cabello y apaciguar los malos sueños que te mantienen despierto, que descanses en mi regazo y no sufras de nuevo.

¿Mi niño, cuanto has sufrido?

No prestaron atención, decidieron ignorarlo, censurando el turbulento y asesino océano en el que te ahogabas. Intentabas nadar a la superficie, pero tu energía fue drenada, tus músculos se entumen volviendo cada movimiento más torpe que el anterior. Cuál muñeco de trapo eres arrastrado a sus profundidades, las olas se rompen sobre tu cuerpo y no hay mano que se estire a rescatarte, en cambio cientos de brazos se unen con el único fin de que ese explosivo ardor que tus ojos poseen sea apagado. Pintarlos de gris con los finos granos de sal que te rodean. Una mirada sin vida.

La soledad te consumía. El mundo no te veía, ignoraba el feroz brillo que guardaba tu mirada esmeralda, y si lograban encontrarlo, a toda costa intentaban ahogarlo. Prohibiendo que el fuego se expandiera, consumiendo la llama que amenazaba con encender mil y un fuegos artificiales en tu pecho. Callando el desesperado grito que barría tu alma.

Y cuando por fin tus ojos pierden su color, todas las miradas se posan sobre ti. Los susurros raspan tus oídos, culpando tu supuesta debilidad, juzgando la decisión que tomaste y bautizándola como "la más fácil" o "la más egoísta".

Son seres violentos que brillan con fuerza. Jueces de la vida de terceros. Amantes del sufrimiento ajeno. Criaturas salvajes que tiene como único propósito alimentarse del llanto de otros ojos, de la carne del corazón que ellos mismo han inducido a pudrirse. Roban tu aliento con las mismas oraciones sencillas que han condenado a tantos.

Entonces explotas, todo a tú alrededor se reduce a cenizas. Tu llanto es fuego líquido, encendiendo a chispazos las paredes y encendiendo la dinamita que tan bien almacenada se oculta en tu pecho. Aquellos animales se consumen en las llamas, arden entre aullidos y alaridos, suplicando la piedad que ellos nunca te entregaron.

Todo por lo que luchaste algún día envuelto en violentas ráfagas anaranjadas y rojizas, que brillan e iluminan el cielo nocturno que antes no era más que una obscuridad tenebrosa que se acumulaba bajo tus costillas y derramaba asquerosas sustancias sobre tu esternón.

Dulzura, yo sé que no fue tu intención. Sé que los explosivos ya habían sido plantados, que sus risas ya te habían martirizado demasiado, que las voces solo gritaban y gemían con horror que terminaras con el dolor, que las víctimas fueron los responsables de la chispa que los calcinó, que sería hermoso...

Pero también sé que una vez encendido nada lo puedo apagar, que luego tus muñecas fueron cortadas, que a la violenta llama solo el filo de una espada la sofocó. Y es que tu amor fue una maldición. ¿No?

Siento tu enojo, tu temor y tu culpa.

Entre llanto buscas el apacible frío de sus manos, aquellos dedos callosos que con su helado cariño lograban calmar y dispersar las cenizas con las que tus pulmones ardían. Buscas su risa boba, tan contagiosa y capaz de hacerte olvidar cualquier dolencia. Buscas su aroma, esa esencia tan particular, tan suya; café y cigarrillos baratos.

Entre desgarradores gritos que ahogas en tu almohada llamas su nombre, anhelas su presencia y sus brazos, en los cuales te quieres proteger, pero no crees que regrese. Tanto tiempo sin el frío de su piel que dudas alguna vez haya sido real.

No puedo evitarlo, a fin de cuentas eres solo un niño.

Un niño que juega a ser un líder. Un niño que fue apagado tantas veces que su llama solo se volvió más intensa. Un niño que llora en las noches, añorando los cómodos brazos de aquel hombre que lo vio nacer. Un niño que extraña la delicada melodía que su guardián le tarareaba. Un niño que sin querer se distrajo y soltó la mano de su padre.

Y el pecho se me contrae cuando tomo tus manos entre las mías y siento el temblor de tus dedos.

El fuego se redujo a una llama, cálida, pero frágil, calienta tu pecho y te mantiene firme. Cuando tus pasos eran incierto y el incendio amenazaba con corroerlo todo, nunca te rendiste, por más imposible que fuese.

Y sabes que no fueron solo tus brazos y tus pies quienes te sacaron de ese incendio, nuevas manos se acercaron con dulzura, con cariño te ayudaron a salir de entre el fuego limpiaron tu frente y susurraron: "Bien hecho".

Llegaste lejos, miraste el cielo y sonreíste.

Esto solo es el comienzo, los infortunios suceden y caen con pesadez sobre nuestros hombros, pero siempre que eso suceda recuerda que hundiré mi mano en ese océano de alquitrán, la llevaré directo a las llamas y buscaré la tuya.

— ¿Dab-Dab? —El envidiable verde que pintaba tus ojos se veía tan vivo.

— ¿Sí, Dream?

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Heeey!

He vuelto de mis vacaciones forzosas y con el especial extremadamente atrasado del día de las madres! Les juro que las actualizaciones van a seguir, pero como andamos atrasadas en capítulos las actualizaciones van a ser un sábado de cada dos semanas. 

No olviden decirles a sus mamás cuanto las ama, nadie sabe realmente cuanto nos van a durar. 

Nos leemos el próximo sábado de actualización.

~Mordiditas es sus cachetitos 🌺🦔


I'm Broken. I'm Damage. [DreamNotFound]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora